Luca Guadagnino es un director confrontador y polémico por decir lo menos.
Y para muestra tenemos, entre otros tantos ejemplos, películas como The Protagonist (1999), Io sono l’amore (2009), Call me by your name (2017), Bones and all (2022) o recientemente Challengers (2024) que resultan propuestas provocadoras que no permiten al espectador mantenerse impávido o tibio con lo que ve en pantalla.
Y por supuesto que Queer, su última película en pantalla, no está exenta de estas controversiales cualidades.
AÚN RECUERDO ESA FUNESTA PALABRA QUE QUEMÓ MI TAMBALEANTE CEREBRO ¡HOMOSEXUAL!
Con un guión de Justin Kuritzkes basado libremente en la novela del mismo nombre escrita por el heterodoxo William S. Burroughs a principios de la década de los años cincuenta, Guadagnino pone sobre la mesa una película que navega entre la soledad y la depresión que esta conlleva, así como también la irresponsable lujuria como válvula de escape frente a la búsqueda desesperada del amor y la incapacidad (o temor) de enfrentar los propios demonios.
Ubicada en un Distrito Federal cincuentero, la película cuenta la historia de un auto-expatriado William Lee (Daniel Craig), escritor que pasa de los sesenta años, que vive buscando desesperadamente el amor y el sentido de la vida en la subterránea comunidad gay en México donde coincidían furtivamente oriundos y extranjeros bajo la nomenclatura de “Green Lantern” y el Bar Chimu en el centro de la ciudad. Lee se mantiene en el camino gracias a una rutina de drogas, alcohol y sexo fortuito con el mismo resultado siempre: Felicidad instantánea, soledad constante.
Hasta que conoce a Eugene (Drew Starkey), un excombatiente de la guerra con quien tiene que replantear su vida para no morir solo y en desgracia. Y es en esta parte donde la película toma un carril y que nos permite acompañarlo, justamente, en todas esas etapas del amor que van de la conquista de una persona mayor a uno menor, los exabruptos, celos imaginarios, acosos, momentos que rayan en lo patético hasta que las circunstancias van tomando una forma natural para que fluya como una relación estable y de mutuo acuerdo emocional.
Y ME PREGUNTABA: ¿SERÉ YO UNA DE ESAS COSAS SUB-NORMALES?
La película es una constante búsqueda dividida en tres grandes actos que se definen como el arte del amor, la consolidación y el encontrarse con uno mismo, que en este caso es mediante el uso de los opiáceos, para terminar en un epílogo que resume las consecuencias de dicho viaje y regresar, irónica e irremediablemente, al mismo punto de partida.
Guadagnino desarrolla la historia con un ritmo lento debido a que constantemente estamos inmersos en las dudas y descubrimientos de Lee que utiliza la figura de Eugene para, primeramente, justificar y luego exorcizar sus carencias emocionales y permitirse continuar viviendo con una razón.
Aquí sobresale por mucho la interpretación de Daniel Craig quién se sumerge por completo no solo en la complejidad de Lee sino en la psique de Burroughs en un momento de su vida sumamente complicado y que utilizó la novela para igualmente tratar de expulsar el daño que lo torturó hasta la muerte.
Pero no solo el trabajo de Craig fue impecable, de hecho, puedo afirmar que es el mejor hasta este momento de su carrera; sino también de las actuaciones de Jason Schwartzman como el ancla afectiva en el mundo frívolo del micro-universo de la comunidad gay en el Bar Chimu, de Lesley Manville como esta selvática gurú Dra. Cutter que ayuda a Lee a abrir los portales de su psique - para bien o para mal como descubre el personaje – y por supuesto Drew Starkey en el papel de Eugene que representa no solo el amor sino la culpa y arrepentimiento que cargó William S. Burroughs en su obra y en su vida personal y que sirvió como acompañante de su alter ego en Lee en esa etapa de reencuentro y posible auto-perdón mediante el amor.
LOS NATIVOS LA LLAMAN YAGE
El imaginario de la novela no solo es visualmente acertado en las sensaciones de la decadencia entre el conformismo y la estoicidad mostrado en pantalla respecto a los ambientes apabullantes y personajes pueriles que rodean la existencia de Lee y que son, en gran medida, el motivo del enamoramiento desbordado que siente por Eugene sino también es la evidencia del proceso hacia una necesidad de “salvación” del escritor para recuperar lo que dejó atrás e iniciar una nueva vida en la que nos permite, como espectadores, acompañar a la pareja en un viaje de enfrentamiento para Lee y de descubrimiento para Eugene a una metafórica selva Ecuatoriana.
Es sumamente agradecible que el director haya mantenido la naturaleza abiertamente dependiente a las drogas del escritor y que dio, como es igualmente sabido, el que sus obras se manejaran con el alto nivel de alegorías debido a que permite al lector, y en este caso al espectador, a dar una interpretación personal en los momentos más íntimos y por lo mismo, más complejos de la narrativa de Burroughs.
Y, por si fuera poco, y en un arrebato de genialidad por parte de Guadagnino, la música que acompaña las situaciones de Lee durante toda la trama es de intérpretes contemporáneos en lugar de canciones de la época.
Y no porque se dudara de las temáticas musicales de los años cincuenta sino, en una apreciación netamente personal, por la atemporalidad del propio escritor que colaboró con una enorme cantidad de músicos de rock durante varias décadas hasta su muerte en 1997. Para mí, este es un homenaje a esa faceta de Burroughs aun cuando no sean canciones en las que colaboró.
Y hablando de homenajes, debo decir que, por momentos y sobre todo en el primer acto y epílogo, la narrativa e imagen que nos mostraba a Lee me remitía inconscientemente a esa obra de arte de Luchino Visconti llamada Morte a Venezia de 1971.
ES BUENO VOLVERTE A VER
En resumen, Queer es una película no fácil – incluso puede parecer aburrida por la carencia de ritmo en varias secuencias - y que, si no se está acostumbrado al cine de Luca Guadagnino o a los textos de William S. Burroughs podría parecer lenta y sin sentido, pero si se dejan atrás los posibles prejuicios que emerjan desde el principio, se descubrirá una obra que exige atención, provoca sensaciones y deja, como resultado, interpretaciones netamente personales de lo que se vio en pantalla. Y en pantalla de cine por supuesto.