Quizás uno de los filmes más esperados en el 2024 fue la versión actualizada del clásico de todos los tiempos de Nosferatu, del muy gustado (por varios sectores del horror cinematográfico contemporáneo) director Robert Eggers.
Desde luego que para los incondicionales a Eggers, la propuesta no tiene falla alguna y quedaran, una vez más, extasiados y asegurando que nunca, en 130 años de la historia del cine, ha habido un director de la talla del oriundo de New Hampshire. Y aun cuando la película tiene muchas más virtudes que torpezas, la realidad es que ni por asomo puede considerarse como LA película del año para el cinéfilo en general.
Y antes de entrar en materia, si me permiten, hagamos un breve contexto histórico.
“QUE SU CADÁVER PUEDA VOLVER A CAMINAR EN BLASFEMIA”
En 1922 llegó al mundo una película alemana llamada Nosferatu, eine Symphonie des Grauens que, salvo los nombres de los personajes como el Conde Orlok y ubicación geográfica descrita en los títulos (recordemos que era principios no solo de Siglo XX sino de la cinematografía mundial), era una copia al carbón (plagio dicen las leyes) de la obra escrita por Bram Stoker en 1897.
Esto, por supuesto, desencadenó una serie de demandas legales por parte de la familia Stoker a la obra escrita por Henrik Galeen y dirigida por el encumbrado director F. W. Murnau dando como resultado una breve exhibición y la quema de los rollos en los años subsecuentes alrededor del mundo hasta “desaparecer” cualquier rastro del filme de horror expresionista.
Y pese a las demandas, la película de Murnau trascendió el tiempo y las fronteras gracias a esas exhibiciones dentro y fuera de Alemania (hubo países donde se cambiaron los nombres propuestos por Galeen para nombrarlos como los personajes originales de Stoker, comprometiendo aún más la obra fílmica) gracias a que se encontraron un par de copias que sobrevivieron a la quema de rollos ordenada en la demanda legal; lo que dio una segunda vida al filme muchos años después convirtiéndola, a la fecha, en una auténtica obra de culto transgeneracional a nivel mundial elevando la figura del Conde Orlok (en la persona del misterioso actor Max Schreck) como un tipo de vampiro de características propias como se ha visto en infinidad de novelas, series y películas de TV, juegos de rol como “Mascarada” e incluso en la caricatura de Bob Esponja.
“ME DESPIERTAS DE UNA ETERNA OSCURIDAD”
En 1979, y bajo la dirección del también alemán Werner Herzog, llega al mundo la nueva versión de la obra de Murnau con el título de Nosferatu: Phantom der Nacht con guión del mismo Herzog quien mezcla, como en las copias del 22 que circularon fuera de Alemania, los nombres originales.
Es decir, Thomas y Ellen Hutter son Jonathan y Mina Harker; el Profesor Bulwer es Van Helsing y Heer Knock es Renfield por mencionar unos cuantos, pero tuvo el buen tino de respetar las locaciones originales alemanas de la ciudad ficticia de Wisborg en el desarrollo de la historia dando como resultado una versión Sui Generis con muchas secuencias homenajeadas de la versión original de su paisano como, por ejemplo, la ciudad infestada de ratas y el cementerio.
“PRONTO DEJARÉ DE SER UNA SOMBRA PARA TI”
Y en este 2025, a 103 años de su estreno original, llega a México de la mano de Robert Eggers, uno de los directores contemporáneos más elaborados e impecables del cine de horror mundial, la nueva versión de lo mostrado por Murnau en 1922 bajo el sencillo título de Nosferatu.
En esta versión, Eggers se decanta por una historia donde el romance se empata con la obsesión y la furia sin contención en la figura del Conde centroeuropeo Orlok quién descubre que su único amor vive en la ciudad portuaria de Wisborg y decide, por supuesto, “cruzar océanos de tiempo para encontrarla” sin importarle los medios y acciones que tenga que usar para recuperarla.
Esto permite a Eggers manufacturar una película visualmente imponente dando un paso adelante de sus anteriores obras; con lo que logra superarse a su mismo en el manejo de los encuadres, las sombras y claroscuros derivados de una iluminación que va de lo sutil a lo grandilocuente dependiendo la escena al igual que los movimientos de cámara y los planos secuencia que complementan todo lo anteriormente mencionado que no solo actualizan la narrativa impuesta por Murnau sino que tiene la proeza de crear su propio lenguaje expresionista y eso, en estos tiempos de grandes logros y realizadores con ideas en constante movimiento, es un enorme y muy personal logro del director estadounidense.
Y, por si fuera poco, se da el lujo de flirtear y homenajear muchas secuencias y situaciones combinadas de la versión del 22 y la del 79 de Herzog como, por un mínimo ejemplo referenciado anteriormente, las secuencias dantescas de las calles de Wisborg infestada de ratas o los planos de las playas con sus lápidas y cruces mientras son recorridas por Ellen y Anna.
Sin embargo, la película tiene una enorme deficiencia que sobresale por encima de otras cuantas y muy pasables taras que nos hace preguntarnos, o al menos a mí, ¿En qué diablos estaba pensando Eggers al decidir el reparto?
¿Y DÓNDE ESTÁ EL NOSFERATU?
Esa monumental e inexplicable falla, por desgracia para propios y extraños, recae en la persona de la joven Lily-Rose Depp que lleva al extremo del ridículo al personaje de Ellen Hutter, el interés amoroso del monomaníaco Orlok y punto de partida de toda la trama.
Y por más que la hayan querido presentar físicamente como a la Mina interpretada por la increíblemente hermosa Isabel Adjani en la versión del 79, ella sola echa a perder todo el trabajo narrativo tanto de Robert Eggers como el del resto de sus colegas actrices y actores opacando, incluso, los exabruptos interpretativos de Nicholas Hoult y por supuesto al exagerado y estancado en estos menesteres actor fetiche de Eggers, Willem Dafoe; debido a que en todas sus secuencias pretende llevar el drama y el horror a un burdo y muy deficiente Kabuki híper-teatralizado sin control que, por momentos, me hacía dudar de la acostumbrada pericia que como director, tiene Eggers con sus actores haciendo que la película pareciese por momentos dirigida por Mel Brooks, los hermanos Zucker o los Wayans.
Con la enorme diferencia que estos mencionados antes pertenecen a la realeza de la farsa y la comedia estadounidense y Eggers no; aunque bien pudo entrar al selecto grupo luego de verlo “dirigir” a la Lily-Rose.
Por eso me quede con ese mal sabor de boca y la constante pregunta de ¿Por qué no controlaste a la niña Depp para evitar echar a perder todas las secuencias clave en tu película?
Nadie lo sabrá.
¿ACEPTAS ESTO POR TU PROPIA VOLUNTAD?
En resumen y pese a lo realmente aterrador que resulta tener a la Depp o a Dafoe siendo el exagerado Dafoe de siempre o a Hoult siendo más teatral que los actores del cine mudo tradicional; la realidad es que Nosferatu de Eggers resulta una muy convincente y rescatable cinta de terror neo-expresionista alejada del mal usado término “gótico” que resulta un muy emotivo y preciso homenaje a Murnau, Herzog y en general al cine de horror de todos los tiempos.
Y en lo personal, agradezco enormemente la valentía de mostrar un Nosferatu que rompe con los estándares iconográficos populares del personaje acercándolo más al arquetipo característico de los autócratas centroeuropeos donde tiene que ver mucho la interpretación del joven, pero repleto de recursos Bill Skarsgård quien vuelve a dejarnos boquiabierto con su Conde Orlok.
Es decir, más hermanado físicamente a Vlad Tepes que a Max Schreck y eso, para mí, vale cada peso invertido en el costo del boleto de esta propuesta personal y osada de Eggers.