Aprender respeto y pluralidad es lo que deja el estudio de una lengua indígena, también se puede entender el apego a la cultura y nuestro origen. Así lo expresa Yolanda Lastra García (Ciudad de México, 1932), investigadora emérita de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
La investigadora fue de las primeras en hacer trabajo de campo en pueblos de habla náhuatl, otomí, chichimeco y mazahua, recolectando conocimientos lingüísticos y etnográficos que ha plasmado en libros como: “Lingüística para Hispanoamericanos”, “El otomí de Toluca” y “Las áreas dialectales del náhuatl moderno”.
- ¿Qué significa estudiar una lengua indígena?
Es respeto y pluralidad hacia los otros. Enseñé inglés y español, no he enseñado una lengua indígena pero sí las he estudiado y me he hecho amiga de los informantes, las he difundido con mis publicaciones y artículos.
- ¿La lingüista necesita del trabajo de campo?
Hay la teoría de que no es necesario ir a las comunidades, pero la lengua y la cultura van juntas, una lengua en puro salón de clases no es suficiente para nada. Quizá es diferente el idioma inglés que se puede aprender en un salón, pero tampoco se aprende muy bien.
- ¿Vio la discriminación hacia las lenguas indígenas?
Me decían que para qué estudiar eso. Últimamente ha cambiado. Antes había un desdén hacia las lenguas, un desprecio, se decía que de nada servían. apego que le puede tener uno a su lengua es importante y también conocer nuestro origen.
- ¿Por qué empezó con el estudio del chichimeco?
Cuando estaba en Estados Unidos nos ponían a estudiar otra lengua con los mismos alumnos porque había de todas partes, entonces yo decía: necesito hacer eso con una lengua de México. Estudié un poco en la ENAH que en ese entonces estaba en la calle de Moneda y le dije a un maestro que si me recomendaba una lengua poco estudiada y en la que pudiera hacer trabajo de campo
Me respondió que acababa de estudiar el chichimeco, el maestro era Moisés Romero, acababa de hacer la fonología, fue muy bueno porque me recomendó a los informantes y con ellos fui, era una pareja: Clemencia y Jorge, me tenían mucha paciencia.
- Después cambió al estudio del náhuatl…
Me preguntaba ¿dónde se habla?, ¿quiénes lo hablan? y no nada más conocerlo porque Bernardino de Sahagún hizo libros, no es suficiente, quería saber de los actuales hablantes. Me acerqué a Leonardo Manrique y decidimos hacer un estudio visitando lugar por lugar para saber si se hablaba náhuatl.
Simultáneamente íbamos con Fernando Horcasitas a los lugares y nos íbamos dando cuenta de si se hablaba o no, primero en la Ciudad de México porque quedaban hablantes en Milpa Alta y Tláhuac, luego en el Estado de México pero como es muy grande lo partimos en dos; trabajamos Morelos y Tlaxcala.
Después Horcasitas murió y eso ya no siguió. Por otra parte, hice el libro ‘Las áreas dialectales del náhuatl moderno’.
- También estudió otomí…
El otomí fue porque mi marido estaba trabajando con varias lenguas y decía: hace falta el otomí, me preguntó si quería hacerlo, me lancé y me gustó, mis informantes eran fenomenales, era una joven que estaba estudiando enfermería y poco a poco fui conquistando a la mamá porque le daba vergüenza.
Hice el estudio en San Andrés Cuexcontitlan, Estado de México. En ese momento no querían hablar su lengua y yo creo ahora que sí quieren. Fue el gobierno el que les decía no hablen así, no hablen así, y hacían caso.
- ¿Qué profesores nunca olvidará?
El más importante fue Paul Garvin, de la Universidad de Georgetown, era muy bueno, muy paciente, repetía mucho y casi todos los alumnos aprendían, ya después fuimos amigos e hicimos el libro “Antología de estudios etnolingüística y sociolingüística”, se publicó en México con muchos ejemplares que se vendieron bien.
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A sus 89 años, Yolanda Lastra confiesa que le gustaría dedicar tiempo a la lengua matlatzinca y también saber qué pasó en San Mateo Almomoloa, Temascaltepec, Estado de México.
“Resulta que tienen el plural pero no es el plural del náhuatl sino que usan el plural del matlatzinca, eso es raro. Lo que más se presta (de otra lengua) son los sustantivos y uno que otro verbo, pero no un plural. Generalmente cuando se presta un morfema es porque viene junto con un montón de palabras, pero no encontramos. Me gustaría ver una fiesta en ese lugar y ver si hablan náhuatl o todo en español”, expresa.
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