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Crónica Escenario charló con el cineasta iraní radicado en Alemania, Mohammad Rasoulof, quien vive ahí después de ser perseguido por el estado islámico de su país donde filmó a escondidas la cinta La semilla del fruto sagrado, dolorosa y realista historia basada en lo que sucede en Irán que va desde la cuestión social hacia un microuniverso donde una familia llega a límites exacerbados en donde la crítica al patriarcado resuena fuerte.
En el filme: El juez de instrucción Iman se enfrenta a la paranoia en medio de los disturbios políticos de Teherán. Cuando su pistola desaparece, sospecha de su mujer y sus hijas, imponiendo medidas draconianas que tensan los lazos familiares a medida que las normas sociales se desmoronan.
LOS HECHOS QUE INSPIRARON EL FILME
Rasoulof habló de uno de los hechos que inspiró la cinta que compite en los Premios Oscar a la Mejor Película Internacional: el asesinato de una joven activista llamada Mahsa Amini.
“Cuando supe que fue asesinada por la sociedad iraní estando yo dentro de prisión, me generó una experiencia bastante única en el sentido de que nos dimos cuenta de lo que estaba sucediendo en las calles a través del comportamiento de los empleados de la cárcel”, comentó.
“Y, por supuesto, mientras estábamos encarcelados, teníamos acceso a la televisión controlada por el Estado. Así que seguimos ese tipo de noticias que nos dieron una sensación de lo que estaba pasando, que fue ver cómo el sistema estaba perdiendo su poder”, continuó el cineasta.
“Estaban tratando de pretender que la muerte de Masa fue un accidente, que ella tuvo un ataque de corazón y que intentaban salvarse de cualquier responsabilidad. Después de décadas de verlo, sabemos muy bien que la televisión de control del estado iraní manipula la verdad para conservar su poder de cualquier manera que se necesite, siempre fabricando y alterando la verdad. Pero todos nos hemos detenido a la fuerza de la defensa y los días que han durado esta lucha”, complementó el iraní.
UNA OPORTUNIDAD PARA HABLAR DEL CAMBIO
A pesar de este hecho trágico, Mohammad vio en ello una oportunidad para hablar del cambio y cómo las nuevas generaciones están tratando de hacer algo al respecto.
“Lo que nos ha impresionado mucho es la nueva generación en Irán, estas mujeres y hombres muy jóvenes, a quienes podríamos haber pensado que les tomaría más emocionalmente, pero realmente entendíamos cómo ferozmente resistían, con qué intensidad, y no solo eso, sino también cómo el arco moral de todos iba cambiando conforme esta generación seguía adelante”.
“Creo que hay un cambio importante que está sucediendo, tal vez, principal e inconscientemente, en la manera en que las generaciones diferentes se relacionan con las otras en Irán. Y mientras en el pasado tuviste a los más viejos que realmente dictaban cómo comportarse y pensar a los jóvenes, ahora existe una generación más joven que está interconectada y busca influir en la generación vieja”, aseveró a su vez el cineasta.
CUESTIONAR EL CONCEPTO DE JUSTICIA EN IRÁN
Una de las figuras que La semilla del fruto sagrado cuestiona fuertemente es la de la ley, la religión y la justicia en ese país oprimido. “Para el sistema estatal, la ley no es para facilitar la vida de la gente ni para los beneficios generales. En realidad, existe para preservar el poder del sistema”, expresó.
“De la misma manera, debemos recordar que en la Comunidad Islámica hay un estipulado de la ley que de algún modo trabaja con las ideologías de la gente. Y por supuesto, la República Islámica de Irán también es un régimen ideológico religioso que se involucra con los creyentes. Por lo tanto, con las promesas de la mañana, la gente se desvanece y todo el mundo está a su disposición”.
Para Rasoulof, este sistema corroe los principios de cualquiera que forme parte de él, algo que también toca la cinta. “Los valores humanos de alguien que ha decidido asumirse al poder de este sistema serán diferentes a los derechos humanos. Por eso creo que hay un aspecto muy específico de la historia de esta familia viviendo en este régimen totalitario donde tenemos que examinar con atención personal como cada personaje persigue sus creencias y ambiciones”.
“Me gustó mucho preguntarme a mí mismo cómo los hombres que han pasado 15 años con esas labores, piensan. Me intrigó la idea de trabajar en un nivel psicológico en este filme para poder interrogar la psique de todos estos individuos con los que he tenido mucho que ver, porque parecía que su mente funcionaba de una manera tan diferente a la mía y, por supuesto, todos han elegido formar parte de esa fuerza. Quería averiguar cómo pueden ir perdiendo su humanidad”, agregó.
“Quizás el problema clave es el control y hasta qué punto las cámaras son un símbolo, pero también una verdad de facto, de hasta qué punto el régimen está listo para entrar en las vidas de la gente para controlarlas a través de las cámaras”, meditó el director sobre el poder de filmar clandestinamente un proyecto como éste.
“Es una gran idea para la historia, es un mensaje para el mundo que muestra las condiciones donde están luchando por el bien de la historia para mostrar lo que está pasando en Irán”, añadió.
UN DESAFÍO IMPORTANTE COMO DIRECTOR
Y es que grabar allá fue todo un reto, sobre todo al ser un personaje perseguido por las autoridades. “Desde que escribo el guión, me centro en lo que puedo y no grabar. Así que la dirección comienza desde ese momento. Y el primer material usado en la película son, por supuesto, las limitaciones. Después de eso, me pregunto a mí misma, ¿cómo puedo contar la historia en la mejor manera? Y, por supuesto, hay una prioridad aún más fuerte, y es que el filme debe tener un final”.
“A los ocho años en prisión, cuando la noticia me llegó y entendí que no tenía mucho tiempo para completarlo, estaba muy, muy asustado pues si me arrestaban mientras filmaba, esto llevaría a otra sentencia de gran peso. Así que mi primer desafío fue determinar cómo podía mantener mi conciencia y la concentración que necesitaba para lograrlo”, confesó sobre los métodos y riesgos de hacer esta dolorosa cinta.
“Estaba buscando métodos para que la seguridad del grupo y de la obra aumentara. Por ello tomé tres decisiones. La primera era tener un pequeño equipo de grabación, la segunda fue trabajar con equipos muy limitados”, continuó.
“Y la tercera decisión fue dirigirme a un punto distante de la escena. En ocasiones estaba muy cerca del set y en otras no, dependiendo de la escena. Debido a ello, necesité de un equipo de actores y actrices extremadamente creativos que pudieran trabajar con el hecho de que no estoy cerca de ellos”, afirmó.
LO IMPORTANTE ES QUE EL FILME LLEGUE A SU PAÍS
Si bien La semilla del fruto sagrado ha conseguido aplausos alrededor del mundo, para Mohammad es trascendental que esta historia se vea en su país. “Uno de mis objetivos es que mi película sea vista por la gente de Irán, por supuesto en la manera correcta, cuando el momento idóneo suceda. Estoy seguro de que mucha gente lo verá porque los iraníes circulamos copias piratas de lo que nos gusta”, meditó.
“Todavía esperamos nuestra sentencia. No sabemos qué pasará, pero lo que sabemos es que cuanto más cine se realice y atraiga audiencias internacionalmente, más se protege a todos los involucrados en su producción”, añadió.
Finalmente, el iraní habló de otra cuestión que permea la cinta: la pérdida de la libertad. “Como cineasta, siempre interrogo lo que sucede alrededor de mí, las historias que veo, las personas con las que me encuentro, y es una reflexión que quiero traer a mi película”, explicó.
“Pero creo que aquí, específicamente, lo que fue tan interesante es cómo algunas personas que han elegido someterse a la fuerza, gradualmente empiezan a desaparecer dentro de la red del sistema. Y al hacerlo, hacen lo mismo con todos los que están alrededor de ellos”, siguió el cineasta.
“He entendido que en algunos países esto ha cambiado a algo normal, a algo que existe, y esa sensación ha ido de la mente. No estoy seguro de lo que podría sugerir para evitar perder la libertad en el oeste. Pero lo que sé, lo que he notado, es que creo que de la misma manera que en Irán, la gente se acostumbró a vivir sin ciertas libertades. En el oeste muchas personas se acostumbraron a esas libertades”, mencionó.
“En un régimen totalitario como Irán, eso significa que las limitaciones son normales, que es normal aceptar la opresión y no piensas realmente en ello porque se ha normalizado. Lo que el filme está proponiendo es cuestionar la autoridad. Los padres no cuestionan su propia autoridad, los niños los cuestionan a ellos, pero lo más importante es que no importa quién está cuestionando, es el puro acto de hacerlo lo que vale”, concluyó Rasoulof.