Escenario

ENTREVISTA. El cineasta colombiano Santiago Lozano Álvarez nos habla de su más reciente filme a propósito de su estreno en México

‘Yo vi tres luces negras’: Las voces de las luchas afrocolombianas

Fotograma de 'Yo vi tres luces negras' (CORTESÍA )

El colombiano Santiago Lozano Álvarez estrena su nueva cinta, Yo vi tres luces negras, que desde su paso por la 39° edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara se llevó el premio a Mejor Guión y Mejor Fotografía en la categoría Iberoamericana, ha conquistado al público con esta historia ubicada en la zona Pacífico de Colombia a través de los ojos de un anciano que busca encontrar un lugar para su último descanso.

Crónica Escenario charló con el cineasta sobre esta importante obra sobre un anciano que se adentra en la selva colombiana buscando un lugar tranquilo donde morir, pero los soldados paramilitares que controlan la zona amenazan su viaje hacia la muerte: “Llevo 20 años trabajando en diferentes tipos de proyectos cinematográficos y de otro corte en diferentes comunidades del pacífico colombiano”, dijo.

“Vivo en Cali, una ciudad muy cerca a la costa que tiene una población bastante importante de comunidades afro, la mayoría provenientes de esta región, y en todos estos trabajos y viajes he encontrado el asunto del misticismo y la espiritualidad proveniente de esa cultura”, señaló Lozano sobre el toque místico de la cinta.

“Pero también las expresiones culturales han existido desde tiempos de la esclavitud como las formas de habitar los territorios, de resistir en ellos y de reexistir. Hay una relación muy fuerte también con la naturaleza, que es la que se construye con el personaje de José de los Santos, un hombre que habita la selva pero la selva lo habita también a él”, continuó el colombiano.

“Me parece que en un conflicto armado y en una violencia tan profunda de tantas décadas en Colombia, incluso estas expresiones culturales y la ancestralidad también es una víctima de la guerra y por eso ha sido mi interés narrar esta película desde ese contexto. En relación a la construcción del universo, me he situado un poco más en diálogo con las propias narrativas del Pacífico, en las formas reales de coexistir y cohabitar este mundo”, complementó Santiago.

UNA REFLEXIÓN SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE


José de los Santos tiene una relación estrecha con temáticas entre la vida y la muerte, algo que el oriundo de Cali buscaba también resaltar en su filme. “No es un asunto ficcional ni fantástico, sino que son maneras también de cohabitar y vivir en el presente. La muerte como parte de la vida, la relación con los muertos como guías, en todo eso hay una comunicación constante”, expresó.

“Y creo que eso enseña muchísimo desde el punto de vista cultural, como el resto de comunidades que integramos este tejido social en Colombia porque precisamente nos entrega otras formas de vivir en este mundo y de relacionarnos con la tierra”, continuó.

“Dentro de esta historia, incorporo un elemento de amenaza también, que es la pérdida de esta ancestralidad y espiritualidad” señaló el director.

“Pero en contraste con la realidad que siento y vivo hoy en Colombia, estas prácticas están muy vivas. Afortunadamente, justo es a partir de ello que las comunidades afro cada vez están siendo mucho más fuertes y potentes dentro del tejido social, reivindicando mucho las voces y los derechos sobre el territorio”, siguió.

“Creo que ahí hay una fuerza que nos está enseñando también las maneras en las que podemos encontrar salidas a esta ruptura del tejido social. Entonces eso es muy interesante y por eso también ha sido un foco de interés en mis reflexiones personales, en mi humanidad y a través del cine. El poder encontrar ese universo espiritual como algo que está muy presente no solamente en la cotidianidad de los territorios en el Pacífico sino en otras ciudades”, apuntó.

UN DIÁLOGO CON LAS NARRATIVAS DE LAS COMUNIDADES


Santiago siempre ha buscado entablar un diálogo con las narrativas de las comunidades del Pacífico colombiano. Aquí lo logra con la inclusión de Nidia Góngora en la música.

“Fue muy bonito porque era una invitación a dialogar a través de dos lenguajes, el cinematográfico y el musical con un propósito en común que era acompañar este último viaje de José de los Santos. Fue muy interesante cómo fue construyendo también un mundo musical que se integró de manera muy orgánica a todo lo sonoro de la cinta, que también es muy potente”, comentó.

Otra de las fuerzas de este filme también recae en Jesús Mina, que da vida al protagonista de la historia. “Le da una fortaleza en la que maneja sobre su cuerpo y expresa una historia compleja. Encarnó a alguien cargado con una gran dignidad en medio de todas las adversidades que lo rodean y eso fue muy bonito”, mencionó.

“Poder ver la manera en la que él empezó a asumir el personaje, empezar a construirlo en función de la esencia de lo que la película también empieza a buscar nos permitió tocar asuntos que son difíciles de hablar, como la violencia, la guerra y ser víctimas de ello, pero haciéndolo con dignidad, sin vergüenza de lo que sucede en nuestros territorios, con la frente en alto”, declaró Lozano Álvarez.

Asimismo, el colombiano abrazó todos los retos que implicaban filmar en este territorio. “Los asumimos como elementos a favor, entendiendo que la agresividad y la rudeza de la selva, así como las condiciones climáticas específicas del Pacífico colombiano, le iban a dar un carácter particular a la película”, destacó.

“Pero también nos dio una forma de filmar que corresponde de manera orgánica con las maneras de cohabitar de las comunidades. No se trata de la idea de que el hombre se imponga sobre la naturaleza, los espacios y los territorios, sino más bien dejar que sean los territorios y la naturaleza quienes te guíen. Eso fue muy importante también”, sumó.

UN HIPNÓTICO TRABAJO VISUAL


Existen aspectos en Yo vi tres luces negras, como la fotografía, que también ayudan a la experiencia que ofrece la obra de Lozano Álvarez.

“Desde ese punto de vista, con la ayuda del fotógrafo Juan David Velázquez, entendimos cómo era la presencia de la cámara, que queríamos acompañar muy cerca al personaje de José de los Santos pero sin perder la dimensión de la de la selva, que no se convirtiera en un mero fondo sino también en un personaje adicional”, afirmó.

“Empezamos a darle ese carácter desde lo visual a través de dos características. Una es desde el espacio, que está cargado de ambigüedad, porque prácticamente en ese tránsito hay muchos elementos donde estás siempre en esa dualidad de si existen o no existen las cosas. La experiencia de atravesar la selva es única para cada individuo”, siguió.

“Lo otro es un carácter hipnótico y eso fue lo que empezamos a buscar visualmente a través de la imagen, no solamente en los encuadres sino en el tratamiento de la luz y del color”, agregó. “Fuimos construyendo una atmósfera de limbo que se rompiera de una manera muy agresiva en la experiencia visual del espectador.”

Finalmente, el interés del director por la relación que tienen los humanos con la tierra era otro foco fundamental en la cinta. “Esta es una película también que narra la lucha del hombre contra la tierra, que es el origen de todas las guerras, finalmente. Esta imposición del ser humano contra otros y contra los territorios han sido los orígenes de muchas violencias históricamente”, expresó.

“Es ahí que empieza a tener una resonancia y universalidad la historia, porque no se ancla en unos aspectos que son exclusivos de unos lugares o personajes sino que también resuena en todos los territorios porque parece que hay una profunda pulsión por hacernos daño y a la tierra que es muy fuerte”, concluyó.

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