Triana tiene en la danza su gran pasión. Por eso vive en Italia. Ya ha pisado escenarios en ese país, de otros países europeos e incluso, recientemente, de China. UNICEF le dio un reconocimiento ya que ha participado en una asociación sin fines de lucro en favor de los niños. Ellos son el único público que la pone nerviosa, confiesa. En cuanto a México, su país, en agosto pasado estuvo en las instalaciones de radio UNAM, en la Sala Julián Carrillo, “compartí escenario con Erick Rodríguez y participaron alumnos y alumnas de toda la República, fue un proyecto lleno de encuentros y reencuentros y espero que se repita en agosto del 2025”.
De pequeña bailó en el Auditorio Nacional y en el Palacio de Bellas Artes. Aquí en México empezó, pero después debió migrar, dejar atrás muchas cosas en su tierra porque era necesario para lo que deseaba hacer. A sus 32 años, hoy piensa que las niñas que inician en la danza deberían poder elegir: quedarse o migrar, no tener que salir del país forzosamente, “yo no me fui por capricho, ni porque fuese una niña rica que se fue a Europa”. Migrar era la opción para bailar profesionalmente.
Como primera bailarina del Étoile Ballet Theatre, confiesa que el público que la pone más nerviosa es el de niñas y niños, “cuando hay muchos entre el público, acompañados por sus papás; no se enteran de cosas técnicas, se fijan y ya”.
Triana Botaya no es ambiciosa, no busca los premios o medallas, todo lo que realiza lo hace por amor, por pasión a la danza. Eso le ha valido experiencias que pocos tienen: “Soy la primera bailarina mexicana que pisa el oriente; el proceso fue muy extraño, empezamos la temporada de danza al tope, y he trabajado mucho. China es otro mundo, otra cultura, la gente es muy distinta, fuimos acogidos con mucho cariño, con mucho amor, fuí la única latina en ese escenario”.
Dejar México atrás le permitió ser lo que deseaba y encarnar personajes que conoció en los cuentos de hadas. En la versión de las Mil y una noches, con coreografía de Inés Albertini, la reina de la noche, es la que cuenta la historia “Se llama Nuit y soy yo, ¡Yo soy la que cuenta la historia!”.
“Tiene una dificultad técnica y artística que disfruto mucho, el público nos acogió muy bien, fue muy cálido ver a tantos niños a tantos jóvenes emocionados”, rememora sobre su presentación en China. “En la compañía hay mucho compañerismo y el que te digan que fuíste la que más gustó es muy lindo; te dices ‘cumplí’... Fue muy armónico, un viaje lleno de cosas, muy inteso, muy armónico, fue muy mágico y muy especial”.
A Triana siempre le ha gustado interpretar; la danza es su mundo, pero en ocasiones ha querido tirar la toalla en una carrera que implica mucho sacrificio, “más de lo que uno puede creer, lleva mucho sacrificio”. Y ya estando allí, en una compañía de danza profesional, los retos se mantienen: “adaptarte a otras culturas, a otros países; dolores físicos, dolores emocionales”. Sufrió más cuando era adolescente, cuando el ambiente no era muy bueno, incluso por malos maestros: “He conocido muchos maestros, hay gente que te encuentras y te saluda, te haces muy fuerte y creces muy rápido. A mi cuerpo le exijo día con día y cada vez más y le agradezco cada noche todo lo que me da. He tenido lesiones”.
Finalmente vino el viaje fuera de México y descubrir que sí había un camino: “En Cuba aprendí como se vive para la danza”.
Triana se identifica con el ave fénix que cuando no puede más se incendia, se hace fuego y luego resurge de las cenizas; esta mentalidad le ha servido para no tirar la toalla, además del apoyo de su familia que la ha respaldado en todo momento, aunque no estén con ella físicamente, su respaldo es incondicional, “sin ellos yo no sé si hubiera soportado vivir al otro lado del mundo desde que tengo 18”, dice.
Para esta artista no hay estereotipos, en sus inicios le hablaban de las bailarinas que tendría que seguir, pero eso cambio conforme ella fue creciendo y se dio cuenta que todos somos distintos y que cada quien debe sacar el mejor partido a su propia personalidad con su talento y entonces ella dio un cambio radical y se dijo “yo soy Triana y quiero ser la mejor versión de mí, no quiero ser como nadie”.
Ahora nadie la intimida, ni la propia Natalia Osipova con quién compartió escenario. Estaba al lado de una de las más grandes y en ese momento Triana se dio cuenta que podía seguirle el paso.
Y los escenarios difíciles también los domina; el Teatro Principal de Florencia es uno de estos casos: “es impresionante la vertical que tiene y me dije aquí como me paro en puntas me voy a caer”. Al final hizo lo que sabe hacer muy bien, bailar con pasión.
México, un regreso
Una de las funciones más emotivas que ha tenido fue la del 10 de agosto pasado en la Sala Julian Carrillo de Radio UNAM porque entre el público estaban sus papás, sus abuelos, sus hermanos, su pareja, sus amigos que viajaron desde Italia para acompañarla en ese momento de regreso a México. El Teatro se lleno, la entrada fue libre, solo una función, pero gracias al éxito obtenido les pidieron repetir el próximo año y será una presentación más completa.
Y está bailarina triunfadora recomienda a niñas y niños mexicanos perseguir sus sueños; les dice que a veces no se cumplen exactamente como se sueñan, pero que esto es mejor.
Deben ser conscientes de que no es fácil, agrega, ser bailarina es más difícil porque se comienza desde bien pequeño, los minutos y los momentos son irrepetibles, los momentos en el escenario son únicos e irrepetibles, pero las recompensas van a estar allí.
Llamado
En nuestro país las cosas no van como deberían de ir, el apoyo a la danza no va bien, expresa, así que “si quieres hacer las cosas sigue tu pasión, si realmente hay pasión en los niños, déjenlos volar y denle alas, hay que darles herramientas para perseguir ese objetivo”.
“La danza si uno tiene talento y tiene pasión, debe seguirse, uno debe tener amigos para que estén allí, tener el apoyo de la familia aunque sea a distancia, cuando lo necesiten para un bailarin tener a su gente atrás, a su casa aunque este lejos hace grandes diferencias”.
Para Triana “el apoyo a la danza no es el que debería de ser y cuando uno quiere y necesita seguir la pasión, acaba marchándose, yo me fui de México porque me quería ir, no por capricho ni porque fuera una niña rica que quería salir de mi casa”. Indica que la sufrió en México y si se fue fue porque hay trenes que pasan solo una vez en la vida.
“Ojalá haya mejor futuro para los bailarines, ojalá podamos sacar a esas nuevas generaciones, ¡qué daría yo porque en unos años pudiera tener en mi país un centro de alto rendimiento para poder representar a México fuera y dentro”, expresa, “ojalá hubiera una compañía con talento, con ganas con ímpetu. Yo sigo esperando el día que la puerta de México se vuelva abrir para poder volver como profesional, la espere mucho tiempo y no la encontré, pero ahora hago una invitación a todo aquel que lo desee para que se pongan en contacto conmigo para volver allá, por lo menos una vez al año; de eso se trata volver, de crecer entre todos y de poco a poco demostrar que se puede”.