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Columna: Para entender el deporte

El duelo del tablero: Gukesh vs.Ding, una crónica humana

El ajedrez tiene algo de sagrado y de absurdo. Dos figuras enfrentadas en silencio, un reloj que dicta las horas del destino, y un tablero que se convierte en campo de batalla. En el Campeonato Mundial de Ajedrez 2024, celebrado en Singapur, las piezas no solo movieron estrategias: movieron almas. Dommaraju Gukesh, el prodigio indio de 18 años se enfrentó al maestro chino Ding Liren, el defensor del título. Pero más que un enfrentamiento, aquello fue un retrato de dos personalidades, dos estilos de vida y dos formas de entender el ajedrez.

CAMPEONATO MUNDIAL DE AJEDREZ. Gukesh vs. Ding.

GUKESH: JUVENTUD, AUDACIA Y UNA HISTORIA DE SACRIFICIOS

Gukesh nació en Chennai, India, en 2006, cuando el ajedrez en su país ya tenía un gigante: Viswanathan Anand. Desde pequeño, mostró una afinidad especial con el juego, una especie de intuición que solo los elegidos poseen. A los siete años ya desafiaba a jugadores adultos, y a los diez, su familia decidió apostar por él de una manera radical: su padre, un cirujano, abandonó su carrera para apoyar la de su hijo. La decisión no fue fácil, pero el talento de Gukesh hacía que cualquier otra opción pareciera un desperdicio.

En el tablero, Gukesh juega como quien no teme perderlo todo. Su estilo es agresivo, lleno de riesgos calculados que desarman a sus oponentes. En su trayectoria, ha derrotado a leyendas como Magnus Carlsen, y en cada victoria hay algo de afirmación personal: “Sí, soy joven, pero también soy implacable”.

DING LIREN: CALMA, SOLIDEZ Y UN GENIO MELANCÓLICO

Ding Liren, nacido en 1992 en Wenzhou, China, es casi el polo opuesto de Gukesh. Su carrera no estuvo marcada por decisiones dramáticas, sino por un ascenso metódico. Es conocido por su solidez, por su capacidad para defender posiciones imposibles y por un estilo que parece reflejar su propia personalidad: calmado, analítico, casi imperturbable.

Ding no estudia ajedrez obsesivamente. “Lo hago cuando tengo ganas”, confesó una vez, como si el ajedrez fuera para él una parte más de la vida, no la única. Quizá por eso su juego tiene algo de fluido y natural, como si las piezas se movieran a su voluntad, con una elegancia que a menudo deja a sus rivales sin respuestas.

LA BATALLA EN SINGAPUR

El campeonato constó de 14 partidas que mantuvieron a la comunidad ajedrecística mundial al borde de sus asientos. Cada movimiento era una declaración, cada jugada un intento de desentrañar la mente del otro. La juventud de Gukesh contrastó con la experiencia de Ding, y en ese contraste estuvo la magia del duelo.

LO HUMANO DEL TABLERO

Al final, el Campeonato Mundial de 2024 no fue solo una contienda de ajedrez. Fue un encuentro de generaciones, de filosofías y de emociones. Gukesh, con su audacia juvenil, demostró que el futuro es implacable. Ding, con su estilo elegante pero humano, recordó que incluso los gigantes pueden tambalearse.

El ajedrez, ese juego que algunos llaman deporte y otros arte, nos dejó en esta ocasión una lección de humanidad. Porque, al final, cada movimiento en el tablero es un reflejo de quienes somos: de nuestras fortalezas, nuestras debilidades y, sobre todo, de nuestra capacidad para soñar y aprender, incluso cuando el reloj parece estar en nuestra contra.

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