Deportes
"Para entender el deporte..."

Dr. Mario Antonio Ramírez Barajas

El eco de los aplausos y el silencio que sigue

Los Juegos Olímpicos de París 2024 han llegado a su fin. Las medallas han sido entregadas, los himnos entonados, y las cámaras que registraron cada hazaña ya apuntan hacia otro lado. Los atletas que hace apenas unos días eran héroes, con nombres en boca de todos, ahora están en sus casas descansando, quizá preguntándose qué será de ellos cuando el eco de los aplausos se desvanezca.

La gloria evaporada

Durante diecinueve días, el mundo entero estuvo pendiente de los movimientos precisos, los saltos imposibles y las velocidades supersónicas de hombres y mujeres que parecían trascender los límites humanos.

El atleta que alzó su medalla de oro en París, sintiendo cómo todo su esfuerzo se concretaba en ese pequeño círculo de metal, sabe en el fondo que la eternidad que le prometieron no es más que un espejismo. El brillo de la gloria olímpica es fugaz, casi etéreo. Tan pronto se apagan las luces del estadio, el héroe empieza a ser olvidado. La noticia siguiente eclipsa la suya, y el mundo, hambriento de nuevas emociones, se lanza tras el próximo gran evento.

El oro, la plata y el bronce, se convierten en recuerdos, pesados tal vez, pero recuerdos al fin. El tiempo, que parecía detenerse en el momento de la victoria, sigue su marcha implacable, y con él, la gloria se diluye en el río del tiempo.

The Olympic Rings during the Closing Ceremony of the Olympic Games Paris 2024 at State de France on August 11, 2024 in Paris, France.

Tan pronto se apagan las luces del estadio, el héroe empieza a ser olvidado.


Foto: Mariano Ríos/MexSports.

El peso de la amnesia

El olvido no es inmediato, pero es inevitable. Para los campeones, la vida olímpica es una burbuja, un momento de suspensión en la realidad que les otorga una relevancia que rara vez se encuentra fuera de esa atmósfera de competición. Al terminar los Juegos, esa burbuja estalla, y el campeón es devuelto a la normalidad, donde sus proezas no tienen el mismo peso.

Para la mayoría de los atletas, los Juegos Olímpicos son la culminación de años de preparación, sacrificio y dedicación. Pero esa cúspide se convierte en un punto de inflexión hacia la incertidumbre. ¿Qué sigue después de haber alcanzado lo más alto? ¿Cómo se enfrenta uno a la vida cuando la meta que lo definía ya no existe?

El olvido es el precio de la fama instantánea. Al principio, se resiste con entrevistas, patrocinios, y un par de semanas más de protagonismo en los medios. Pero la rueda del mundo gira rápido y pronto los focos se dirigen hacia otros, hacia nuevos desafíos, nuevos ídolos. El héroe olímpico, que en su momento fue símbolo de perfección, se convierte en un nombre en la lista de históricos, a veces rescatado para alguna trivia, a veces no. Y entonces, el vacío.

La ciudad sede y la vida que sigue

París, la ciudad que fue el escenario de estas gestas, también despierta de su sueño olímpico. Las gradas se desmontan, los estadios se vacían, y la infraestructura construida para los Juegos se transforma en monumentos a un evento que, aunque reciente, ya parece lejano. Los parisinos vuelven a sus rutinas, paseando por calles que aún llevan las huellas de una multitud que ya no está.

La ciudad olímpica, tan vibrante durante esos días, retorna a su estado habitual, pero no sin cierta resaca. Porque, aunque el espectáculo ha terminado, la vida sigue, y lo que queda es la memoria de lo que fue, cada vez más borrosa. Los monumentos, antes testigos de la grandeza, se vuelven obsoletos, fantasmas de un pasado que se desvanece. Las calles que una vez vibraron con la energía de miles de aficionados ahora se sienten demasiado amplias, demasiado vacías.

Intentando recordar que fuimos grandes

La vida en París continúa, pero la ciudad nunca es la misma después de albergar unos Juegos Olímpicos. Hay un silencio particular que se instala, un eco de los aplausos que no termina de desaparecer del todo, pero que se va haciendo cada vez más débil, hasta convertirse en nada más que un susurro.

The Golden Voyager during the Closing Ceremony of the Olympic Games Paris 2024 at State de France on August 11, 2024 in Paris, France.

El Viajero Dorado .

Foto: Adrián Macías/ MexSports.

Así, mientras la ciudad intenta recuperar su ritmo y los atletas buscan un nuevo sentido en su vida, todos estamos enfrentando el mismo desafío: encontrar sentido en lo cotidiano cuando el gran evento ha terminado. Como París, como los atletas, todos volvemos al olvido, intentando recordar que alguna vez fuimos grandes, aunque solo haya sido por un instante.