Escenario

‘El mono’: Un baño de sangre y risas

CORTE Y QUEDA. Osgood “Oz” Perkins regresa a la cartelera mexicana con un excéntrico filme de terror luego del éxito de Longlegs: Coleccionista de almas

Fotograma de 'El mono' (CORTESÍA)

Uno de los más prolíficos escritores de terror en la historia se encuentra con uno de los directores de cine más llamativos de los últimos tiempos en el género. Osgood “Oz” Perkins, el hijo del íconico actor Anthony Perkins (la franquicia de Psicosis) deja de lado los cuento sde hadas retorcidos y los thrillers policiacos sobrenaturales para aventurarse a adaptar un cuento corto del maestro Stephen King en El Mono, mostrando no sólo la versatilidad del cineasta neoyorquino, sino también su sanguinoliento lado sumado a un retorcido humor negro en un largometraje bastante llamativo.

El relato sigue la historia de dos hermanos, Hal y Bill (Theo James, dobleteando), quienes reciben por herencia un peculiar juguete por parte de su padre (Adam Scott). El objeto: un mono tamborilero que, al darle cuerda, toca su instrumento de forma alegre… hasta que provoca la muerte de alguien al azar cercano a los dueños del chiche. La maldición los persigue desde niños, hasta que deciden deshacerse de él para siempre. Pero hay maldiciones que son tan inevitables como la muerte misma.

ACTORES QUE ENFRENTAN SUS MIEDOS

Nuevamente, Perkins encuentra en su cast una de las principales virtudes del filme. Como lo hizo en Longlegs: Coleccionista de almas (2024), el cineasta y guionista observa en Theo James (la serie de Netflix, Los caballeros) al protagonista ideal para manejar una particular dualidad entre los hermanos gemelos que están condenados al Mono de juguete, que, como dato curioso, cambió de instrumento musical debido a una cuestión de derechos. El actor toma el reto de mostrar dos caras de una relación retorcida entre fraternos que son totalmente dispares entre sí y lo hace con creces.

A su lado, tenemos el papel secundario de Tatiana Maslany (la serie Orphan Black), que interpreta a la madre de los gemelos en sus años mozos, dándole una personalidad interesante que marca el destino de sus dos chamacos. Si bien su aparición es breve, es fundamental para ayudar a marcar el tono de humor negro de muy mala leche en el filme, así como para ofrecer una de las motivaciones principales del retorcido relato.

Ni qué decir de Colin O’Brien (Dear Edward, Wonka) que en su papel de Petey acompaña de muy buena forma las peripecias de su padre, Hal, quien se ha mantenido alienado de su relación con él con tal de mantenerlo a salvo de la maldición del malévolo juguete.

HUMOR MALSANO PARA EL ALMA

Aunado a ello, se suma la particular visión e interpretación que Perkins le da al cuento corto de King, agregándole y cambiándole situación sin afectar la esencia de un relato cargado de humor malsano y sátira que, por momentos, se percibe en la obra del maestro del terror. Osgood, alejándose de la estética perturbadora de sus anteriores filmes, se alimenta del exceso para crear las muertes más violentas de su carrera y darles un sentido de gracia que pocos autores pueden encontrar.

El ingenio con el que El Mono provoca las muertes nos remite a la fábula de muerte donde más era mejor de la franquicia Destino final, llevándolo por caminos demencialmente humorísticos que tal vez no debieran sentirse así.

El guión, con todo y sus cambios, también ofrece interesantes reflexiones, siendo la más clara aquella sobre la muerte y la inevitabilidad de la misma. Esto se adereza también con otro inteligente pero sutil comentario sobre las paternidades ausentes y cómo un legado, a pesar de las ausencias y las faltas, puede perseguir cualquier esqueleto en el clóset, a otras generaciones, ya sea por la falta de atención o cariño… o por la herencia de un Mono maldito de juguete.

UNO DE LOS MEJORES RELATOS DE COMEDIA DE HORROR

Ese simbolismo explotado en el absurdo es lo que aprovecha el relato para ofrecer sin duda uno de los mejores relatos de comedia de horror recientes que, afortunadamente, desde el principio deja sentado que no se toma en serio a sí misma, haciéndola más disfrutable aún.

Claro que “Oz” no deja de lado su buena mano al montar secuencias y atmósferas de dolor y tensión, pero las aligera manteniendo un perfecto balance entre el horror de la muerte y la hilarante forma en que todo sucede, examinando lugares oscuros en las mentes de los espectadores que resulta sorprendente por su brutalidad combinada con la técnica de buen nivel.

Y aunque la fotografía o la edición puede de repente sufrir ciertos detalles, sobre todo en la longitud del cuento que se alarga un poco en la mitad, El mono es un recordatorio de porqué tanto King como Perkins resultan un gran combo para el género en la actualidad.

Gracias al bajo presupuesto del filme que permite el uso de muchos efectos prácticos sobre lo digital, que se usa cuando es necesario, además de una banda sonora compuesta por el canadiense Edo Van Breemen (Air, Afflicted) que coquetea entre lo perverso y divertido, esta adaptación de Stephen King es, sin duda, de lo mejor que hemos visto en cine, compartiendo honores al lado de obras como Carrie de De Palma, Christine de Carpenter o el díptico dramático/terror de Darabont, dándole un toque único gracias a ese sentido del humor y la locura que nos regala un baño de sangre y risas ideal para comenzar el año. Y todo por un maldito Mono.

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