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En 2018, en pleno auge de las plataformas, YouTube y Sony apostarían por una serie que respondería a una de las interrogantes más interesantes de una muy querida franquicia: ¿Qué pasaría en Karate Kid si Daniel LaRusso fuera el verdadero villano en la historia de éxito del legendario karateca galante y rubio, Johnny Lawrence, de Cobra Kai?
Ese cuestionamiento, que incluso llegó a darse dentro de la serie How I met your mother y para muchos es considerada la raíz de todo esto, se plantearía en Cobra Kai, un show que prolongaba el legado del Karate Kid desde otra perspectiva.
El regreso de los protagonistas originales, William Zabka como el adulto condenado a la sombra del fracaso en Lawrence y Ralph Macchio como el ahora exitoso y normalmente buena onda LaRusso, seguidor de las creencias del dojo Miyagi y su maestro.
Defensa y ataque nuevamente enfrentados en un show cuyo éxito fue demoledor al grado de que cuando el plan de YouTube fracasó, la serie encontró inmediatamente un nuevo hogar en Netflix, volviéndose aún más en un fenómeno global que combinaba la plena nostalgia con el melodrama y si, unos cuantos karatazos.
TODA HISTORIA DEBE LLEGAR A UN FINAL
Pero toda historia debe llegar a un final y es grato encontrar que Cobra Kai, en la tercera parte de su sexta temporada, después de siete años de vigencia y grabaciones, encuentra el desenlace perfecto para los fans, volviendo justamente a los orígenes del show, uno que parecía volver a inclinarse por el protagonismo de Daniel pero que ahora encontró el merecido espacio de redención, aprendizaje y crecimiento para el dojo y su alumno estelar de forma simple pero emotiva.
Creada por Jon Hurwitz, Hayden Schlossberg y Josh Heald, Cobra Kai retoma el punto traumante de las semifinales del Sekai Taikai, donde una muerte marcó el final y ahora tanto los maestros como los aprendices tienen que enfrentar las consecuencias de ese acto.
Con su habitual mezcla entre drama, comedia y acción, el spin off del Karate Kid encuentra rápido su camino en un inesperado aliado: Terry Silver (Thomas Ina Griffith) que, ante una dura revelación de su presente, busca revivir el torneo a toda costa para encumbrar un legado que esté ligado por siempre a su nombre.
Para ello, tendrá que convencer a todos los senseis, incluyendo a un dolido John Kreese (Martin Kove) y su compañera, Kim Da-eun (Alicia Hannah-Kim), líderes de Cobra Kai que perdieron a su representante principal, así como a los eternos némesis, LaRusso y Lawrence.
Con la promesa de que se hará a su manera, Silver teje algo entre manos para salirse con la suya. Mientras los maestros consideran la oferta y tratan de conciliar lo sucedido con sus vidas e ideales, los jóvenes también tienen mucho que pensar pues su futuro en las escuelas de alta demanda parece estar en juego.
Miguel (Xolo Maridueña) y Samantha (Mary Mouser) ven su amor crecer aunque puede haber una amenaza de por medio que los vaya a separar. Tory (Peyton List) no quiere saber nada de karate y no ha sabido nada de su novio, Robby (Tanner Buchanan) desde el incidente en el torneo.
Y los eternos amigos Hawk (Jacob Bertrand) y Demetri (Gianni DeCenzo) podrían estar disfrutando de sus últimos momentos antes de separarse para ir a universidades distintas. Todo está en juego mientras la superioridad entre el Miyagi do, los campeones Iron Dragons y el siempre rejego Cobra Kai podrá decidir el destino de todos.
LA IMPORTANCIA DE SU NUEVO LÍDER
Algo que parecía perderse con el tiempo de la serie era que, si bien Johnny Lawrence seguía siendo él mismo y tenía un ligero crecimiento, parecía que estaba quedando en segundo plano conforme la historia del secreto de Miyagi y su dojo, dirigido por LaRusso, entraban en escena.
Afortunadamente, el último acto de Cobra Kai demuestra nuevamente la importancia de su nuevo líder, quien ahora completa el arco hacia un camino mejor sin dejar de lado los principios de su dojo: Strike first, strike hard, no mercy (Pega primero, Pega fuerte, Sin piedad), pero que con Lawrence adquieren un nuevo significado.
A pesar de los estereotipos que puede representar Johnny, su historia como el eterno desfavorecido llega a un punto climático sin necesidad de repetir el mismo patrón que el Karate Kid.
Esa es una de las mejores virtudes de estos últimos episodios, mismos que aún dependen tremendamente de la nostalgia y el fan service, pero que se complementan con ese arco donde todos apoyábamos a Johnny en su viaje para demostrar no que él era el héroe, sino que tampoco era tan diferente a LaRusso y cómo esa derrota lo hunde solamente para aprender a escalar de nuevo. Pegar primero.
Asimismo, las historias de los personajes secundarios encuentran un buen cierre, destacando claramente el camino de los LaRusso que pinta los primeros pasos a lo que será la nueva cinta del Karate Kid.
Pero es la faceta de John Kreese la inesperada. Si bien habíamos visto parte de su vulnerabilidad de la cual tanto huía, es aquí que, como Johnny, encuentra también un camino a redimirse a su manera.
Sin dejar de ser el mismo Kreese de siempre, es emotivo verlo sincerarse de una vez por todas con aquellos a quienes ha marcado sus vidas, especialmente el reencuentro con Johnny. Aunque su final puede sentirse forzado, funciona dentro del universo telenovelesco de Cobra Kai.
LOS CHICOS HAN CRECIDO
Es increíble también ver cómo los chicos han crecido y, en algunos casos, cierran el gran ciclo que los lanzó al estrellato, especialmente con Xolo Maridueña y su Miguel Díaz que tienen un momento crucial en el clímax del relato.
Ni qué decir de Tory y Peyton List, que poco a poco se convirtió en una de las favoritas pasando de ser odiada a querida. Las subtramas de los dojos cierran, algunas mejor que otras, pero ofrecen al menos una congruencia conforme a lo que los personajes planteaban durante esas seis temporadas.
El tono de Cobra Kai se mantuvo y aquí, a pesar de esas inclinaciones que el guión parecía tomar, respetan la esencia del planteamiento original del show. Incluso las batallas que vemos nos recuerdan ya una forma más estilizada en cámara, remitiéndonos claramente al Torneo de All Valley que lo empezó todo en 1984.
La edición en las mismas ayuda a que se sienta esa tensión del desenlace que, aunque podría lucir enormemente predecible, se disfruta karatazo por karatazo, entregando momentos inolvidables que son fieles a la ideología de la serie y de la misma franquicia de la que salieron.
Cobra Kai despertó nuevamente la pasión por las artes marciales a través de una pregunta que parecía una broma, tornándose en un proyecto que definitivamente nos recordó, ya sea con rolas como “You’re the best” o las apariciones de viejos conocidos de la saga cinematográfica, incluso atreviéndose a revivir con IA al maravilloso Pat Morita de forma arriesgada, que a veces pegar duro, fuerte y sin piedad puede ser el camino hacia la victoria personal.
Y aunque el proyecto parece haber concluido, el lema del dojo sigue resonando fuerte ante este segundo aire que el Karate Kid tiene: Cobra Kai nunca muere, así que no nos sorprenda si la serpiente vuelve con Johnny y compañía a entregarnos aún más de esta historia de dos rivales que se convirtieron en el yin y el yang, el defensa y ataque, en el balance perfecto del bonsai.