La primera jornada del Festival de Cine de Torino ha provocado largas filas en la entrada de las famosas salas del Palazzo Novo, donde se proyectó la primera de las dos entregas latinoamericanas: “Correponsal” (Argentina, 2024), segundo largometraje del también argentino Emiliano Serra, protagonizado por Gabriel Rosas.
En el marco del Mundial de fútbol de 1978, que ganaría como local la propia Argentina de Menotti bajo serias acusaciones de amaño, un periodista (Rosas) es reclutado para realizar una serie de reportes en torno a la vida privada y la actividad profesional de famosos y potenciales disidentes, señalados como comunistas. Las consecuencias que este trabajo tendrá en la vida de aquellos a quienes espía y en la suya propia, que lo llevarán a la locura, son expuestas en este filme de apenas 75 minutos.
Serra, que en 2018 dirigiera un documental precisamente sobre la Operación Cóndor, ha dejado claro que lo que sucede en la película es más bien una colección de testimonios y anécdotas reales de la historia argentina durante el periodo de la Junta Militar: el reclutamiento de intelectuales, periodistas y demás ciudadanos como espías del gobierno de facto; la búsqueda de las madres por sus hijos – en guiño evidente a las Madres de la Plaza de Mayo –; la tortura en centros de detención clandestinos y el perfilamiento de estudiantes y maestros en las universidades como comunistas apenas por usar palabras como “estructura” o “Latino América”; entre otros tantos. Él mismo se contiene en la sesión de Preguntas y Respuestas de dar más detalles sobre el origen real de estas historias, señalando que “algunos casos siguen abiertos”.
Más aún, este intento por condensar una la vastísima experiencia de las dictaduras latinoamericanas en una sola película, se expresa en su lenguaje y sus geografías: la esposa del periodista reclutado le grita en guaraní, una mujer lo interpela en portugués brasileño, viaja y regresa de Montevideo.
Sin embargo, queda clara la dificultad que existió por parte de mismo Serra en construir una única historia, tradicional y hasta convencional (como claramente ha sido intentado), que fuese capaz de contener todo aquello que le urgía mostrar. Desconcierta en primera instancia su montaje, frenético y poco consecuente con el ritmo que se esperaría, en los términos mencionados, de un thriller político. Allí donde uno esperaría el nacimiento de la intriga y el señalamiento – al menos indicado – de la estructura de poder, lo que se muestra son apenas viñetas, no personajes ni situaciones. Por ejemplo, durante primera mitad de la película, las tareas secretas que cubre el periodista devenido espía se alternan con los encuentros que mantiene con una estudiante a la que sigue y documenta en sus reportes; sin embargo, apenas se cumple su papel - que, en palabras del propio Serra, eran mostrar el lado “sensible” de su personaje – apenas se le vuelve a ver una vez detenida y maniatada. Como piezas de una monografía escolar, todo se relaciona temáticamente, pero de ninguna otra forma.
La película cierra con un extracto documental sobre el descubrimiento del llamado “Hallazgo Cóndor”, cuando salieron a la luz 196 cajas con documentos relacionados a la Junta Militar, entre los que figurarían hipotéticamente los reportes que el personaje de Serra escribiría. Este cierre, más bien precipitado y malamente aleccionador, termina por añadir el epíteto de “película comprometida” a “Corresponsal”, es decir, develándola como una que ya no debe valorarse únicamente por su contenido en tanto que película sino en función de sus objetivos políticos. Lo que no está mal, y que de hecho ayuda a entender – quizá perdonar – sus más grandes fallos.
@deme_flores