Fue en la década de los 60 que Sergei Kravinov, mejor conocido como Kraven el Cazador, hizo su primera aparición en los cómics del Hombre Araña, convirtiéndose de inmediato en uno de los enemigos más memorables del popular superhéroe.
Ruso de sangre e hijo de un aristócrata que huyó a los Estados Unidos con su familia después de que la nobleza rusa fuera diezmada por la Revolución de Febrero, su presencia coincidía con los tiempos de la Guerra Fría en EU, por lo que se convirtió en un rival ideal para la época.
Sesenta años después, Kraven el Cazador debuta en la pantalla grande con la última película del multiverso Sony de villanos alrededor del héroe arácnido, teniendo un panorama complicado ante las malas recepciones que otras entregas han tenido (Madame Web, Morbius).
Sin embargo, a pesar de los pecados anteriores de la productora, el cineasta J.C. Chandor (Triple frontera, 2019; Todo está perdido, 2013) encuentra una manera en la que este personaje sobreviva al caos gracias a un buen manejo de la acción y un protagonista magnético.
La cinta de Chandor nos muestra el camino de Sergei (Aaron Taylor-Johnson) y su transformación inevitable hacia ese villano que es capaz de atemorizar a todos, visto a través de una infancia dolorosa y un milagro que le otorga los poderes que lo potencian como el temido Cazador.
Sin embargo, los problemas con su padre (Russell Crowe), una de las altas cabezas de la mafia local, así como el lazo que lo une a su hermano menor (Fred Hechinger), harán que las buenas intenciones de implementar justicia a todo costo desvíen una brújula moral de por sí retorcida.
Taylor-Johnson es, sin duda, el mayor acierto que tiene Kraven el Cazador. A diferencia de otros actores casteados anteriormente (Jared Leto, Dakota Johnson), él demuestra la preparación y pasión que tiene por representar el arco de este personaje, caminando de buena forma por las áreas grises que circundan al protagonista.
Además, con su físico y la capacidad que tuvo de realizar varias de sus escenas de acción, le otorgan al histrión británico una presencia que resuena de buena forma en el filme.
Hablando de la acción, otro de los puntos fuertes de Chandor es mostrar la violencia característica alrededor de este personaje con algunas secuencias de acción bastante bien logradas, mostrando el lado más salvaje de Kraven y su lucha en la que pasa de ser el infame cazador aquel que es cazado por un rival como lo es Rhino (Alessandro Nivola), regalándonos la mejor representación física de este clásico villano y lo que es capaz de hacer con su fuerza.
Pero Kraven el Cazador adolece del mal que no se han podido sacar las cintas del multiverso de Sony en live action: el guión. Si bien el arco que Kraven/Sergei tiene hasta convertirse en el legendario villano tiene una segunda mitad bastante efectiva, son los detalles como la construcción de rivales medianamente eficientes o de un ritmo bastante pesado durante su primera mitad la que despoja a este filme de un mejor destino.
Esto, tristemente, sucede a pesar de que, tanto el personaje como su desarrollo, si tienen definida una idea de cómo presentar al legendario cazador, algo que anteriores entregas no tenían ni idea.
Eso se revela en, justamente, lo plano de la historia en la que, por largo tiempo, parece no llevar a nada hasta que detona por fin el conflicto. A eso, se suma que los personajes secundarios son realmente caricaturescos, incluso insulsos.
Si bien el resto de la familia Kravinoff gravita en una historia de mafia y poder que a todas luces se siente como El Padrino (Coppola, 1972) pero descafeinado, ni Crowe ni Hechinger logran destacar en la química/enfrentamiento con Sergei.
Ni qué decir de la aliada de Kraven, Calipso (Ariana DeBose) o del patetismo que a veces alcanza Rhino con líneas tan malas que provocan risa en momentos no tan adecuados.
Es ahí donde este live action pierde mucha de su inercia, pues ni el gran carisma de Taylor-Johnson puede contrarrestar el pesado ritmo de su planteamiento, uno que comienza de buena forma para después caer en un letargo preocupante.
A eso, se le suman algunos momentos que recuerdan a las adaptaciones de viñetas de hace dos décadas con punchlines tan cursilones o ridículos que resultan divertidos, ya sea con intención o por mero accidente. Todo esto derivado de que Chandor tiene una visión que resulta un poco más seria para lo que está planteando la historia.
Otra polémica entre los conocedores del cómic será, sin duda, los cambios que sufren los orígenes de Kraven en esta historia. Aquí, sus motivaciones son diferentes y la adquisición de sus poderes combina un factor importante que no había sido tomado anteriormente.
Aunque no se convierte en un panfleto defensor del medio ambiente, sí resulta curioso que Kravinoff sea un cazador que solamente va por humanos, dejando a los animales aparte y, a veces, tomándolos como aliados.
Aparte de ello, la cinta está llena de cuestiones argumentales tan absurdas en algunos casos que se vuelve divertido el asunto. Es cuando Kraven se toma mucho más en serio donde adolece de una vena entretenida, pero sobre todo no llega a encontrar el debido balance de sus intenciones.
Aunque la cinta, como su protagonista, termina por aceptar esa vena exacerbada que lo aleja de un aburrido realismo, Kraven el Cazador sí adolece de no tener sus armas apuntaladas y ser un filme chato pero con el suficiente filo para, al menos, alzarse como la mejor cinta de un villano que no merecía cerrar de tan fea forma.
Con unos efectos especiales que tampoco lucen del todo mal, Aaron Taylor-Johnson acierta en los aspectos positivos del mortal cazador en una cinta que, claramente, ofrece muchos guiños para aquellos fans de las viñetas del Hombre Araña, ofreciendo un último rugido para Sony y sus villanos, mismos que cierran su proceso con una mediana cinta de acción que no ofrece mucho más que otras tantas previas, pero que al menos trató de defender de mejor forma la idea e identidad del personaje en un multiverso condenado al olvido que tuvo un par de destellos.