Escenario

CORTE Y QUEDA. El más reciente filme del icónico Steven Soderbergh llegó a las salas de cine nacionales con una de las propuestas más interesantes del año

‘Presencia’: Una sensacional película fantasmagórica

Fotograma de Presencia (ESPECIAL)

Las historias de fantasmas y apariciones permean el cine en todos sentidos. Y aunque los espectros son recurrentes en este séptimo arte, se mantienen vivos gracias a las diversas narrativas que abordan.

Desde aquellas que lo plantean desde el suspenso efectivo de época (Los otros, Amenábar, 2001) hasta el manejo del giro de tuerca efectivo (El sexto sentido, Shyamalan, 1999). Incluso desde una óptica dramática existencialista (A ghost story, Lowery, 2017) o, simplemente, como puro y mero entretenimiento de locura (13 fantasmas, Castle, 1960).

UN DIRECTOR VISIONARIO

Ahora, la historia de fantasmas llegó a las manos de un director visionario, transgresor y al que le gusta la experimentación en todos sentidos: Steven Soderbergh, quien después de retomar su carrera con Logan Lucky (2017), sigue irrumpiendo en diversos géneros como la comedia, el drama y, aquí en un suspenso muy peculiar llamado Presencia, acerca de un fantasma que alberga una casa en la que una familia será el foco de su atención.

Caracterizado desde el inicio de su carrera por arriesgarse a romper las formas narrativas muy a su manera (véase Sexo, mentiras y video de 1989), el director se anima a llevar más allá la cuestión de la Presencia del título para ubicarnos desde el punto de vista de la misma, un digno y llamativo reto que propone a la audiencia al, literalmente, darle vida a este espectro con fundidos a negro y saltos súbitos de tiempo y espacio.

Este drama familiar, escrito por David Koepp, sigue de cerca a los Payne, que llegan a una nueva casa para cambiar de aires y encontrar un mejor futuro. Lucy Liu y Chris Sullivan interpretan a los padres de estos dos jóvenes conflictuados. Ella, extremadamente perfeccionista, busca lo mejor para su hijo, Tyler (Eddie Maday) mientras el padre lidia con el resto de los problemas, incluso el de la pérdida cercana que sufrió su hija, Chloe (Callina Liang).

El delicado balance entre la armonía de ellos se rompe cuando Chloe se percata de la existencia de esa presencia, que parece no dejarla en paz cada vez que está en casa. Ante la intrigante existencia de este espectro, a quien el cineasta oriundo de Atlanta le da vida gracias a su punto de vista de primera persona, un misterio se va desenvolviendo que mostrará por qué este fantasma se liga al destino propio de los Payne.

UNA NARRATIVA ATRACTIVA

Claro que el aspecto más llamativo de la cinta es, justamente, la narrativa con grandes angulares y tomas en primera persona que le dan una atmósfera distinta al hogar y a la personalidad del espectro que deambula en Presencia. Sin embargo, la forma arriesgada y poco común en que Soderbergh la presenta puede llegar a ser repetitiva o desesperante, poniendo a prueba al espectador por el ritmo y la forma que esto provoca.

A pesar de ese ritmo un tanto cansino, la forma en que el director y el guión van desenvolviendo las capas para crear un atractivo suspenso resulta al final ser bastante efectivo.

La atención a ciertos pequeños detalles, aparentemente inofensivos, van marcando la llamativa resolución del arco que, tanto la Presencia del título, como la joven Chloe, van teniendo, hasta llegar a un clímax que cierra de buena forma el círculo creado que algunos verán venir hacia el desenlace, mientras otros quedarán sorprendidos.

Esa atención que pone Soderbergh en los planos secuencias así como en las pláticas íntimas que tienen los miembros de la familia e incluso las intervenciones de Ryan (West Mulholland) como el mejor amigo de Tyler, sostiene una gran y compleja idea que, en el futuro, seguramente se convertirá en un proyecto de culto para los amantes del género, todo gracias a la originalidad de ponernos en los pies el fantasma del que solemos huir o ignorar.

UN FILME ARRIESGADO PERO EFECTIVO

La fotografía, aunque bastante sencilla, le añade un detalle a la atmósfera de la casa y la perspectiva de Presencia. Esto sumado a ciertos efectos de sonido eficientes hace que esta cinta minimalista se convierta en una idea por demás interesante. Aunque la edición puede que no ayude al flujo de la historia, si es necesaria para completar el juego que el director propone, dando de nuevo vida a esas cintas donde la primera persona es eficiente.

Aunque Lucy Liu y Maday no lucen mucho en pantalla, Chris Sullivan y Callina Liang hacen una buena labor con la química entre padre e hija. Ni qué decir de la segunda, que es quien nos vende la idea de que existe algo detrás de ella en la casa y cómo esto mismo va afectándola en su forma de actuar. Ella funciona como nuestro vehículo en una experiencia complicada pero inmersiva sobre lo que sería ser un fantasma en pena.

Así, Presencia es una de esas cintas fantasmagóricas que suman una arriesgada puesta en escena y una narrativa de suspenso poderosa a este tipo de filmes, creando un curioso híbrido entre la inevitabilidad del paso del tiempo y el ser testigo de todo sin poder hacer nada vivida en la antes citada cinta de Lowery, como en el misterioso drama a lo Rebecca (1940) de Hitchcock.

Todo gracias a la refrescante idea de Soderbergh, capaz de darle vida a la muerte con este ejercicio que nuevamente nos demuestra porqué es uno de los directores más virtuosos de todos los tiempos.

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