En medio de una noche fría y rebosante de energía en el Corona Capital, The Yussef Dayes Experience llevó al escenario un despliegue de talento que resonó como un eco envolvente entre los asistentes.
Con un set que fusionó jazz, toques psicodélicos y una sutil electrónica, Yussef Dayes demostró por qué se ha convertido en una figura singular dentro del mundo de la música contemporánea.
Desde el primer golpe de su maravillosa batería, Dayes capturó la atención de los fieles que se apiñaban al pie del escenario, así como de aquellos que se acomodaban más atrás, tendidos en el pasto y dejándose envolver por los sonidos.
Con cada compás, los ritmos hipnotizaban y creaban una atmósfera que invitaba a la introspección. El set de luces acompañó perfectamente cada pieza, pintando de colores cálidos y neones los rostros expectantes del público.
El show tuvo momentos íntimos en los que la pantalla trasera proyectaba a Yussef sumido en la música, los ojos cerrados y las manos deslizándose sobre los platillos con una precisión casi coreográfica.
Estas tomas mostraban al baterista experimentando y dejando que cada golpe resonara con un propósito. Era un arte puro, ejecutado con una devoción que arrancaba aplausos espontáneos y un sinfín de expresiones de admiración.
Sin embargo, en un festival donde las bandas compiten por la atención del público, no bastó con el virtuosismo. Al no incluir saludos ni palabras de conexión con la audiencia más allá de la música, algunos espectadores comenzaron a levantarse y retirarse, buscando asegurar su lugar para los espectáculos de The Mars Volta en el escenario Vans y Cage The Elephant, que actuaría minutos después.
A pesar de esto, los verdaderos devotos de The Yussef Dayes Experience se quedaron hasta el final, envueltos en la magia de la presentación. Cada tema terminaba con Dayes levantando los brazos en señal de triunfo, recogiendo las ovaciones y las miradas de quienes comprendían que habían presenciado algo especial.
No hubo más palabras hasta el final, cuando con un tono sereno dijo: “Muchas gracias, México”, y presentó a sus músicos en francés, cerrando con un “Les mando amor” que, aunque breve, llevó una carga de gratitud que se sintió sincera.
El show de Yussef Dayes fue una experiencia sonora que mezcló pasajes de alta energía con otros de meditación rítmica. Las transiciones entre las piezas, impecables y fluidas, reflejaron la capacidad de la banda para entrelazar sonidos de una manera que nunca perdía el pulso ni la sofisticación.
A medida que el show avanzaba, se notaba cómo los espectadores más entregados se movían al ritmo, algunos cerrando los ojos, dejándose llevar por los bajos envolventes y las progresiones armoniosas.
Para aquellos que se quedaron hasta el último momento, fue una presentación que quedó grabada como un tesoro de texturas y ritmos.
Pese a la competencia del horario y la falta de interacciones verbales, The Yussef Dayes Experience entregó un show fiel a su esencia: un viaje a través del sonido, dirigido por el pulso firme y el corazón de uno de los bateristas más talentosos de nuestra época.