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“Yo no soy vedette, soy una bailarina que ha hecho cine y teatro”, aseguraba Yolanda Yvonne Montes Farrington conocida como Tongolele para defender su huella en la historia popular mexicana. La leyenda de la pantalla y la danza falleció este domingo a los 93 años pero ha sido este lunes cuando se ha dado a conocer la noticia del deceso y dejando sobre sobra luctuosa en los mexicanos pues murió el mismo día que Paquita la del Barrio.
“A MÍ ME LLAMABAN LOS TAMBORES”
La popular celebridad nació en Spokane, Washington, Estados Unidos, el 3 de enero de 1933, y desde niña descubrió su afición por la danza, aptitudes que la llevaron a trabajar en el Ballet Internacional de San Francisco, California. Posteriormente fue contratada como bailarina por el famoso empresario teatral Américo Mancini. Hasta que en su adolescencia su camino se cruzó con el de México.
“Nací en Washington y a los siete años me llevaron a California. Mi padre era piloto de avión, además le gustaba cazar y colgaba algunas pieles de animales en el sótano de la casa. Yo bajaba a ese lugar con mis zapatitos de ballet y me sentía transportada”, dijo en entrevista Tongolele.
“En aquel sótano entraba un rayo de sol que era como un spot, me gustaba bailar bajo esa luz. Mi padre era de origen sueco español y mi madre francesa antillana; mi abuela era tahitiana y yo de pequeña veía todas las películas de tipo polinesio. Nunca tomé clases de nada, soy autodidacta, cuando observaba un baile iba pronto a practicarlo a mi casa. A mí me llaman los tambores”, siguió.
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EN MÉXICO A LOS 16
Y es que la historia de su fama estaba por comenzar: “Imagínese, llegué a cumplir dieciséis años en México; poco antes había debutado en Hollywood en una revista tahitiana; el cantante cubano Miguelito Valdés, famoso por su tema “Babalú”, me contrató como pareja de rumba”, expresó Tongolele en una entrevista publicada por La Jornada en el 2023 realizada por el periodista Jorge Boccanegra.
“Luego un empresario, hermano del productor de películas de Cantinflas, me convenció de que mi número iba a causar sensación en México. Debuté en el Iris que ahora se llama Fru-Fru. Yo podía trabajar en el Club Verde, pero también en el Patio”, añadió.
La celebridad fue conocida por Tongolele pero también tuvo otros motes como “la del bikini de piel de tigre”, “la del mechón blanco”, “el huracán tahitiano” o “la diosa pantera”. De hecho cuando llegó a suelo mexicano era llamada “la diosa Pantera”. Después, el apodo se le inmortalizó lo eligió de una larga lista de opciones. “Tongolele” es una palabra con raíces tahitianas y africanas. La misma actriz tiene orígenes tahitianos.
“El nombre surgió de la idea de unos compañeros, escribimos en unos papeles palabras tahitianas y africanas, las juntamos al azar y salieron cosas muy chistosas, finalmente eligieron ‘Tongolele’”, dijo la misma actriz.
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SALTO NATURAL AL CINE
Desde su llegada al país quizás quien mejor ha descrito su imponencia ha sido el crítico e investigador cinematográfico Rafael Aviña: “Triunfó en los escenarios nacionales, no sólo por el realce de sus evoluciones dancísticas, sino por su sensualidad animal que descansaba en unas sólidas caderas, piernas torneadas, bellos ojos y por supuesto, su larga cabellera adornada con su característico mechón blanco”, dijo en un artículo para la página oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia.
“No obstante, a diferencia de otras bailarinas exóticas contemporáneas suyas, ‘Tongo’, como la bautizó el público, consiguió dar el salto a la actuación de manera natural y por encima de ello, su nombre y su estilo se trastocaron en una suerte de leyenda en el ámbito cultural y popular de ayer y de hoy”, añadió.
Desde joven incursionó en la escena nacional para convertirse en una de las grandes vedettes de todos los tiempos, especialmente con un impulso en la Época de Oro del cine mexicano en la que debutó en 1947 en la cinta Nocturno de amor, protagonizada por la actriz Miroslava Stern.
Un año después protagonizó la película ¡Han matado a Tongolele!, dirigida por Roberto Gavaldón, y en donde compartió créditos con David Silva y cuya trama se desarrollaba en el Teatro Follies Bergère de la Ciudad de México, en cuyo escenario cabía un espectáculo con música y bailes.
“Mire, mi personalidad se formó en el temor por la censura. Yo no tenía representante ni hablaba español, nadie quería decir que era gringa porque no era bien visto. No tenía documentos y burdamente había falsificado una copia del certificado de nacimiento”, recordó la bailarina.
“Entré a México siendo menor de edad y cada año me querían echar; yo pensaba que si aparecía en el escenario riéndome y meneándome iban a pensar lo peor, quizá por eso alguien dijo que yo era la cadera sonriente y la cara seria”, añadió.
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UNA ACTRIZ QUE ROBABA REFLECTORES
Si bien es cierto que la gran mayoría de las intervenciones que tuvo Tongolele en la pantalla grande fueron como estrella invitada, en donde realizaba sus famosas rutinas de baile, se le recuerda por ser la única de sus contemporáneas en haberse formado una carrera cinematográfica considerable, amplia y destacada.
Entre otros filmes participó como invitada en películas como El rey del barrio (1949) y Mátenme porque me muero (1951), al lado de Tin Tán; Si...mi vida (1951), con Lilia Michel y Rafael Baledón, y en la revista Música de siempre (1956), al lado de figuras como Libertad Lamarque y Édith Piaf.
Además, a Tongolele la cobijó el gran auge del éxito teatral en los principales salones y cabarets de la capital mexicana. Incluso ella impulsó el éxito de las “Exóticas”, un grupo de vedettes que causaban sensación a finales de la década de los 40 y principios de los 50: “El público de manera masiva, asistía fascinado a su espectáculo tachado de sicalíptico, pornográfico y malsano por varias organizaciones religiosas y moralistas”, dijo Aviña.
Luego de una breve intervención en Había una vez un marido y su continuación: Sí… mi vida —ambas de 1952—, Tongolele sería dirigida en un cortometraje para la televisión por Rafael Baledón que la incluye en su debut como realizador en Amor de locura (1952).
Luego de pequeñas apariciones en: El mensaje de la muerte, El misterio del carro express y Ahí vienen los gorrones, Tongo regresaba con Pensión de artistas (1956), interpretándose a sí misma, y ese año participó en Música de siempre, curiosa comedia armada por una serie de intervenciones musicales a cargo de populares figuras del cine, la radio, la TV y el teatro donde monta un número titulado Fantasía hawaiana para dejar muy claro porque era la mayor figura de la danza exótica en México.
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TAMBIÉN FUE TENTADA POR HOLLYWOOD
Avanzada la década de los 50 los cabarets empezaron a caer en niveles de popularidad. Coincidentemente Tongolele hizo por ahí de 1957 un pausa en su vida profesional y se fue de México. Aunque regresó a mitad de los 60.
Después en Amor a ritmo a go-gó (1966) aparece con una coreografía moderna sin abandonar sus orígenes afroantillanos, y en Las mujeres pantera (1966) de René Cardona, coprotagoniza un relato de acción, suspenso y elementos de horror y lucha libre, enfrentando a las luchadoras Rubí y Loreta (Elizabeth Campbell y Ariadna Welter), en un papel de villana que adquiere garras y la fuerza de una pantera durante sus sanguinarios ataques.
Se suma al reparto de El crepúsculo de un Dios (1968), de Emilio “El Indio” Fernández y participa en la coproducción mexicana-estadunidense, La muerte viviente / The Snake People (1968), de Juan Ibáñez y Jack Hill, donde interpreta a Kalhea, la misteriosa sirvienta del anciano Boris Karloff, en la exótica isla de Korbai; ella tiene extraños poderes y forma parte de una secta criminal que convierte en zombies a guapas doncellas. En las mismas fechas la cadena estadounidense CBS grabó un acetato titulado Tongolele canta para usted, el cual incluyó 10 canciones.
Al final del sexenio lopezportillista que recuperó el cine de ficheras y de cabaret, Yolanda Montes filma Las fabulosas del reventón, donde se interpreta a sí misma como bailarina y empresaria que está a punto de inaugurar el cabaret Los infiernos luego de que el King Kong en Acapulco ha cerrado.
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UN MITO DEL ESPECTÁCULO
Tongolele funge como un verdadero mito del espectáculo en la comedia Teatro Follies y en Las noches del Blanquita (1981), en un intento por recuperar el México nocturno y el teatro frívolo. Incluso, en 1984, debutó en el mundo de las telenovelas, con una actuación especial en La pasión de Isabela.
“No acepté nunca joyas o dinero. En Brasil alguien me envió un tigre de regalo, y en Caracas encontré en el camerino un ramo de ¡trescientas orquídeas! Soy muy espiritual, tengo una especie de sexto sentido, cosas que heredé de mi familia, los tahitianos; pensaba mucho en algo y sucedía. No soy religiosa en el sentido de ir a la iglesia, pero creo en un ser más allá, un divino poder”, dijo.
“¿Vanidad? Creo que uno debe tenerla aunque no sobreestimarse, la fama puede acabar en cualquier momento. Yo sigo mi vida, nunca puse mucho caso en la fama. Fíjese que entre mi público estaban Anthony Quinn, Feredrich March, Donald O’Connor, Sam Goldwyn Mayer; iba a los toros con John Wayne, hacía películas con Boris Karloff. Me ofrecieron contratos en Estados Unidos”, continuó.
“Había que tomar clases de todo y no hablar de mis hijos, se iba a invertir mucho dinero, quiero decir que te tienen que subir y te absorben. No quise ir y a veces mis hijos me reclamaron; ‘¡serías una gran estrella!’, dicen; les contesto que estaría muerta como Marilyn Monroe”, añadió.
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EL FINAL DE SU VIDA
Aún en el nuevo milenio, Tongolele muestra su talento, su estilo y su figura con participaciones especiales en El fantástico mundo de Juan Orol (2010) de Sebastián del Amo, luego de intervenir en los documentales: Ni muy muy, ni tan tan, simplemente Tin Tan (2006) de Manuel Márquez y Tin Tan (2009) de Francesco Taboada Tabone.
La actriz siempre fue una defensora de sus talentos y su época: “Yo no soy vedette, soy una bailarina que ha hecho cine y teatro. La vedette de hoy está muy mal. Vedette era Rosita Furnet; ahora cualquiera que tenga un buen cuerpo, enseñe un poquito, se ponga plumas y lentejuelas, aunque no baile ni cante, ya es artista”
“Prefiero que digan que soy bailarina. Hoy muchas utilizan formas artificiales para crear su cuerpo. Cuando vine a México me gustaba mucho María Antonieta Pons, inició la era de las rumberas”, dijo.
Estuvo casada desde 1956 con el cubano Joaquín González, con quien se casó en Nueva York, y quien además fue su compañero hasta su muerte y fue conocido como “El mago del tambor”, por la manera en que tocaba la tumbadora y otros instrumentos de percusión. Con él, Tongolele tuvo dos hijos, los gemelos Rubén y Ricardo, que nacieron en 1950.
Hasta antes de su muerte estuvo lejos de los escenarios debido a que padecía de Alzheimer.
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