Se escuchan susurros, pero no gritos en The room next door (La habitación de al lado), primer largometraje en inglés de Pedro Almodóvar. El cineasta se regodea en el color como último recurso para dejar la impronta de su estilo en un idioma y una cultura que le son ajenos.
El rojo es dominante y el tema de la muerte va de la mano apuntando al uso que le dio Ingmar Bergman en Gritos y susurros (1972). Sin embargo, en Almodóvar, el recurso se siente impostado; no surge orgánicamente de la historia.
Aunque el guión es una adaptación de la novela What are you going through (2021) de la escritora estadounidense, Sigrid Nunez, The room next door refleja las preocupaciones Almodóvar ya había manifestado en su película Dolor y Gloria. En ese filme autobiográfico de 2019, el cineasta nos presenta una versión inédita de sí mismo como un hombre viejo, enfermo y deprimido.
A través de su alter-ego, el director Salvador Mallo (Antonio Banderas), descubrimos a un artista paralizado por el dolor físico y psíquico que busca respuestas echando un vistazo al pasado.
En una entrevista realizada para AARP.org/Español por la que esto escribe, Almodóvar expresó: “Estar constantemente en dolor te cambia, cambia tus hábitos, tu manera de vivir. En mi caso tiene que ver con los dolores de espalda y de cabeza. Te inhabilitan mucho socialmente. Porque es difícil encontrar un mueble que te resulte cómodo. Todos los ruidos te molestan. Así que yo vivo casi tan aislado como el personaje, no del todo, pero bastante y mi aislamiento se debe básicamente a estos dolores crónicos. Por ejemplo, no asisto a cenas, no asisto a reuniones de amigos, y sé que debería, pero es demasiado doloroso”, dijo.
En The room next door, el personaje de Martha serviría de proxy de Almodóvar, como lo fue el de Banderas en Dolor y gloria. El Almodóvar, ahora de 75 años, vuelve a enfrentar su propia mortalidad en la forma de un personaje femenino.
Martha (Tilda Swinton) es una exitosa excorresponsal de guerra que habita en la ciudad de Nueva York. Se le ha diagnosticado un cáncer terminal y, como la rebelde que siempre fue, decide no solo rechazar tratamiento, sino terminar con su vida, a sabiendas de que la eutanasia esta prohibida en ese estado.
Martha se agencia ilegalmente de una pastilla para que la partida no sea dolorosa. La cuestión es elegir el momento oportuno y además reclutar a alguien que sepa de sus intenciones y aun así quiera pasar con ella los últimos días en una casa de campo que alquilará en las afueras de Nueva York. Martha no quiere estar sola cuando emprenda el viaje al otro mundo. Pero no es fácil que sus amistades accedan a sus deseos por temor a la ley.
No solo se convertirían inmediatamente en sospechosos de la muerte, sino que la posibilidad de que supieran de los planes de Martha y no hayan advertido a las autoridades correspondientes, les convertiría en cómplices.
Finalmente, Martha logra convencer a Ingrid, una amiga escritora, de que la acompañe a la casa que ha rentado por un mes. Ingrid (Julianne Moore) y Martha no se habían visto en muchos años, pero como la primera acaba de publicar un libro sobre la muerte, a la segunda le parece que sería una compañera perfecta.
Además, a pesar del tiempo y la distancia, existe un genuino afecto entre las dos mujeres que se remonta a sus años de juventud. En la relación entre ambas, se manifiesta la idealización que siempre ha tenido Almodóvar de la relación entre mujeres.
Quizás, en un contexto latino, este abrazarse, acurrucarse juntas a ver una película, sea natural, pero tratándose de dos mujeres anglosajonas, Almodóvar fuerza esa intimidad a través de acercamientos extremos. Entonces, ¿dónde sí encontramos a Almodóvar? ¿Que nos dice sobre el cineasta la película? Formalmente esta todo ahí, los decorados de líneas simétricas, frías y elegantes, así como los estallidos de color, pero falta el drama.
Pero ese estilo, que, en el caso de Bergman, era una frialdad que refractaba la imposibilidad de las protagonistas de Gritos y susurros de expresar el dolor por las heridas familiares ante el dolor incontrolable de la hermana doblada por el cáncer, en Almodóvar se queda en una supuesta meditación sobre la belleza del instante y la importancia de poner atención; al presente, a la naturaleza y al sufrimiento del otro.
Estos son los temas que trata la novela de Nunez, pero que no terminan de convencer en esos días que vemos la cercanía de las amigas, cuyas charlas y actividades son banales y no profundizan en sus miedos.
La inspiración para la novela de Nunez viene de un ensayo de la filósofa Simone Weil en su libro Esperando a Dios que arranca con la pregunta “What are you going through?” (“¿Por qué estás pasando?”). En él, Weil examina la naturaleza de la espera, afirmando que es una forma de atención, una manera de estar abiertos y receptivos a la presencia divina.
Sostiene que la verdadera espera es un proceso activo y exigente, que requiere que renunciemos a nuestros propios deseos y agendas para estar plenamente presentes a la voluntad de Dios. En el filme, Dios sería sólo una presencia por estar completamente ausente de la discusión. En su lugar. Almodóvar parece darle a la amistad una categoría divina.
A pesar de ser judía, Weil estuvo muy involucrada en la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Su experiencia y observaciones en este periodo tan tumultuoso tuvo gran influencia en su desarrollo espiritual. Almodóvar es un director que está a la altura y hubiera podido hacer un mejor trabajo de reflejar los trascendentales temas que aborda la novela, el significado de la vida, la presencia de Dios en la naturaleza, etc., pero The room next door se queda en la superficie.
De hecho, la casa alquilada para que las amigas pasen el último mes de Martha juntas, es un espacio cuyo extraordinario lujo resulta excesivo y distrae del hermoso entorno natural, uno que debería facilitar una comunión con todo lo vivo, como el proceso de un suave deslizarse hacia la muerte.
Una película española que maneja el mismo tema de la eutanasia y la compañía de un amigo entrañable se logra con mucho mejor efecto, mezclando ternura y humor en Truman (Cesc Gay, 2015). Una película más Almodovariana que la misma The room next door.