Probablemente uno de los directores más influyente e impactante de la actualidad y con la vida personal más cinematográfica del mundo sea Mohammad Rasoulof, quien tras huir de Irán sin pasaporte para evitar ser castigado con azotes y varios años de prisión así como la confiscación de sus bienes, logró terminar su película dando indicaciones desde el extranjero y pudiendo llegar por los pelos a presentar su film en el festival más importante del mundo del Festival de Cannes, ganando el premio especial de jurado.
En el reciente Festival de Cine de Valladolid, el aclamado cineasta iraní Mohammad Rasoulof vino a recoger su premio Espiga de Honor y a presentar su película La semilla del fruto sagrado, un trabajo que fusiona lo personal y lo político con un potente mensaje simbólico. Durante la entrevista concedida a este medio, Rasoulof ofreció profundas reflexiones sobre su obra y su propia experiencia como cineasta perseguido por el régimen iraní, brindando declaraciones que reflejan su lucha y visión artística.
“En el año 2018, me otorgaron un premio especial (en el festival de Seminci), pero en ese momento estaba prohibido salir de Irán. Pasaron años con esta prohibición hasta que, finalmente, hace unos meses logré salir del país de manera ilegal. Ahora estoy aquí, en Valladolid, no solo para recibir aquel premio que se me había negado entonces, sino también para presentar mi última película”, con estas palabras, Rasoulof resumió una de las muchas dificultades que ha enfrentado como cineasta crítico del régimen.
La sinopsis de la película es la siguiente: El juez de instrucción Irán se enfrenta a la paranoia en medio de los disturbios políticos de Teherán. Cuando su pistola desaparece, sospecha de su mujer y sus hijas, imponiendo medidas draconianas que tensan los lazos familiares a medida que las normas sociales se desmoronan.
Sobre el origen del título de su película, Rasoulof explicó que la inspiración vino de una experiencia personal durante su exilio forzado dentro de Irán: “En el 2017, cuando estaba en Irán y me habían prohibido salir del país, me fui a vivir un tiempo a una isla en el sur de Irán”, comentó en entrevista exclusiva con Crónica Escenario.
Muchos de nosotros, incluidos otros artistas como <b>Ali Abassi </b>o <b>Zar Amir Ebrahimi</b>, hemos tenido que irnos, pero eso no significa que hayamos dejado de sentir esa responsabilidad hacia nuestro país
— Mohammad Rasoulof
“Allí me encontré con un árbol de higuera que tiene un ciclo de vida muy interesante. Las aves comen sus frutos y, a través de sus heces, las semillas caen sobre otros árboles, germinando y echando raíces que, eventualmente, sofocan al árbol huésped. Esa imagen se quedó en mi mente, y cuando escribía esta película, recordé ese ciclo vital, que me sirvió de metáfora”, añadió.
Una de las preguntas que más intriga al público es sobre el uso de grabaciones reales de protestas en Irán, material filmado por los propios ciudadanos. Rasoulof describió el impacto que esas imágenes tuvieron en su trabajo: “Cuando comenzó el movimiento Mujer, vida, libertad, yo estaba en prisión. Sabía que los periodistas no podían hacer su trabajo correctamente, y no salía ninguna imagen de las protestas”, dijo.
“Pero la gente empezó a grabar con sus teléfonos móviles y, cuando salí de la cárcel, miré esas imágenes para entender qué había pasado en mi ausencia. Me impactaron profundamente, y supe que quería utilizarlas para mostrar lo que sucedía fuera de la casa en la que los personajes de mi historia estaban atrapados”, agregó.
Rasoulof también reflexionó sobre la influencia de las redes sociales y cómo han alterado la manera en que los iraníes, tanto dentro como fuera del país, se conectan: “Vivimos en una época donde el mundo digital lo ha transformado todo. El significado de la geografía ha cambiado, y ahora hay un ‘Irán cultural’ al que podemos acceder desde cualquier parte del mundo. Millones de iraníes han tenido que abandonar el país en los últimos 45 años, pero gracias a este mundo digital, pueden mantener una conexión más fuerte que nunca”, destacó.
Respecto a su salida de Irán y su vida en el extranjero, Rasoulof compartió las contradicciones y dificultades que enfrenta: “Salir de Irán trae consigo sentimientos encontrados. Muchos de nosotros, incluidos otros artistas como Ali Abassi o Zar Amir Ebrahimi, hemos tenido que irnos, pero eso no significa que hayamos dejado de sentir esa responsabilidad hacia nuestro país. Incluso estando fuera, seguimos conectados, y creo que es nuestro deber seguir contribuyendo, de alguna manera, a esa lucha por la libertad”, mencionó.
Creo que el cine es una de esas artes que tiene la capacidad de influir profundamente en la sociedad
— Mohammad Rasoulof
Rasoulof reflexionó sobre el poder del cine para cambiar la sociedad: “El arte, antes de tener un impacto colectivo, tiene un impacto individual. Ese cambio personal, cuando se da en muchas personas, puede llevar a un cambio colectivo. Creo que el cine es una de esas artes que tiene la capacidad de influir profundamente en la sociedad”, enfatizó.
El cineasta también compartió su admiración por el cine latinoamericano: “El cine latinoamericano es realmente inspirador. Hay muchas películas que me encantan, y los cineastas de esta región siempre me han inspirado”, comentó.
Finalmente, al ser cuestionado sobre por qué el cine iraní es tan excepcional, Rasoulof ofreció una reflexión cultural: “El cine iraní tiene raíces muy profundas en nuestra rica cultura. Creo que una generación de cineastas nos enseñó a redefinir nuestra identidad, incluso bajo la presión de un gobierno represivo. Ese legado ha sido clave para mantener viva nuestra voz cinematográfica”, concluyó.
A través de estas palabras, Rasoulof no solo explicó su proceso creativo, sino que también dejó claro el papel del cine como un vehículo de resistencia y una forma de mantener viva la voz de quienes son silenciados. Su filme La semilla del fruto sagrado representa a Alemania en los Premios Oscar.
El cine iraní tiene raíces muy profundas en nuestra rica cultura. Creo que una generación de cineastas nos enseñó a redefinir nuestra identidad, incluso bajo la presión de un gobierno represivo
— Mohammad Rasoulof