
Desde el primer momento en que J-Hope apareció en el escenario, el Palacio de los Deportes se sintió demasiado pequeño para alguien de su talla, quién es integrante de BTS, la banda más popular en los años recientes de k pop y referente de la nueva generación en ese género.
La euforia de la army, como se hace llamar el fandom, era ensordecedor, y aunque se coreaban los nombres de los integrantes de BTS entre cada pausa, el grito más fuerte y eufórico era, sin duda, para él.
Vestido completamente de rojo, el color insignia de la gira, J-Hope abrió el concierto con “What If…”, y la energía explotó de inmediato. Sobre una estructura de cubos que cambiaban constantemente de color e imágenes, avanzó al segundo tema, “Pandora’s Box”, dejando claro que este no era solo un espectáculo musical, sino una experiencia visualmente absorbente.
Cuando llegó “Arson”, el escenario literalmente ardió. Fuego y lava digital se esparcían a su alrededor. Cada paso suyo parecía avivar el incendio, y la audiencia se dejó envolver en la intensidad del momento.
Entre cada set, un video contaba una historia que añadía profundidad al espectáculo. Antes de iniciar el segundo segmento, saludó con entusiasmo: “¡Hola, México! ¡Griten!”, seguido de un efusivo: “Me gusta mucho México”. No necesitaba decirlo: su sonrisa lo demostraba. Cuando gritó “Welcome on hope on the stage”, la energía en el recinto se duplicó.
El segundo set trajo un cambio de atmósfera. Con un vestuario más callejero y una vibra más cálida, interpretó “On the street”, logrando que los fans lo acompañaran con una emotiva ola de luces. Los lightsticks de BTS respondían a la música, cambiando de color conforme la energía de cada tema.

Para el inicio del tercer set, el escenario comenzó a llenarse de humo, y el rapero surcoreano reapareció con una playera y chamarra blanca, pantalón negro y un cinturón con la palabra Mona Lisa, un detalle que no paso desapercibido cuando las cámaras apuntaron hacia él.
Durante la canción del mismo nombre, un filtro en las pantallas enfocaba a los fans y los transformaba en una versión digital de la famosa pintura, causando risas y sorpresas. Aunque el tema había salido apenas un día antes, la gente lo coreó como si lo hubiera escuchado toda la vida.
Uno de los momentos más impactantes fue cuando bajó del escenario para dar la mano a los fans. Algunos no podían contener su asombro y quedaron completamente paralizados, incapaces de reaccionar. Más tarde, en “Airplane”, les pidió a todos agacharse para después saltar en un estallido de energía azul, con todo el recinto iluminado como un océano en movimiento.
J-Hope sabía exactamente cómo jugar con la emoción de sus fans. La combinación de su música solista con temas de BTS enloqueció a todas las presentes, que vio en ello un puente entre su carrera en grupo y su evolución individual.
En “Daydream”, dejó atrás los cubos digitales y utilizó una cama en el escenario, logrando un performance que parecía sacado directamente de un videoclip. La cámara capturaba cada ángulo con precisión cinematográfica, proyectándolo en las pantallas en una sola secuencia.
Cuando llegó “Chicken noodle soup”, la euforia se desató por completo. Lo que ya era un tema bailable se convirtió en un himno coreado a una sola voz, con Hobi, otro de sus sobrenombres, dominando cada paso de la coreografía. En un momento de genuina sorpresa, se llevó las manos a la cabeza y exclamó: “No sé qué decir… están locos ustedes”, riendo ante el estruendo de los gritos que parecían no tener fin.

Pero fue en su discurso final donde el corazón del concierto latió con más fuerza. Con la voz quebrada por la emoción, dijo: “Esta noche en este concierto lo hicieron ustedes en realidad. Durante el show me hicieron saber qué es sentirse querido. Esto es venir a México. Hay que regresar más… no es broma, no es para quedar bien. Esto va a quedar en mi corazón. Son increíbles”, dijo.
El público, sin dudarlo, respondió con un grito unificado “¡J-Hope, hermano, ya eres mexicano!”. La sonrisa que iluminó su rostro fue el reflejo de una conexión auténtica con la audiencia.
Para el encore, sorprendió poniéndose la playera exclusiva de la merch que solo se vendió en México. Bajó una vez más del escenario, pero esta vez no solo para dar la mano: abrazó a una fan, dejándola completamente incrédula.
La noche cerró con “Neuron”, donde reconoció a sus músicos en el escenario, dándoles su momento de brillo con un solo de cada uno. El Palacio de los Deportes retumbaba con cada aplauso, cada canto y cada salto, como si nadie quisiera que terminara.
Cuando las luces se encendieron y J-Hope desapareció tras bastidores, quedó claro que no había sido solo un concierto. Fue una celebración de su esencia, de su crecimiento, de su conexión con los fans. México le dio todo, y él respondió con lo mismo. Y si su promesa es verdadera, no pasará mucho antes de que regrese para hacerlo todo otra vez.
