El amor después del amor (1992) es, sin lugar a dudas, el disco más representativo en la carrera del cantautor Fito Páez, una leyenda de la música Latinoamericana. En junio de este año el álbum cumplirá 33 años desde su lanzamiento, cuando se convirtió en el fenómeno musical más icónico del rock argentino del momento.
Hace unos meses el músico decidió hacer una gira para conmemorar la relevancia de su disco (de la mano con el lanzamiento de un disco conmemorativo grabando los temas con nuevos invitados) y la noche de este martes tocó el turno de su paso por México (sin contar el concierto que ofreció el pasado sábado en el Zócalo en donde tocó solo algunas canciones del álbum), pues este martes en el Auditorio Nacional tocó el disco completo para satisfacción de sus fans.
Antes de comentar la velada mágica que ofreció Fito Paéz con sus músicos vale la pena recordar algunos detalles del icónico disco. Para empezar hay que trasladarnos años atrás al día 7 de noviembre de 1986, el día más triste en la vida del cantautor pues fue cuando su abuela y su tía abuela murieron asesinadas a sangre fría por dos personas que entraron a su casa mientras el músico estaba de gira en Río de Janeiro.
Ellas habían sido su figura materna pues lo criaron cuando su mamá murió cuando él tenía apenas ocho meses. Ellas y su papá Rodolfo. “El resto de la familia de Fito estaba conformada por sus tíos y sus primos que vivían en Villa Constitución, a pocos kilómetros de Rosario. Eran muy cercanos pero el núcleo familiar de Fito era el de la casa: Rodolfo, Belia y Pepa”, explicó en una entrevista con Infobae, Federico Anzardi, autor del libro Hay cosas peores que estar solo. Fito Páez y Ciudad de pobres corazones.
La tragedia marcó un rumbo en su carrera. Desde entonces fue más irónico, más desesperanzado y oscuro y lo reflejó en el disco Ciudad de pobres corazones (1987): “Ya para 1990 Fito no tenía plata, se quería ir del país, la discográfica no le renovó el contrato. Pudo salir gracias a la música, a sus amigos y al amor. Grabó Tercer mundo porque le prestaron el estudio y los músicos tocaron gratis. A los pocos meses conoció a Cecilia Roth. Ahí empezó a apagarse la angustia que arrastraba”, subrayó el escritor.
Si bien fue hasta 1991 cuando Paez cambió su vida gracias a la actriz Cecilia Roth él ya había quedado cautivado por ella años atrás cuando la vio en el filme Laberinto de pasiones (1983) de Pedro Almodóvar. Ella tenía carrera en España pero en 1991 regresó a su Argentina natal para recuperarse de una hepatitis y fue cuando el músico buscó hacer de su amor platónico algo real.
“Nena, ¿me servís vino?”, es una de las frases que se mencionaban a menudo sobre el primer encuentro que tuvieron en una fiesta en Punta del Este. Ella estaba casada y en principio se resistió a una relación pero el enamoramiento entre ambos floreció y con ello una forma distinta de ver el mundo.
“Conocí a una mujer maravillosa que me cambió la vida. Se llama Cecilia Roth. Como yo no hago los discos aparte de mi vida, quedó todo el colorido de esta relación en mi último LP”, dijo el músico en el lanzamiento de El amor después del amor, que es el reflejo de su relación con la actriz con elementos nostálgicos de sanación de su pasado trágico. El disco ha sido la consagración en la carrera de Fito Páez.
Con esta introducción tan necesaria es momento de hacer el recorrido junto a Fito Páez de El amor después del amor en el Auditorio Nacional que fue un concierto emocionante. Minutos después de las 21 horas comenzó la música característica del tema que da nombre al disco (cuya referencia del título se debe a la llegada de Roth tras la ruptura de su anterior relación con Fabiana Cantilo).
Y es que si el disco es una declaración de principios y un viaje personal para explorar las profundidades del amor, desilusión y esperanza, el tema inicial que da nombre al proyecto es un vendaval de emociones que buscan llevar el sentimiento de derrota a una euforia musical inspiradora. Y así fue, fueron sus músicos los que iniciaron el tema y al cambio de ritmo con el sonido de los instrumentos de viento apareció Fito Páez en el escenario para poner de pie a su audiencia.
El amor verdadero trasciende el sufrimiento y se convierte en una fuerza espiritual, ese es el mensaje que hay detrás de su maravillosa letra. Un momento climático para dar inicio a un show que estuvo lleno de emociones. Sin detenerse tocó el turno de dar vida a “Dos días en la vida”, una canción que bien podría hacer referencia a esos dos momentos mencionados, el más trágico y el más sanador.
Lo cierto es que a un ritmo frenético y bailable, este tema nos muestra la fascinación del músico por el cine y hace referencia de Thelma & Louise, contando la historia de dos mujeres que emprenden y un viaje por carretera que se convierte en un una huida de la ley. Una canción sobre escapar de la realidad y encontrar un sentido de libertad aunque sea por poco tiempo. Durante este tema lucieron particularmente la corista Mariela Vitale y los instrumentos de viento de la mano de Ervin Stutz (trompeta), Alejo von der Pahlen (saxofón) y Santiago Benítez (trombón).
La secuencia de canciones en el concierto fue tal cual en el orden del disco, así es que llegó el tercer tema de la velada que fue “La Verónica”, ese hermoso tema que se siente a fuego lento sobre una mujer actriz que desea hacer feliz a alguien pero se enfrenta a la idea de no poder ser vista como desea, un homenaje a la lucha interna entre el deseo del amor verdadero y la realidad de las relaciones humanas con un homenaje al final de la película Los 400 golpes de Francois Truffaut cuando dice que la protagonista se enfrenta al mar. Desde este tema algunos fans acompañaron con las luces de sus celulares al músico y su banda generando una atmósfera íntima.
A lo largo de su historia Fito Páez se ha caracterizado por ser un artista que no teme a mostrar su ideología y hace música cargada de constante crítica social, quizás una de las más simbólicas en el disco El amor después del amor es la de “Tráfico por Katmandú”, con sus elementos de música árabe e hindú. Un tema caótico e intenso que también cuestiona la fe y la empatía hacía los más vulnerables con el sonido más rockero al momento.
“Yo vengo de un lugar que se llama planeta tierra che, y muy cerquita de mi casa nació y vivió una persona exótica, delirante hermosa, que nunca se dejó asediar por lo que pasaba afuera. Simplemente se fue y nos dejó un legado infinito, estético, de un poder arrollador y hoy le quiero dedicar esto a uno de los artistas más grandes del mundo: Luis Alberto Spinetta”, dijo de forma introductoria para presentar el tema “Pétalo de sal”.
Esta canción en el disco de 1992 tiene como invitado al mismo Spinetta y nos habla de la universalidad de las emociones como el amor y la soledad. Una canción a piano y voz (la de él y la del público que no dejó de acompañarlo) que muestra cómo la simpleza se puede mostrar de manera sublime. Desde el inicio de las notas de su piano tan misterioso hasta su modulación y ese momento climático final de su fraseo en “algo tienen estos años, que me hacen poner así… y decirte que te extraño y voy a verte feliz”. Maravilloso.
El siguiente tema fue “Sasha, Sissi y el círculo de baba”, un maravilloso tema que en el fondo es un homenaje a sus mencionadas abuela y tía abuela a través de una fábula de crimen. La canción está “basada en las historias populares que nos contaban nuestras abuelas y nuestras tías con datos folclóricos”, dijo el músico en una vieja entrevista sobre ese tema. Es una canción cruda y poética sobre un amor que se convierte en una trampa mortal, musicalmente emocionante y con su letra criminal de lujo. Durante su ejecución había elementos de jazz que la hicieron brillar y, desde luego, la estruendosa guitarra de Juani Agüero fue un deleite.
Una de las canciones más hermosas de El amor después del amor es “Un vestido y un amor”. Una canción que habla directamente de Cecilia Roth, no sólo porque la escribió en su departamento mientras se estaba enamorando sino porque la letra describe el momento perfecto en que declara su amor a ella cuando ya tiene otro amor.
Más hermoso aún parece la capacidad del músico por llevarnos a un momento tan íntimo de haberla escrito mientras veía a Cecilia Roth arreglarse. En el concierto la canción fue una danza musical en principio entre Fito y su piano junto a los teclados de Diego Olivero, hasta que se integraron los demás integrantes para enfatizar los momentos más emocionantes.
“Hay canciones que me pueden dejar loco porque aparte soy re pudoroso... Pero me he concentrado en la música”, dijo Fito Páez al momento de terminar el tema y ver al público de pie sin dejar de aplaudir: “Me voy”, dice sonrojado ante la ovación... “No sé si alguien se merece tanto amor”, dijo.
La canción siguiente fue otro de los momentos más hermosos de la noche, más si conocemos el trasfondo trágico. Pues “Tumbas de la gloria” hace referencia a la pérdida de su abuela y su tía abuela: “Llegó la muerte un día y arrasó con todo… todo, todo, todo un vendaval y fue un fuerte vendaval”. Una canción hermosa que nos habla de aquello que nos marca y no nos deja, que nos rodea y no podemos abandonar. Estremecedor.
Para el noveno tema tocó el momento de recordar a otro de los grandes de la música argentina como lo fue Charly García, el único que coescribió uno de los temas del disco con Fito Páez y fue “La rueda mágica” que sugiere un ciclo continuo de experiencias y emociones que giran y se repiten, como la vida misma. Fue una linda versión en vivo con elementos más rockeros y con un emocionante coro del público que por momentos evocaba el sentimiento de una hinchada de fútbol argentino.
El siguiente tema fue un cambió de ritmo a uno más profundo y espiritual. “Creo”, el décimo tema del disco refleja un diálogo interno del autor, quien parece estar convencido de que la persona amada aún piensa en él. Una canción que se vive como mantra, que busca el perdón de una persona anterior a quien le desea superar lo malo. La canción narra de manera poética y emotiva la experiencia de sentir, recordar y creer en la posibilidad de un sentimiento compartido.
El siguiente tema es “Detrás del muro de los lamentos” para la cual hizo una introducción en la que habló de su influencia de Armando Manzanero y otras referencias de la música latinoamericana bajo la influencia del compás seis por ocho en la música: “no quiero ser didáctico, no soy profesor y no me gustan… menos para mí”, dijo.
“Pero sí hay que nombrar una cosa y es que pertenecemos a un continente donde hay muchas cosas culturales en común y la música es una de ellas. Por eso el seis por ocho suena en todos lados (...) Todo este discurso es para decirles que vamos a tocar una canción que adoro”, dijo para presentar el tema que invita a la superación personal a un ritmo conocido en México casi con influencia de son veracruzano fusionada con rock.
A continuación sonó “La balada de Donna Helena”, una misteriosa canción que habla sobre una maldición que condena al protagonista a una eterna insatisfacción. En la canción Donna Helena no solo ofrece placer, sino que también trae consigo una especie de condena. Habla del placer, la desilusión y la fugacidad. Durante la ejecución de esta canción, la más sensual de la velada, tuvo un gran lucimiento de nueva cuenta el guitarrista Juani Agüero en su solo.
Si bien es cierto que la inspiración principal de El amor después del amor es Cecilia Roth, cabe destacar que hay un tema que tiene una especial inspiración en los recuerdos de su ex pareja la cantante Fabiana Cantilo y es una canción sumamente hermosa. Nos referimos a “Brillante sobre el mic” que dio el momento más hermoso de la noche hasta ese momento.
La canción celebra el amor, la autenticidad y los recuerdos. El micrófono, símbolo de comunicación y expresión, se convierte en un faro que ilumina el corazón del ser amado. “Brillante sobre el mic” es una reflexión poética sobre la memoria, el amor y el paso del tiempo que se siente más profundo cuando miles de personas te acompañan con las luces de su celular mientras Fito aprieta los ojos al tocar el piano y canta “hay cosas que no voy a olvidar”.
El amor después del amor cierra con la canción más motivadora para seguir adelante: “A rodar mi vida” acaricia la esencia más rockera e inspiradora. Habla sobre dejarse llevar por la vida y aceptar que el futuro es incierto. También expresa la idea de vivir el momento presente y aliviar el sufrimiento de los demás. El público de pie dejándose llevar por la vibración de la guitarra y los saltos de Fito Páez fueron la imagen que se pausó junto con el show que concluyó la parte del homenaje al aclamado disco.
Las luces apagadas tras un par de minutos en que Fito Páez cambió su traje blanco por un elegante outfit negro para volver a sus fans y complacerlos con algunos de sus temas más allá del disco homenajeado. La primera de ellas fue “11 y 6”, ese poema urbano hecho canción sobre dos niños con carencias enamorados, de su disco Giros (1985).
Luego tocó el turno de rendir honores a Circo beat (1994) con la canción que da nombre al álbum en la que parece hacer una crítica a la sociedad contemporánea, comparándola con un circo donde todos participan en busca de su momento de gloria, a través de un montón de referencias a su adolescencia, su ciudad natal y el cine. Claro, a ritmo de rock pero con sus músicos en la coordinación de una gran orquesta. Un momento vibrante.
Otro de los momentos cumbre de la noche llegaron con la emotiva “Al lado del camino”, de su disco Abre (1999), que es una profunda reflexión sobre la manera en que en ese momento contempla la vida, la sociedad y su propia identidad, su propio paso del tiempo recordando los elementos que lo han construido como artista. Una canción catártica para un momento eufórico del show que se rindió en aplausos: “Gracias por este momento tan hermoso y que las palabras lleguen a los corazones y la música a las almas”, dijo el músico.
Finalmente, llegó el momento de revivir su momento más oscuro con “Ciudad de pobres corazones”, en la que quizás fue la interpretación más compleja y virtuosa musicalmente. El tema que nació después de la muerte de sus abuelas en Rosario es visceral, rabiosa y violenta a ritmo de rock, con una intro digna de una majestuosa banda sonora de una película de crimen; con el vocalista cantando a través de una máscara de calavera y un in crescendo musical que dio pauta al lucimiento de cada uno de sus músicos.
El músico se despidió entre aplausos pero hizo gala del tradicional encore de los músicos en vivo para regresar al escenario, ahora con una vestimenta roja por completo y arrastrando la intensidad emocional de su tema anterior para dar vida a “Cadáver exquisito” (de su disco Euforia, 1996), en la que utiliza la metáfora del juego creativo y surrealista en el que cada persona contribuye con una parte para construir una obra colectiva y en ella se refleja Argentina. Una canción muy intensa que también hace en sí misma una búsqueda de la perfección.
Pero el viaje al abismo cerró con ese tema y el cierre del espectáculo fue mucho más entusiasta. Hizo revivir el tema “Dar es dar” (Euforia, 1996), que es un himno a la generosidad y el altruismo con una letra que invita a dar sin esperar nada a cambio y que se siente en la lista de canciones como un símbolo de volver a reconectar con el lado más humano a pesar de toda adversidad. Fue un momento lindo de conexión con su público que se acercó a darle regalos y que lo acompañó con su voz y el movimiento de manos de satisfacción.
Otro tema lleno de magia y energía fue “Mariposa tecknicolor” (Circo beat, 1994), que es en sí misma un homenaje a la vida, desde su diversidad y su constante cambio. Es una carta de agradecimiento a su padre y a sus abuelas y una reconciliación con la necesidad de vivir. El músico llevó a su público a la algarabía con este tema bailable lleno de vitalidad y que sirvió para presentar a cada miembro de su banda:
Diego Olivero (bajo, teclado y coros), Gastón Baremberg (batería), Juan Absatz (voz, teclados y coros), Juani Agüero (guitarra y coros), Carlos Vandera (voz, guitarra, teclados y coros), Mariela Vitale (voz y coros) y la sección de vientos Sudestada Horns, conformada por Ervin Stutz (trompeta y flugelhorn), Alejo Von Der Pahlen (saxo alto y saxo tenor) y Santiago Benítez (trombón).
Aunque los ánimos estaban en su punto máximo de excitación con este tema, en medio de confeti y baile, la canción que cerró el concierto fue “Y dale alegría a mi corazón” (del disco Tercer mundo, 1990): “Está siendo un año mejor. Es tan indescriptible este momento. Estoy superado por la música y todo. Solo puedo decir gracias... Los amo con toda mi alma”, dijo para despedirse de su público, con una hermosa letra que busca inspirar a vivir a pesar de todo.