La noche caía lentamente sobre la Ciudad de México el domingo 1 de diciembre, pero dentro del Auditorio Nacional la atmósfera ya estaba cargada de energía. Eran las 20:30 horas en punto, cuando las luces rojas iluminaron el escenario y una densa ráfaga de humo anunció el inicio de una velada que quedaría grabada en la memoria de 10 mil asistentes.
División Minúscula, la banda oriunda de Matamoros, Tamaulipas, estaba a punto de hacer historia en uno de los escenarios más emblemáticos del país.
Al fondo, la introducción de “Cry little sister” marcaba el preludio, y de pronto, con la fuerza de un trueno, explotó “Escombros”. El público respondió con un rugido ensordecedor mientras Javier Blake, el carismático vocalista, saludaba: “Buenas noches, Auditorio Nacional. Somos División Minúscula de Matamoros”.
La emoción era palpable. Blake, guitarra en mano y sonrisa en el rostro, agregó: “Es un placer estar con ustedes esta noche. Que el mundo espere allá afuera, porque hoy venimos a celebrar”, fueron las primeras palabras que la agrupación ofreció.
La banda desplegó un repertorio que fue más que un simple concierto: fue un viaje emocional a lo largo de sus 28 años de carrera. Canciones como “Humanos como tú”, “Un beso al aire y un tiro al pecho” y “Diamantina” hicieron vibrar cada rincón del Auditorio.
“¿Cómo vamos, Ciudad de México?”, preguntó Blake mientras la ovación retumbaba, “Qué bonito se oye esta noche, hasta allá arriba”, dirigiendo sus ovaciones al público de la zona más alta del inmueble.
La conexión entre banda y público fue inmediata. Blake, siempre cercano, caminaba por el escenario, compartiendo miradas y palabras con sus compañeros: Kiko Blake en la batería, Ricci Pérez en la guitarra, Alejandro Luque en el bajo y Eduardo Vela en la segunda guitarra.
Una de las canciones más coreadas fue “Frenesí”, que desató una ola de gritos y saltos. Poco después, la multitud comenzó a clamar al unísono: “¡División! ¡División!”.
El Auditorio Nacional se convirtió en una máquina del tiempo cuando interpretaron “Cada martes”, una canción que evocó años de secundaria y preparatoria entre los asistentes.
Blake aprovechó un breve silencio para compartir una reflexión: “Esta ciudad es mi casa desde hace 18 años, pero la primera vez que tocamos aquí fue en 1998. Desde entonces, hemos hecho amigos que hoy llamamos hermanos. La música nos ha dejado recuerdos, pero, sobre todo, nos ha dejado a ustedes”.
El momento más emotivo llegó con “Astro”, cuando el público iluminó el recinto con las luces de sus celulares, creando un mar de estrellas que parecía abrazar a la banda.
Entonces llegó el turno de “Sognaré”. Las luces se apagaron por completo, y el Auditorio quedó envuelto en penumbras mientras miles de voces entonaban cada palabra. Fue un instante mágico, donde el pasado y el presente se unieron en un solo coro.
Voy a aprovechar este momento para presentarles a mis amigos”, dijo Javier, conmovido. “Un aplauso para Alejandro Luque, Ricci Pérez, Eduardo Vela, y mi hermano Kiko. No es un gusto, es una bendición estar con ellos y con ustedes esta noche.
El concierto se acercaba a su fin, pero la intensidad no disminuía. “Sismo” fue el clímax perfecto para presentar a toda la banda, y justo cuando parecía que todo llegaba a su desenlace, ocurrió lo inesperado: una de las mamparas del escenario se desplomó, dejando una luz colgando peligrosamente.
“¡Órale! Ustedes fueron los que tumbaron esto”, bromeó Javier antes de que el equipo de seguridad los desalojara temporalmente del escenario.
La oscuridad llenó el lugar durante unos minutos que parecieron eternos, pero División Minúscula regresó con fuerza para interpretar “Voces”, cerrando con broche de oro una noche inolvidable.
Antes de despedirse, Blake dejó un mensaje que resonaría en cada corazón: “No sé si nos volveremos a ver pronto o si estaremos mañana, pero quiero agradecerles por esta noche. Si el mundo acabara hoy, yo me iría cantando con cada uno de ustedes”, expresó.
Y así, con una mezcla de nostalgia, gratitud y euforia, División Minúscula demostró que después de casi tres décadas, siguen siendo una banda que no solo crea música, sino que construye lazos inquebrantables con sus fans. Porque en esa noche mágica, no solo se celebró una carrera, sino la certeza de que, mientras haya música, siempre habrá un lugar donde el mundo pueda esperar afuera.