Escenario

"90 días para el 2 de julio", el amor contra las aspiraciones políticas

CORTE Y QUEDA. La ópera prima de Rafael Martínez García se presentó con éxito en la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Morelia>

Pareja gay en una relación amorosa
El filme es protagonizado por Armando Espitia y Luis Arrieta. El filme es protagonizado por Armando Espitia y Luis Arrieta. (CORTESIA)

En el margen de la décimo novena edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), muchos directores y artistas muestran sus obras, algunos incluso debutan con sus primeros cortometrajes u óperas primas en un evento tan grande como este festival. A lo largo de los años, Morelia ha visto emerger grandes talentos que hoy nos ilustran con cada vez más proyectos que alcanzan una mayor distribución o difusión a nivel nacional, ganándose un nombre dentro de la industria del cine mexicano.

Un caso muy particular es el de Rafael Martínez García, quien actualmente trabaja en la Subdirección Académica del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y suele estar presente en innumerables festivales o proyectos recientes como la ópera prima de Roberto Fiesco, Sin hijos, como guionista. Además, es reconocido por realizar el cortometraje El amor dura tres meses, ganador del Ojo en la Selección Michoacana de Morelia hace tres años.

Ahora, Martínez García volvió a este certamen para presenta 90 días para el 2 de julio, su primer largometraje, enfatizando que también tuvo su labor como productor y guionista de un relato que muestra cómo en el ámbito político también la homosexualidad está presente y, en este caso, se convierte en un impedimento para la gente que aspira a lograr rangos de poder. El filme muestra cómo un secreto puede llevarlo a la quiebra no sólo anímicamente, sino en el resto de los aspectos de su vida.

Luis (Armando Espitia) deberá permanecer oculto en una casa durante las campañas electorales, pues el candidato en turno para un partido conservador, interpretado por Luis Arrieta, es su pareja y deben mantener a toda costa en secreto su relación para lograr su cometido, esto a pesar de que hay un matrimonio arreglado y que deberá mantener su imagen profesional ante el prejuicio de la sociedad. 

Justamente la casa donde se lleva a cabo toda esta película, llega a dar una sensación de claustrofobia y encierro que, aunque minimalista y aburrida, refleja cómo se siente Luis durante el desarrollo del filme. Esta locación, usada de formas muy teatrales, se convierte en una jaula que funciona como resguardo y encierro a la vez. En su paso por esta especie de cárcel, conoceremos a su compañera, Natalia, interpretada por Danae Reynaud, que, por el contrario de Luis, siempre parece estar llena de vida y con una energía no contenida. Ella es un alma talentosa, con una pasión por la música que aspira a convertirse en una gran estrella comenzando por un canal de YouTube donde se empieza a dar a conocer.

Conforme avanza la historia nos daremos cuenta que la evolución del personaje lleva inevitablemente a una dura confrontación no solo con el candidato en turno, su pareja, sino sus sentimientos mismos que abarcan la traición, decepción y también negación un poco infantil para no afrontar lo que está sucediendo mientras tiene que ocultarse, lo cual incluso lleva a dudar de las verdaderas intenciones del individuo y el verdadero amor que él siente por el que tal vez no es correspondido.

A pesar de que de alguna forma se habla de inclusión, es de sorprendernos que aún haya mucho estigma respecto a las relaciones homosexuales o todas aquellas que pertenezcan a la comunidad LGBTT. Aunque Rafael ha dicho que no piensa seguir agendas, en este romance dramático deja claro que el pensamiento conservador de muchas personas no permite abrirse a nuevas perspectivas para aceptar este movimiento social y solo les genera repulsión hacia lo que consideran como no ordinario, o en el mejor de los casos, solo ignorar lo que sucede a tu alrededor y hacerse de oídos sordos.

El ritmo de la cinta se puede sentir un poco lento justamente porque habrá que ser pacientes con los eventos que transcurren y ver que cada día parece ser igual al otro salvo por ciertos detonantes que iremos averiguando en el camino, como despertar con una visita inesperada o la sorpresiva emoción del logro de una amiga. Esto, aunado a una edición que se siente como los finales de los actos en una obra de teatro, hacen que la cinta pueda verse como un montaje más de ese estilo que cinematográfico. 

Cabe destacar el trabajo de Armando Espitia, actor que ya había colaborado con Martínez García como protagonista e inclusive con pequeños cameos. Aquí, su personaje carga con todo el peso de la trama, una que oscila entre el comentario social y un melodrama sencillo acerca de los amores imposibles y los dolores que causan. En el caso de Danae, sucede lo mismo y el desenvolvimiento que expresa en su rol es algo que surge muy natural por la cercana relación que ha tenido en las producciones del realizador.

Aunque el final de la película es bastante duro, puede que no sea tan negativo como lo pintan. Consideremos que las redes sociales juegan un alto impacto en la imagen que se tiene de una figura pública y que, en ciertos casos, es mejor presentarse de una vez como uno mismo, pues la mentira se puede transformar en una bomba que afectará a más gente cercana. Además, cabe considerar que la inspiración del relato mismo está basada en una noticia que Rafael se encontró acerca de un escándalo similar con otro político que fue acusado de abuso a menores.

Tanto el vestuario como los escenarios son bastante ordinarios, con el fin de mostrar que las relaciones no se llevan a cabo en un lugar del bajo mundo como han hecho creer a muchos. Cualquier casa, lugar, ambiente político y social es partícipe de este movimiento ya que estamos rodeados de gente que tiene diferentes preferencias sexuales o ideológicas y como cualquiera de nuestros amigos puede estar ocultando un secreto y no sentirse apoyado con la gran diferencia en que nosotros podemos ser ese sostén.

Así, Rafael Martínez García muestra cómo intereses más grandes tienen más peso que las convicciones mismas de uno y reflexiona sobre lo barato que se vende nuestra moralidad por encajar en un sistema que no ayuda a alentar los sentimientos de amor. Y es que, aunque tenemos la fantasía de que el amor lo puede todo, en este caso nos muestran como un proceso electoral de la política puede más que una decisión que valide la identidad.

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