Tras su paso por el Festival Internacional de Cine de Morelia, en 2022, Santa Bárbara (Anaïs Pareto; 2022) llegó esta semana a las salas de proyección de todo el país. Una película que, según la misma página del festival, sigue la historia de Bárbara, una mujer que: “Después de trece años viviendo en España, decide llevar a México a su hijo adolescente Ulises al que no ha visto desde que dejó su país. Madre e hijo tendrán que encontrar la forma de vincularse en el nuevo hogar familiar”.
Crónica Escenario tuvo la oportunidad de entrevistar a la realizadora Anaïs Pareto y a la protagonista, Anabel Castañón, quien primeramente, nos reveló que comenzó esta experiencia con bastante nerviosismo, puesto que su carrera se había dirigido, predominantemente, al teatro.
“Si bien las bases son las mismas, el lenguaje es diferente. Sentía mucha responsabilidad. Pero he tenido la gran fortuna de tener una directora extraordinaria; una mujer generosa con sus actores, se toma y nos da el tiempo, que nos dio toda la confianza, después me sentí como pez en el agua”, aseguró Castañón
La actriz aseguró que se sintió emocionada por la historia desde que comenzaron a leer el guión porque ella es nieta, hija, sobrina de mujeres migrantes y ha vivido en carne propia procesos migratorios: “Yo tengo una Bárbara en mi familia, que si bien no estuvo separada de sus hijos tantos años como en la película, sí tuvo que esperar 4 o 5 años para verles de nuevo. Yo tenía que hacerlo y visibilizar a estos padres qué más qué apoyo reciben juicios, así que pude empatizar bastante con el personaje”.
Para Anabel, el impacto de este trabajo actoral tuvo altas y bajas; al tratarse de una película independiente existió, en todo momento, la incertidumbre ante no saber si el filme podría ver la luz en un mercado tan reñido y exclusivo como el de la taquilla mexicana. “He aprendido mucho la paciencia. No tengo muchísima experiencia pero este es el tipo de cine que quiero hacer; no tiene precio contar este tipo de historias, yo no lo cambiaría por nada. Cuando rodamos, la misma gente del crew y las extras, nos daban testimonios muy fuertes que se repetían y se repetían. Este fenómeno generaba un golpetazo en la cara”, dijo.
A esta conversación, anexo el sentir de la directora de esta película, Anaïs Pareto, quien nos compartió que su perspectiva frente a su obra ha cambiado a través de este par de años en los que se ha dado cuenta, no solamente de las dificultades de crear y llevar a salas el resultado, sino también de las implicaciones del fenómeno de la migración, pues Santa Bárbara comenzó como un proyecto de investigación documental.
“Para nada he vivido algo igual, una historia así, a pesar de que también he migrado; aprendí mucho hablando con la gente que conocí en ese proceso y por supuesto que no veo igual mi película, inclusive desde que soy madre, la hice cuando aún no lo era y ahora me pregunto otras cosas, en realidad sigo aprendiendo mucho sobre el tema, no dejo de descubrir nuevas visiones alrededor de ello”, compartió la actriz.
Pareto, tras la producción, se embarcó en un verdadero periplo en cuanto a la distribución y ese ha sido, guardando las distancias correspondientes, un gran pedazo del aprendizaje de la aventura que representó Santa Bárbara. Ambas mujeres concuerdan en que los procesos de escritura y personificación de Bárbara fueron tareas de reconocimiento y de gestionar emociones desde la otredad. Pudieron abandonar sus realidad para dedicar vida y corazón a este proyecto cinematográfico, que Pareto acompañó con bachata, de la mano de su actriz, género que constituyó una especie de vínculo para hilar algunas cosas tras bambalinas.
De esta forma, con estas costumbres y acercamientos, lograron concebir una película con una protagonista entrañable de anécdotas sinceras, que abraza cientos y cientos de vivencias que se generan en la contemporaneidad desde el instinto universal del movimiento, que puede generarse desde lugares insospechados.