El artista y cineasta Miguel Calderón junto a Andrea Pasch, productora, presentaron en el marco del pasado Festival Internacional de Cine de Morelia (2024) su más reciente proyecto, Ajuste de pérdidas, un documental un tanto experimental que sigue los pasos de Pedro, un ajustador de seguros que viaja por México investigando catástrofes que ocasionalmente debe lidiar con “carroñeros” corruptos en su oficio. Pero es al conocer al director que parece encontrar un escape a ello.
Crónica Escenario habló con Miguel y Andrea sobre la complejidad de este filme: “El documental surge de una amistad con este ajustador que me empezó a contar sus casos y las cosas a las que se exponía que me parecieron impactantes y me moría de ganas por entender su mundo. Tuve buena fortuna pues él me compró una foto y de las primeras cosas que me dijo es que le gustaría conocer más mi mundo de arte, que lo invitara a eventos”, confesó Calderón sobre la génesis del relato.
“Le dije que sí, que hiciéramos un intercambio. Mientras lo llevaba a esos eventos, que él me llevara a conocer sus siniestros. De ahí parte, de entender nuestros respectivos mundos porque creo que él inocentemente pensó que en el arte iba a encontrar cierta redención y pues en pocas palabras, acabó más desilusionado con mi mundo que con el suyo”, agregó.
“Él empezó con la idea de querer hacer una obra de teatro, iba a ser su hobby y empezó a estudiar a Stanislavski y leer libros de actuación. Se metió en esta obra de teatro de una dramaturga que, gracias a este proyecto, admiramos Andrea y yo profundamente que se llama Sarah Kane, que era casi como el marqués de Sade, una obra muy violenta, se comen bebés, tan extremos que de cierta manera puede dar risa”, detalló el artista y cineasta sobre las intenciones de su amigo para escapar de la violencia a través del arte.
Un factor interesante es la cuestión de un humor retorcido y oscuro que permea las anécdotas y el viaje visto en el documental, algo que complementó de forma curiosa el relato de Pedro. “En el momento en que se mete a esta obra, comienza a enfrentar una violencia ficticia, una escenificada y entra en crisis. Y es que es el momento en el que él tiene que enfrentarse a sí mismo, solo, inocentemente en esta obra de teatro, por lo que entra en una espiral, en una crisis, y ahí es donde me empieza a hacer llamadas continuas de lo que está viviendo”, declaró Calderón.
“Mientras trataba de escribir un guión, me conflictué, porque tampoco podía dormir de las cosas que me contaba. Lo que le pasaba en la obra se me metió a los sueños y me empezó a decir que él tampoco podía dormir. Me involucró muchísimo y sus llamadas eran como un regalo pues me estaban presentando esta historia que me atrevería a llamar un acto de fe. Pero el proyecto siguió su curso natural siguiendo a este personaje en su día a día”, reveló a su vez el director. “El reto era ver cómo poder juntar su historia con el arte, es decir, la línea entre el ajustador y yo, entre Pedro y Miguel”, afirmó el cineasta.
Aunque el documental muestra momentos bellos detrás de su violencia, para Miguel había cosas que enfrentó muy fuertes. “En algún momento explotó una fábrica de espejos y me empezó a mandar fotos y eran unas cosas que no vas a ver en ningún otro lugar y que sólo existen en ese mundo de catástrofes”, dijo.
“Mi interés jamás fue solamente estético, sino que para mí era interesante hacer un paralelo de la corrupción que encuentro en el mundo del arte y en su mundo y creo que de alguna manera, ver estas catástrofes reales y las escenificadas en la obra, pero también las incomodidades con las que yo me topo continuamente”, agregó.
“Una vez, me tocó ir a un lugar al que me dijo que podía ir a filmar. Era de desechos humanos del hospital. En mi cabeza llegué a este lugar pensando que había lámparas rotas y camas viejas de un hospital, pero de repente me dicen ‘ponte unas botas’ y había jeringas en el pie, órganos chorreando de unas pipetas y me entró una crisis a mí también. Me tuve que meter a la regadera a bañar con ropa, me eché alcohol y el olor a muerte literalmente no se iba”, complementó.
Andrea Pasch, productora del filme, explicó que hubo líneas que decidieron no cruzar entre el arte y el escándalo. “Había ciertas instancias que ya se sobrepasaban y no tengo problema con incomodar a un público o a alguien, pero también queríamos que la película tuviera un aspecto entretenido, que fluyera”, expresó Calderón.
“Estas catástrofes, son paisajes de ruinas de alguna forma, muy impresionantes y que se convierten en algo completamente apocalíptico, como una especie de ruinas de nosotros mismos”.
Incluso habló de que hubo cierta censura de su propia parte en la que tuvieron que eliminar algunas de los brutales escenarios que les presentaba Pedro. “No todos entraron en la película pero definitivamente te quedas contemplándolos con cierta fascinación. Lo duro es que, al final, estás viendo la tragedia, la catástrofe”, dijo.
“Tuvimos que mediar eso y no caer en cosas sensacionalistas, como ver restos de órganos o jeringas o desechos médicos. Cuidar el límite entre lo que estamos presentando éticamente y algo ya que cayera en el amarillismo o sensacionalismo”, añadió.
Finalmente, Calderón reconoció que existía en él una sensación de realismo y dolor que comparte su lado artístico con el lado brutal de la labor de Pedro y las dificultades que eso presenta.
“Nosotros experimentamos muchas noticias de catástrofes por la tele continuamente al grado que se nos olvida que están pasando, entonces sí era importante para mí exponerme y verlas y saber que el mundo está en un cambio continuo, que la naturaleza va más allá de nosotros. Hay mucha gente haciendo actos falsos para cobrar seguros y estudiar, así como el mundo de las galerías, que también a veces hay muy funcionales y que apoyan los discursos de los artistas, pero también rodeados de gente muy dudosa”, concluyó.