La empresa All Music Works (AMW) se presentó como la primera discográfica de España, “y en el mundo prácticamente”, integrada por artistas digitales generados mediante inteligencia artificial (IA), con la premisa de “cambiar el paradigma” de la industria por su eficiencia creativa y de recursos.
“Somos capaces de hacer lo que Warner con 10 artistas en los que invierte 10 millones y tarda un año en desarrollarlos y producirles un videoclip, solo que nosotros lo hacemos en un mes y con una décima parte del coste o menos”, aseguró Carlos Zehr, fundador de esta compañía, centralizada en la ciudad española de Málaga y con representaciones en varios lugares del país.
AMW es un “colectivo creativo” que actúa como sello discográfico y que incluye a expertos en diseño y producción musical, entre otras especialidades, y que son quienes añaden la parte de talento humano para salvar los escollos legales en cuanto a derechos de autor.
“Frente a otros fenómenos musicales creados hasta ahora por IA, que partían de contenidos con ‘copyright’, por ejemplo coger la voz de Bad Bunny o de Rosalía, desde AMW hacemos un trabajo cien por cien original, aunque trabajemos con herramientas de IA”, asegura Zehr.
Explica que el proceso de creación comienza, de hecho, de la manera más analógica posible, “en papel”, tras haber analizado estudios de tendencias, que se emplean para imaginar al personaje y caracterizarlo.
Lo dotan así de un pasado y un presente, como que haya estudiado en Los Ángeles (EU), lo acaba de abandonar su pareja o se haya acercado a las drogas. Y todo ello, a partir de la IA, toma forma.
Toca entonces desarrollar su repertorio musical, con un sonido acorde a su estética. “En función de su estilo y el tipo de artista, se usa una herramienta u otra e influye más la parte humana del equipo o la IA para crear su voz, la parte instrumental y las letras”, cuenta el fundador de AMW.
La compañía trabaja con diferentes IA y crea, a veces, una voz ‘ad hoc’ a partir de una real, con la que entrenan a la inteligencia artificial, dentro de un proceso en el que la supervisión del equipo humano es constante.
“En el apartado legal, actualmente se debate qué se considera creatividad y si para serlo, tiene que haber una parte humana. Si yo le doy a un botón y, aleatoriamente, me genera lo que yo quiera, no es arte, pero si yo construyo las directrices, sí. Es como si fueran ‘alter egos’ nuestros, pero no ponemos nuestra cara”, argumenta Zehr.
Entre los artistas desarrollados figuran nombres como Peggaeo, Miyoo o The Good Dog, que acaban de llegar a plataformas musicales de internet como Spotify o TikTok y que abarcan géneros desde el trap al indie, pasando por el rock, el reguetón o el pop.