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La leyenda original

Raúl Reza Delón fue un entusiasta jugador que publicó uno de los primeros libros de ajedrez en México. Esto ocurrió en los años sesenta y trató varios temas sin excesivos tecnicismos. Logró inspirar a muchos lectores con sus entretenidas historias y nos basamos aquí en una de ellas para narrar la leyenda más conocida del ajedrez.

Quizá si la imprenta hubiera existido antes tuviéramos una mayor abundancia de documentos y datos precisos. Tal cómo se presentan las cosas, desconocemos el nombre del califa que se desesperaba en el aburrimiento y en la pretensión de poseer algo nuevo que lo distrajera y sacara de ese estado deprimente, un buen día anunció a sus súbditos que aquél que le llevara el mejor de los juegos, podía fijar la recompensa que deseara.

Después de un tiempo fijado se presentaron varios inventores y después de examinar los diferentes pasatiempos, le llamó la atención uno de ellos, por sus efigies y su tablero de cuadros. Al pedir explicación a su autor del procedimiento, se dio cuenta que el juego representaba un verdadero campo de batalla, basada en la estrategia militar de aquellos tiempos. Los peones personificaban a los soldados, los caballos la movilidad de la caballería, los alfiles a los sacerdotes o consejeros y el rey y la reina el centro de poder.

Las casillas y el trigo

Lleno de entusiasmo por su originalidad, le dijo al creador: “Te has hecho merecedor al premio; pídeme tu recompensa y te lo concederé”. Después de reflexionar, el cortesano contestó en forma amable y sencilla: “Mi Señor, como ve usted el movimiento de las piezas se presta a muchas jugadas que, si las multiplicamos entre sí, nos daría una cifra fabulosa; por lo tanto, yo sólo pido lo mínimo; un grano de trigo en la primera casilla, dos en la segunda, cuatro en la tercera y así sucesivamente doblando en cada una de ellas hasta llenar los 64 cuadros".

Al rey se le hizo fácil ordenar el cumplimiento de tan extraña petición y reaccionó irritado: “Has de saber que tu petición es indigna de mi generosidad. Al pedirme tan mísera recompensa, menosprecias, irreverente, mi benevolencia. Retírate, mis servidores te sacarán un saco con el trigo que solicitas”.

Una recompensa incalculable

Todos conocemos el final de la historia. Los consejeros del rey tardaron varios días en hacer la suma y se dieron cuenta que era imposible obtener tal volumen de trigo. Ni aun juntando lo que producía toda la comarca y aún el reino, alcanzaría para pagarle. Esta historia es tan fascinante que con los cálculos modernos se estima que se necesitan casi 9 siglos de la totalidad de la cosecha mundial para satisfacer la demanda del inventor, tomando en cuenta que 1 kg de arroz contiene alrededor de 43.000 granos de arroz.

Quiere la leyenda que el califa aprendió la lección de humildad y el sabio se convirtió en su fiel consejero.

Mate en 2

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