Este año, como parte del 28º Tour de Cine Francés llegó al país el más reciente largometraje del dúo de directores Éric Toledano y Olivier Nakache, quienes hace casi 15 años se hicieron de fama internacional y arrasaron con la taquilla francesa con su bienintencionado film Intouchables, 6 años después hecha remake en Estados Unidos.
Ahora rechazando las movilizaciones en Francia y el activismo se vuelcan a la sátira que más que ejercer una crítica los revela como reaccionarios defensores de las instituciones y el empresariado. De esto habla Un año difícil.
El caso Adèle Haenel
Hace un año la actriz Adèle Haenel, protagonista de varios de los filmes de Celine Sciamma pero mundialmente reconocida por su última colaboración con la directora, Retrato de una mujer en llamas, anunció su retiro del cine debido a la pasividad de la industria a las denuncias de sobrevivientes de abuso sexual.
Entre los nombres que destacó fueron los de Gérard Depardieu, Dominique Boutonnat y Roman Polaski, todos con múltiples denuncias de abuso sexual y el último con una orden de aprehensión en Estados Unidos desde hace décadas, pero cobijado en el país por la industria cultural francesa.
Este retiro era una manera de llamar la atención a 3 precedentes: la infame premiación de los Cesar en la que Polanski ganó mejor director pese a la protesta de actrices por su nominación y con estas mismas saliendo de la sala al anuncio del premio entre gritos de indignación, la continua exclusión de personas racializadas en el cine francés siendo ella misma testigo de esta práctica en castings para películas de Bruno Dumont y el rechazo generalizado al movimiento #Metoo por la Academia de las Artes y Técnicas del Cine de Francia, evento que la afectó directamente cuando en 2020 denunció al director Christophe Ruggia por la violencia que ejerció cuando ella tenía 12 años y filmaba su primera película.
La carta de retiro parece lamentablemente no haber causado algún cambio en la industria del cine francés y en su lugar generar un efecto contraproducente de condena al activismo y la denuncia reflejado principalmente en la producción fílmica.
Las propuestas del Tour de Cine Francés
Cada año el Tour de Cine Francés, iniciativa de la Embajada de Francia y la distribuidora Nueva Era Films y arropada por la Unión de Alianzas Francesas, el IFAL y Cinépolis, vuelca sus esfuerzos más en la selección de títulos con destacado desenvolvimiento de taquilla en Francia que en obras notorias, por lo que la muestra seleccionada es muchas veces críticamente vapuleada por su convencionalismo.
Sin embargo, yo encuentro este aspecto destacable porque el filtro que festivales como Cannes, Venecia o Berlín nos coloca muchas veces crea la ilusión de que todo el cine europeo, y en especial el francés, es meritorio de la distribución internacional y casi de obligado visionado, pero al convivir con las películas francesas que realmente ocupan las salas de cine de su país podemos encontrar lo que nos une, una producción fílmica tanto aquí como allá creada a imagen y semejanza de la comedia gringa pero que deja ver de vez en cuando problemas sociales de nuestros países.
Por ejemplo, el año pasado dentro de este tour se encontraba El libro de las soluciones de Michel Gondry, una película sobre un neurótico, megalómano y problemático director de cine que antes de ceder con su proyecto, prefiere excluirse con su equipo en un pequeño pueblito sometiéndolo a la inclemencia y presión permanente para terminarlo.
La cinta ya hablaba de una noción del director de cine alejado de un artista o un colaborador y más cercano al jefe o capataz, una visión empresarial cada vez más presente en torno al oficio.
Este año dentro de las películas del tour encontramos esta misma visión empresarial en Un año difícil. Aquí dos amigos endeudados hasta el cuello y no elegibles a una cancelación de deuda por el Banco de Francia se enlistan en un grupo de activísimo medioambiental para aprovecharse de los bocadillos gratuitos de sus reuniones y revender los objetos recibidos por donación.
Un filme sobre el activismo ambiental
Albert y Bruno son plasmados como dos consumidores voraces, chantajistas y cuya única compañía es la suya pues la deuda les ha ocasionado problemas con familia y amigos, y que dada su precaria situación dependen de la venta, la limosna y la buena voluntad; de la de su hermana a la que le ruega por que le preste una camisa o la de conocidos para tener donde pasar la noche. La representación de ellos, aunque claramente es burlesca suele ser más clemente que la que hace del grupo activista del que se aprovechan.
Valentine, apodada como “cactus” es la líder del grupo, una mujer de clase alta preocupada por el hiperconsumo y el derroche que, constantemente da a entender la película, moviliza no por su fiereza y convicción sino desde su capital sexual pues es el objeto de deseo de varios de los miembros.
Al poner el foco, como siempre, en una mujer de clase alta que habita una mansión y da lecciones del tipo de “que palabras pueden regalarse en navidad en lugar de objetos” los directores tienen claro querer deslegitimar la causa que abandera así mismo mostrando el activismo político como una muestra de gente persiguiendo intereses particulares: en el caso de algunos la gratificación sexual (una de ellas incluso acosando a un compañero a costa de chistes de violación), de otros crecer mediáticamente y de nuestros protagonistas satisfacerse de forma económica.
La comedia es el camino
Los directores con chistes a la ingenuidad del grupo y la caricatura a los ambientalistas manchan a su paso a todos: a activistas en todo el mundo que corren peligro o que han muerto por defender el medio ambiente, en especial en Latinoamérica; a los grupos feministas; a los cierres viales de las madres buscadoras; a los grupos en defensa de trabajadores y lucha sindical; a los performance de denuncia de los grupos LGBT y colectivos que visibilizan los transfeminicidios; y en especial al pueblo francés.
Ellos compilan una serie de protestas y una a una las ridiculizan: la de Graziano Cecchini en 2007 que vertió tinte rojo en la Fontana de Trevi en Italia por la negligencia del gobierno en el cuidado del medio ambiente y la regulación del turismo, la de Nan Golding en 2018 contra la farmacéutica Sackler por su implicación en la crisis de los opioides, las de grupo Equanima que desde el 2017 realizan protestas en la Embajada de Canadá en Madrid contra la caza furtiva de focas, la realizada en la presentación de Louis Vuitton en la primavera de 2022, la realizada por activistas negros en las afueras del MET de ese mismo año o la de los grupos de apoyo a los migrantes que en 2023 se encadenaron a la frontera en Tijuana en contra de la construcción de un nuevo muro.
Entre su repertorio, sin embargo, no quieren dejar mal parados ni a instituciones financieras ni a empresas privadas, a las que siempre en su comedia quedan como las únicas entidades coherentes y a merced de grupos desorganizados y sediciosos.
No por nada, incluso en la precariedad de Albert y Bruno los directores abogan por una visión que los condena por sus acciones y a Henri, un asesor financiero que lucha por ayudarlos a salir de la deuda, no dudan en retratarlo también como un deudor no enteramente reformado que busca cualquier excusa para caer en los casinos y salas de apuestas.
Respuesta al clima político
La película parece una respuesta al clima político de Francia en la que la protesta y endeudamiento entre las poblaciones crece pues por un lado deslegitima y se burla de quienes toman las calles y por el otro responsabiliza al ciudadano francés de su condición económica y la crisis del país.
Lo sorprendente no es ver que una película francesa peque de reaccionaria, hay montones así sino una comandada por Noémie Merlant, coprotagonista de Haenel en Retrato de una mujer en llamas en donde además de ser innecesariamente sexualizada es el blanco de burlas como activista y feminista. Mismo con Mathieu Amalric quien por su parte reparte los chistes clasistas de la cinta.
Estos mensajes atraviesan más películas del 28º Tour de Cine Francés como La esposa del presidente sobre Bernadette Chirac, ex primera dama de Francia plasmada aquí como ícono feminista y líder de la lucha de los derechos de las mujeres.
O en No hagas olas queriendo combinar la dinámica de las previamente nominadas al Oscar, The teacher´s lounge de Ilker Çatak y Jagten de Thomas Vinterberg pero resultando en una obra que minimiza la denuncia de abuso sexual infantil y reparte mensajes cruzados en torno a la homofobia.
Con estas narrativas podemos ver un panorama del clima político francés en el que en plena ola de movilizaciones por el gasto público ejercido para los pasados Juegos Olímpicos de París, el alce de la ultraderecha en las elecciones nacionales, el nombramiento de un primer ministro por Macron y el aumento de la edad de jubilación apenas el año pasado inspiran a la élite cultural del país a defender al gobierno y sus instituciones, mientras se avergüenzan del pueblo que interpretan en las pantallas.
Una lástima que pudiendo Merlant apoyar las causas Haenel y de otros miembros del gremio como Justine Triet, se lance al discurso reaccionario pero peor aún hacerlo con una cinta sin futuro más allá de las tres semanas más que estuvo en salas mexicanas. Ahora puede verse en Prime Video.