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La cárcel de Sing Sing es, junto a la prisión de Alcatraz, uno de los edificios más conocidos del sistema penitenciario de los Estados Unidos. Fue, además, de las primeras correccionales que instauraron la silla eléctrica como método para llevar a cabo las ejecuciones en los casos de sentencia de muerte de 1891 hasta 1971 que se eliminó este procedimiento.
Una prisión que cambió el estigma de la muerte por electrificación hacía un sistema de corrección y readaptación social mediante un programa creado por los mismos reclusos llamado RTA – Rehabilitación a través del arte por sus siglas en inglés - basado en la literatura y el teatro.
Esta película, del director Greg Kwedar, es un homenaje al programa y a sus fundadores.
LA LIBERTAD DE HACERLO PORQUE PUEDES
Sing sing es un poético ejercicio fílmico acerca de la libertad y el arte.
Una libertad que, para quienes la gozan día tras día, es algo dado por hecho y por lo mismo no se aprecia en su justa dimensión salvo en esos pequeños simples momentos que nos recuerdan lo hermoso que es vivir en la plenitud de poder hacer e ir a donde queramos cuando queramos porque no estamos cumpliendo una condena como resultado de una falta al sistema, sea justificada o por una falsa acusación.
Ubicada en el 2005, la historia es contada a partir del personaje real de John Divine G Whitfield - condenado por un asesinato que no cometió – con quién entramos de lleno en la preparación de la siguiente puesta en escena que se llevará a cabo dentro de la prisión ese año.
El grupo directivo formado por otros 4 presos, además de Divine G y un director de teatro externo que es parte del programa RTA, que eligen la obra y hacen una selección minuciosa de los que se inscribieron para actuar en la correspondiente puesta en escena.
Gracias a esto, vamos conociendo a los reclusos que se arropan en el teatro para dar rienda suelta a sus emociones a la par del espectador que vive con ellos el desgarrador esfuerzo de cada uno por seguir adelante día tras día en condiciones descritas por ellos mismos como “mata o muere”.
Desde los primeros minutos de la película Kwedar, que tuvo como cimiento un inspirador guión de Clint Bentley quién adaptó el artículo publicado en la revista Esquire de John H. Richardson, The Sing Sing Follies, la obra de Brent Buell, Breakin' The Mummy’s Cord y la historia real de los propios Clarence Divine Eye Maclin y John Divine G Whitfield, la sensación de amor por la vida, explicada por la pasión al teatro, van marcando el ritmo de la historia de estos presos que, mediante sus ensayos, dudas, temores, risas y fraternidad, recuperan no sólo su humanidad sino pequeños momentos de absoluta libertad dentro de los muros de la prisión que les permiten no solo no perder la esperanza de enmendar los errores que los llevaron ahí sino poder alcanzar la libertad para regresar con los suyos y recuperar, de la mejor manera posible, el tiempo que se detuvo durante su encarcelamiento.
ESTAMOS AQUÍ PARA VOLVER A SER HUMANOS
Y mucho del contundente mensaje de la película es debido a una irrebatible actuación del siempre confiable Colman Domingo quien da vida al fundador del RTA, John Divine G Whitfield, que lleva al espectador en una montaña rusa de emociones; especialmente en lo correspondiente a las secuencias de drama que se mueven en el espectro de la más dolorosa tristeza, la rabia derivada de la frustración y la alegría que detona en lágrimas y sollozos.
La vida de un hombre que encuentra en el arte un medio natural de supervivencia en el brutalmente hostil y deshumanizado ámbito carcelario y que está determinado a ayudar a los demás reclusos que se acercan al programa a lograr lo mismo.
Pero Colman no está solo; es imprescindible resaltar también el trabajo de actuación de los ex-presidiarios y participantes del programa RTA que se representan a sí mismos en la cinta – como puede verse en la película cuando el elenco está haciendo pruebas para varios papeles de la obra y que son los casting reales que el director decidió utilizar como parte de la historia en pantalla - como el caso del mismo Clarence Divine Eye Maclin, Sean Dino Johnson, Mosi Eagle, James Williams o David Giraudy quienes comparten pantalla con los actores Paul Raci, Sharon Washington y Sean San José entre otros para mostrar los genuinos sentires de los que son artistas natos con mucho qué decir.
Pero también presos purgando una condena debido a sus malas decisiones de vida o por las arbitrariedades del sistema legal de los Estados Unidos; luchando por elevar el espíritu sobre las paredes y el alambre de púas.
MORIR ES DORMIR... Y TAL VEZ SOÑAR
En resumen; Sing Sing no es una película carcelaria convencional pese a ser contada – y filmada – desde las entrañas mismas de la prisión.
Es una historia de auténtica resiliencia mediante el teatro que demuestra de manera contundente la necesidad de mantener la cultura y el arte como uno de los factores indispensables de la educación en pro de la sensibilización del individuo dado que, como es bien sabido, una persona sensible es consciente de su humanidad y, por lo mismo, le permite reconocer sus fallas y sus dones respecto a los demás para mantener la armonía y el respeto hacia todos los seres vivos y entorno de la existencia.
Ese es el profundo, positivo y conmovedor manifiesto de Sing Sing que echa raíces en la mente del espectador: El poder del arte en la vida de las personas.