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El cielo de la Ciudad de México amaneció este domingo 23 de febrero de 2025 con un brillo especial, casi como un presagio de lo que vendría al caer la noche. Era el tercer y último día de la onceava edición de EDC México, y la atmósfera ya estaba cargada de expectativa desde tempranas horas.
Conforme el reloj avanzaba, miles de almas iban convergiendo en el Autódromo Hermanos Rodríguez para despedir con toda la energía acumulada a un festival que, este año, superó cualquier registro previo: 109 mil asistentes en una sola jornada, un récord impresionante que sellaría con broche de oro un fin de semana inolvidable.
La historia de EDC México 2025 se forjó en cada beat, en cada rayo láser que atravesó la noche y en cada grito de euforia. A lo largo de sus tres días, se habían presentado actos de talla mundial, pero nada se compararía con la magia reservada para la clausura del festival. Y es que la jornada dominical traía un despliegue de sorpresas tan grande como el amor que el público mexicano profesa a la música electrónica.
UN PASEO POR EL FESTIVAL
La tarde comenzó con un aire festivo que ya no se desvanecería. A la entrada, el equipo de Ground Control daba la bienvenida con su distintivo atuendo morado y la calidez que los caracteriza, listos para auxiliar a quien lo necesitara, repartiendo agua, sonrisas y la vibra de compañerismo que hace de EDC un evento único. Su presencia se ha vuelto fundamental para la experiencia de los ravers: son los ángeles guardianes del festival, atentos a cualquier señal de cansancio o desorientación.
Mientras tanto, en cada uno de los escenarios, la actividad no se detenía. Kinetic Field, con su imponente estructura inspirada este año en un diseño futurista de luces LED y motivos florales gigantes, invitaba a bailar sin freno.
Su icónica figura central, un enorme búho metálico con ojos luminosos, cobraba vida a medida que la tarde se transformaba en noche. Alrededor, bailarines con trajes neones y alas mecánicas abrían paso a los asistentes que se sumergían en la multitud.
Neon Garden, por su parte, ofrecía una propuesta más underground, con techos de luces láser verdes y azules que hipnotizaban a quienes preferían los ritmos más profundos. Circuit Grounds lucía gigantes pantallas envolventes, casi circulares, que abrazaban al público con visuales psicodélicos y proyecciones de galaxias, fuego y agua danzante al compás de los beats.
Wasteland, con su estética postapocalíptica de metal retorcido y esculturas robóticas, atrajo a los amantes de los sonidos más duros, mientras que Stereobloom y Dos Equis Stage se convertían en espacios perfectos para descubrir nuevas propuestas, mezclas inesperadas y colaboraciones que sorprendían a todos.
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CALENTANDO MOTORES POR LA TARDE
Pasadas las 3 de la tarde, el público comenzaba a tomar sus lugares favoritos. Algunos se dejaban llevar por el groove en Neon Garden, mientras otros preferían arrancar en Kinetic Field con actos como Shanti, Altered Beck y Mystery Affair, quienes calentaron motores con sets enérgicos. Por su parte, en Circuit Grounds, artistas como Vysomatt y Dorian iban subiendo la intensidad de los bajos, invitando a que las primeras manos se alzaran al cielo.
Las horas avanzaban y la promesa de una noche inolvidable se consolidaba. El sol descendía lentamente sobre el Autódromo y las luces de los escenarios comenzaban a reinar en la penumbra. El ambiente ya no era solo festivo: se percibía una emoción casi palpable, la anticipación de esos momentos que uno sabe que recordará toda la vida.
Con el anochecer, los artistas más esperados se hicieron presentes. Hubo un momento en el que la multitud se dividió entre correr hacia Wasteland para dejarse llevar por la potencia de los beats y acudir a Kinetic Field para presenciar los sets que marcarían el pulso de la noche.
Uno de los actos que encendió los ánimos fue Solomun, quien apareció con su característico sonido house y techno melódico, inconfundible. A mitad de su presentación, sorprendió a todos con serpentinas blancas que volaron sobre el público mientras sonaba “In the ghetto”.
El contraste de las serpentinas iluminadas por focos LED y la penumbra del cielo capitalino fue un espectáculo digno de fotografiar. El público estalló en gritos de euforia, coreando los ritmos y fundiéndose en la atmósfera creada por el DJ bosnio.
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EL SHOW DE DIMITRI VEGAS
La energía crecía en Kinetic Field. Dimitri Vegas, hizo su entrada triunfal alrededor de las 9 de la noche, desatando un rugido multitudinario. “Hey Oh” fue el track de arranque, en homenaje a una canción muy conocida que se ha convertido casi en su carta de presentación para el público latino. Desde ese primer beat, se sintió el poder de un set que prometía marcar la noche.
Lo que nadie esperaba era el “dobleteo” de la canción de Solomun que Dimitri Vegas hizo sonar en su versión techno, conectando ambos sets de manera casi simbiótica. Además, no dudó en incluir “Cry me a river” de Justin Timberlake en un remix techno que dejó a todos boquiabiertos. El público, dividido entre la sorpresa y la euforia, se entregó por completo a la pista de baile, sin dejar de agitar banderas, luces y celulares para inmortalizar el momento.
En un guiño a la nostalgia, Dimitri Vegas rindió tributo a éxitos de Swedish House Mafia, a la música de Zedd y hasta se dio el lujo de poner a perrear a los presentes con “Gasolina”. La locura fue total cuando sonaron los acordes de Red Hot Chili Peppers y, más tarde, la explosión definitiva llegó con un mashup inesperado que incluyó “Without me” de Eminem, mezclado con beats potentes que hicieron temblar el suelo. “¡Gracias por levantar las manos! ¡Hagan ruido!” gritaba desde el escenario, y la multitud respondía con un estruendo ensordecedor.
El viaje musical continuó con clásicos que sacaron sonrisas de nostalgia: “Hang over” de Taio Cruz; “Party rock anthem” de LMFAO y, por supuesto, el legendario himno de Avicii, “Levels”. El recuerdo del DJ sueco volvió a encender los corazones cuando, tras un breve silencio, la melodía de “Danza Kuduro” retumbó en las bocinas. Era imposible resistirse a mover el cuerpo, y las banderas de distintos países ondeaban al compás.
En el mismo set, la locura escaló todavía más cuando sonó el mix de Ludacris y Dr. Dre “Everyday”, que muchos llamaron “los prohibidos” por esa atmósfera underground que tanto gusta a los fans. Y, para añadir un toque de sabor local, “El Sonidito” irrumpió en medio de la fiesta, creando un ambiente de cumbia que puso a bailar hasta al más serio. Ver a miles de ravers saltando al unísono al ritmo de “Tson tson tson…” fue un espectáculo único, de esos que solo se viven en México.
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AFROKI EN LA CIMA EL OLIMPO
No podía faltar el set colaborativo de Afrojack y Steve Aoki, a quienes cariñosamente el público llama “Afroki” cuando se presentan juntos. Con su característico estilo lleno de drops y bass, elevaron la energía del festival a niveles estratosféricos. Iniciaron con “Titanium” de David Guetta en un remix explosivo que también homenajeó a Kid Cudi y, por supuesto, a Aoki.
A lo largo de su show, se escucharon clásicos de Steve Aoki como la inconfundible fusión que hizo con “La gata bajo la lluvia” en voz de Ángela Aguilar, un detalle que conectó con el público mexicano de forma muy emotiva. También se dejaron oír ritmos frescos con “Jungle” de Fred Again, creando un mar de manos alzadas y corazones latiendo al mismo compás.
Otro de los momentos cumbre de la noche fue el homenaje a Avicii con “Wake me up”, que resonó en todos los rincones del Autódromo. La voz colectiva de la multitud entonando la letra hizo temblar los cimientos de la ciudad, confirmando que el legado de Tim Bergling sigue vivo y fuerte en el corazón de los amantes de la música electrónica.
Sin dejar que la nostalgia decayera, se escucharon acordes de Bad Bunny en una mezcla con “DTMF” y nuevamente “Levels” de Avicii, creando un cóctel musical que sacó lágrimas a más de uno, no solo por la fusión de géneros, sino por la emotividad de sentir a Avicii presente en el último día de EDC. Fue un momento en el que el tiempo pareció detenerse y el público se unió en un coro multitudinario, compartiendo una añoranza que, a la vez, celebraba la vida.
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TIËSTO PARA ENCUMBRAR AL FESTIVAL
Cuando el reloj marcaba la medianoche, llegó uno de los actos más esperados: Tiësto. Con su carisma inconfundible y ese acento que el público mexicano tanto adora, saludó: “Hola México. Mi nombre es Tiësto. ¿Están listos para la fiesta?”. El estruendo que siguió fue la confirmación de que todos estaban listos para entregarse hasta el último aliento.
Tiësto comenzó su set con una versión enérgica y tierna a la vez de “Messy” de Lola Young en un drop que llenó el cielo de confeti y lásers. El confeti multicolor se mezclaba con la niebla artificial, creando una escena de ensueño. De pronto, como si el DJ hubiese leído la mente de los fans, apareció “Goosebumps”. El público explotó en un frenesí de baile, demostrando la habilidad de Tiësto para combinar éxitos globales con toques que hacen vibrar especialmente a la audiencia mexicana.
En el otro extremo, alrededor de la 1 de la mañana, con la adrenalina a tope, el público se sorprendió con la aparición de drones surcando el cielo. Estas pequeñas luces se movían sincronizadas, dibujando figuras geométricas y símbolos característicos de EDC. Fue un espectáculo futurista que capturó la atención de todos, desde los más veteranos en la cultura rave hasta quienes apenas descubrían su primera experiencia festivalera.
Y como broche de oro, una vez terminado el set de Tiësto, un enjambre de drones adicionales iluminó el firmamento, formando la silueta del icónico búho de EDC y la leyenda “EDC MÉXICO”.
UN CIERRE FELIZ
La gente contuvo el aliento al contemplar el mensaje flotando sobre sus cabezas, y un estallido de fuegos artificiales remató la escena. Chispas de colores danzaron sobre el cielo capitalino mientras el estruendo retumbaba en el pecho de los 109 mil asistentes, un recordatorio de que la música, la tecnología y la pasión pueden unirse para crear momentos irrepetibles.
Así culminó el último día de EDC México 2025, con el corazón de la ciudad latiendo al ritmo de los beats, los pies doloridos pero felices de tanto bailar, y la certeza de que esta onceava edición se grabaría para siempre en la memoria colectiva. Fueron tres días de locura, de descubrir nuevos sonidos, de rendir homenaje a leyendas y de reafirmar que la música electrónica sigue evolucionando y uniendo generaciones.
Por los pasillos y zonas de descanso, se veían sonrisas mezcladas con lágrimas de emoción. Unos se abrazaban, otros alzaban las manos en señal de gratitud. Las historias de estos días se contarán una y otra vez.
Detrás de toda esta parafernalia de luces, sonido y espectáculo, queda el recuerdo de la comunión que se vive en EDC. La labor de Ground Control, los voluntarios y la producción entera es fundamental para mantener a salvo y felices a decenas de miles de personas. Cada punto de hidratación, cada indicación de seguridad, cada sonrisa o abrazo ofrecido a quien lo necesitaba, todo formó parte de la gran familia que se forja cada año en este festival.