La Miringua es un espectro del folclore de la zona lacustre del estado de Michoacán. Según la leyenda, es un ser o espíritu que habita en lago de Pátzcuaro y se presenta ante los pescadores embrujándolos para que la sigan y se ahoguen en el lago.
Sus raíces purépechas se asocian con el olvido, algo que también se atribuye a este peculiar espectro capaz de hacer que no recuerdes tu destino original, o peor aún, los peligros del lago mismo. Apareciendo normalmente por las noches, el fin para aquellos que caen en su embrujo suele ser morir ahogado y aparecer flotando en la orilla a la mañana siguiente.
Esta leyenda es retomada por el director Edgar Nito, que después de su ópera prima, Huachicolero (2019), se sumerge por completo en las aguas del terror para contarnos Un cuento de pescadores, en las que la criatura mítica mexicana cobra vida a través del agua de la zona lacustre michoacana, relacionándola con un mal presagio que, usualmente, culmina con la muerte.
Todo esto a través de un ensamble coral en la que los protagonistas tendrán su particular encuentro con esta criatura que causará estragos en su vida de diversas formas.
Nito comienza con una narración sobre los peligros de la Miringua, esto como señal de advertencia de lo que estamos a punto de presenciar. A partir de ahí, el relato va recorriendo las historias de algunos pescadores de la zona.
Uno de ellos (Jorge A. Jiménez) es conquistado por la presencia de una jovencita en el lago (Renata Vaca), otro involucra una historia de amor violentada por la mala relación entre los hermanos de los enamorados, pasando por un trío amoroso en el que un joven (Hoze Melendez) rompe con la relación de dos mujeres, así como la paranoica presencia de un alcohólico (Andrés Mendoza) que grita a todos sobre la maldición que se cierne sobre ellos.
El guión, coescrito por Nito y Alfredo Mendoza, se encuentra un tanto disperso en su coralidad. Sin embargo, eso da la sensación de estar presenciando estos relatos como si fueran relatados oralmente, como un ensamble de anécdotas.
Además, desde el inicio tenemos la figura de un narrador etéreo que plantea brevemente lo que es la Miringua y su grave consecuencia, afirmando que ante su aparición, lo único que queda es esperar la muerte. Aunque los cuatro cuentos tienen un diferente peso en el filme, todos ofrecen una perspectiva diferente de la leyenda purépecha a la que se refiere.
Si bien Nito si crea una representación simbólica y terrorífica de lo que es esta criatura, le saca provecho al plantearla como este ser acuático similar a la sirena y su ahogo, así como una especie de maldición incorpórea inevitable o también, mostrándola como un lapsus de locura momentánea que parece tomar por sorpresa a los protagonistas del ensamble, quienes encaran la infame consecuencia de toparse con este ser mítico de tez blanca que se convierte en el más doloroso idilio etéreo o en una insanidad desmedida que solo ve el fin del mundo.
Otro de los puntos destacados de esta cinta es la creación de un realismo mágico intrínseco a través de la creación de atmósferas.
Gracias a factores como la composición musical, a cargo de Leonardo Heiblum, Nicolás García Liberman, Emiliano Gonzalez de León y Odilón Chávez, la sensación de las raíces michoacanas se combina de buena forma con los adecuados tintes de terror que acompañan muy bien los paisajes de Pátzcuaro y sus islas.
A esto, se acoplan temas de banda e incluso de Marco Antonio Solis, “El Buki”, que son representantes dignos de la cultura de este estado.
Como buena cinta coral, lo más complejo que Nito enfrenta es el balance entre los relatos, pero afortunadamente se sostiene gracias a un trabajo actoral importante por parte de los mismos.
Entre los que destaca Jorge A. Jimenez, una sorpresiva Renata Vaca y los jóvenes talentos de Hoze Melendez y Andrés Delgado, que probablemente es quien más irregular sea en el tono de su interpretación. Pero entre ellos y la mezcla con actores no profesionales, el realizador guanajuatense, como en su anterior filme, saca lo mejor del ensamble que participa de buena forma en los relatos que rodean a la Miringua.
Así, Un cuento de pescadores es una sólida entrega de genero que se alimenta de las leyendas mexicanas, alimentando el interés por el folclor nacional que últimamente se siente presente con la encarnación de leyendas como las populares brujas a la mexicana en Mal de ojo (Ezban, 2022) o la leyenda de la no tan conocida pero impactante Huesera (Garza Cervera, 2022) o la modernizada versión de La Llorona en KM 31 (Castañeda, 2006), todo para hablar de problemáticas interesantes y mostrar que en nuestro país existen suficientes relatos no sólo para darnos miedo, sino para conocer y abrazar en el terror, siempre y cuando no seamos ahogados o llevados a la locura por las mismas.
El filme formó parte de la competencia del Festival Internacional de Cine de Morelia y también formó parte del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.