
Laura, una veloz perezosa de 12 años, vive con su singular familia de perezosos. Ellos viven de preparar comida mexicana en su propio restaurante donde la mamá, Gaby (Mariazel) es la experta cocinera, mientras que su esposo vive todos los días con calma y su hermano Mani (Faisy) es amante de pintar, pero realmente holgazanea casi siempre.
Pero su armonía queda devastada cuando una tormenta destruye su hogar y su local, haciendo que busquen un nuevo horizonte para Los Pérez-Osos que parece llevarlos a la voracidad de la ciudad, donde todo estará a punto de cambiar para ellos.
Seleccionada para el festival Annecy del año pasado, Los Pérez-Osos es una cinta australiana de animación que forma parte del universo creado por la productora Like a Potan Creativa, aquel que empezó.
Con Richard Cussó a solas detrás de la dirección de la muy irregular The Wishmas Tree (2020), la franquicia se enfoca en el público infantil con la característica de que todo sucede con personajes antropomórficos inspirados en la flora y la fauna australiana. Después de Combat Wombat 2: Back to Back (2024), se sumó Tania Vincent a la labor de aportar algo a la saga.
EN BUSCA DE TEMAS DISTINTOS
Es ella misma quien, ahora en solitario, toma las riendas de este peculiar universo de las Historias de Sanctuary City. Los Pérez-Osos resulta ser una sorpresiva cinta que habla de diferentes temas como la familia, la memoria, el capitalismo y hasta enfermedades mentales como el Alzheimer, todo envuelto como un buen taco en un relato que poco a poco se va degustando y va mostrando la deliciosa textura que oculta detrás de su animación de bajo presupuesto.
El diseño de la familia de los Pérez-Osos funciona muy bien, dotándolos de cierta identidad latina donde el papá luce como una versión vieja de aquel curioso animal visto en la locura antropomórfica de Disney, Zootopia (2016), ofreciendo a alguien con bigote, camisa y pantalones Godínez habituales y hasta un poblado bigote.
Mani y Laura tienen toda la pinta de la adolescencia y rebeldía características de su edad, con la diferencia de que una es muy veloz y el otro es mucho más descuidado hasta en su peinado.
De igual forma está el diseño de Gaby, una perezosa madre con delantal clásico y chanclas, que nos brinda el look prácticamente estereotípico de la madre latina.
A su lado se encuentra el diseño de nuestra querida antagonista, Dotti (Lola Cortés), una felina que viste siempre formal, con corte militar y que es dueña de una cadena de comida rápida que domina la alimentación de toda la ciudad. Su ferocidad y explosividad ayudan a diferenciarla del carácter de la familia Pérez-Osos en un eficiente diseño de personajes.
UNA HISTORIA FAMILIAR
En cuanto a la historia, esta animación familiar/infantil se centra primero en el deseo de Laura por salir adelante y no quedarse estancada en el mundo familiar de la cocina. Ella siempre busca ayudar a su familia, pero trata de no repetir ese mismo patrón que su madre pareciera obligarle a llevar para no perder el legado gastronómico de los Pérez-Osos.
Sin embargo, son sus metas y el hecho de no querer repetir el patrón la que lleva a la pequeña a caer en las manos de la producción en masa de la “fast food”, algo totalmente en contra de la cocina de su legado.
Aquí enfrentamos un par de temas interesantes que no sólo se dirigen al seguir los sueños que cada uno tiene para los pequeños, sino a los adultos para dirigirse sobre el poder soltar a sus hijos y dejarlos que, aunque no es el camino que esperaban, ellos mismos puedan forjar su historia sin miedo al olvido de lo que son realmente.
Curiosamente, el camino que Laura parece escoger la lleva en colisión con Dotti, con quien comparte cierta problemática sobre la familia, el legado y todo lo que uno espera de los hijos siendo padres, revelando las complejas capas de un pastel que parece ofrecer más de un sencillo bocadillo cinematográfico.
LA COMIDA, UN DELEITE
A su vez, tenemos el tema de la comida y los deleites de la cocina clásica, que aquí no solo funcionan como una interesante reflexión sobre el capitalismo y su voracidad sino también, al más puro estilo de Laura Esquivel en Como agua para chocolate, del sentimiento detrás de la misma y cómo ésta puede ser la única medicina para una enfermedad grave que poco a poco carcome la memoria de Gaby, la abnegada madre que teme perderlo todo, incluso su habilidad para cocinar, y que eso sea el fin del legado de los Pérez-Osos.
Aunque la animación es diferente a las grandes producciones, si se nota una ligera mejora en el estilo de la casa productora australiana, ofreciendo momentos y guiños a cintas de zombies y más, creando un mosaico tan complejo como una receta de pozole especial que tal vez sea demasiado para el público infantil.
En cuanto a la labor de doblaje, Faisy sale de su zona de confort malévola para dar vida a un hermano desidioso que termina por apoyar a la familia Mariazel, a su vez, dota de calor y emotividad a su Gaby, mostrando las virtudes y defectos de una madre que no quiere perder ni su memoria ni a su hija.
Pero es Lola Cortés como Dotti Pace quien se lleva las palmas. Acostumbrada a ser la villana, la talentosa cantante y actriz le da una personalidad única a su cocinera que es de temer, pero también le da un lado humano que termina por pesar en el desenlace del relato, creando una empatía con su locura y su ser.
Y aunque la cinta no es perfecta, ciertamente Los Pérez-Osos ofrece una historia lo suficientemente emotiva y reflexiva para sobrevivir el bostezo y entregar así una emotiva memoria a la franquicia en la que la comida mexicana, la importancia de un legado y una crítica social tibia pero latente al consumismo hace de éste un platillo que no sabe tan mal como alguna comida rápida, pero tampoco es un platillo gourmet, quedando en un bocadillo agradable que pudo saber aún mejor.