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Los hijos del diablo (The other child, 2022), emerge como una pieza intrigante dentro del género de misterio y suspenso surcoreano. Esta ópera prima de Kim Jin-young, quien también se encargó de la escritura del guión, se presenta como una historia que explora las grietas de una familia rota por la tragedia, sumida en una búsqueda desesperada por encontrar consuelo a través de una adopción llena de matices ambiguos y secretos oscuros.
La trama gira en torno a una pareja que, luego de la trágica pérdida de su cuarto hijo en un accidente, decide adoptar a un niño con discapacidad visual, con la esperanza de que su llegada pueda aliviar el dolor y la culpa por lo ocurrido.
Este niño, un ser especial con un don que escapa a lo común, comienza a sentir la presencia de aquel que falleció misteriosamente, viéndolo en la casa, manifestándose como una presencia que parece querer regresar al mundo de los vivos.
Así, este pequeño adoptado se convierte en el centro de un enigma que no todos quieren entender, mientras la madre se obsesiona con la idea de comunicarse con su hijo perdido, un deseo que lentamente consume su cordura.
UN EJERCICIO DE CONSTANTE INCOMODIDAD
El personaje de la madre, interpretado por Park Hyo-ju, es crucial en esta narrativa de lo que no se dice y lo que se oculta. Es una mujer atrapada entre el amor imposible por un ser que ya no está y la relación que intenta forjar con el niño adoptado para afrontar esa ausencia.
A su lado, el padre (Kim Min-jae) y sus hermanas comienzan a desconfiar de las nuevas dinámicas familiares, mientras la tensión crece ante el miedo de que la madre se pierda por completo en sus obsesiones, dejando a todos los demás en una especie de limbo emocional.
La manera en que se desarrolla esta dinámica, dejando que la paranoia se asome con sutileza, convierte a la película en un ejercicio constante de incomodidad.
El guión sabe equilibrar el suspenso con el drama, develando poco a poco el trasfondo de cada personaje sin caer en la necesidad de explicarlo todo. Aunque la trama se puede intuir desde el principio, el final sigue dejando preguntas que calan hondo, especialmente al tratarse de las motivaciones de los personajes.
DEMASIADO LARGA PARA SU HISTORIA
La película, de casi dos horas, podría haber sido un poco más breve, ya que en ciertos momentos el ritmo se alarga, sin embargo, lo salva el estar atrapado en una atmósfera tensa llena de mensajes religiosos católicos/cristianos.
Las preguntas sin respuesta en torno a los motivos y las acciones de los personajes no hacen que la historia pierda fuerza, sino que la enriquecen, dejando que la interpretación quede a la imaginación del espectador.
Uno de los puntos más destacados de Los hijos del diablo es la manera en que la directora juega con la falta de visión del niño adoptado, quien es parcialmente ciego, para retratar la presencia espectral del hijo muerto.
A través de la fotografía se crea una atmósfera misteriosa y sobrecogedora. No se trata de una película de terror con sustos fáciles, sino de un thriller psicológico que juega con lo que no se ve, lo que no se entiende, y lo que se teme.
UN RECORDATORIO DE CÓMO SER HUMANO
A pesar de que la película no recurre a la devoción religiosa ni explora en profundidad las discapacidades del niño adoptado, sí logra crear una narrativa en la que la culpa, el dolor y la obsesión se sienten palpables.
La historia es un recordatorio de cómo el ser humano, cuando se enfrenta a la pérdida, puede caer en el abismo de lo irracional, y de cómo las decisiones que tomamos en busca de redención pueden tener consecuencias que se nos escapan de las manos.
Al final, Los hijos del diablo es una cinta que no se detiene en los aspectos más superficiales del género. En cambio, se adentra en un territorio emocional oscuro, explorando los límites de la obsesión y el amor, y dejando a su paso una sensación inquietante que perdura mucho después de que los créditos finales aparezcan en la pantalla.
Es un filme recomendado para aquellos que buscan un thriller profundo, psicológico y lleno de matices, aunque no todos sus hilos se atan al final.