Los argentinos Leandro Koch y Paloma Schachmann presentan hoy en la Berlinale su ópera prima Adentro mío estoy bailando, un viaje entre el documental y la ficción y desde Buenos Aires a Europa del Este en busca de las raíces de la música klezmer y de lo que queda de la cultura yidis.
En entrevista con EFE, Schachmann, música desde mucho antes que cineasta, explica que al principio la idea era hacer un retrato de la música klezmer, que les llevó a investigar también la cultura yidis, “el seno” de donde sale este género musical.
Se percataron de que había toda una cuestión en torno a la desaparición y la pérdida de la lengua yidis, que en su momento había tenido muchos hablantes y mucha cultura, agrega.
“Y nos empezamos a preguntar, al margen del Holocausto, qué era lo que había llevado a dejar atrás tanto acervo cultural”, señala.
Inicialmente viajaron solos dos veces a Europa del Este con una cámara buscando músicos con la idea de un documental sobre el klezmer.
“Fuimos a filmar músicos pensando que esa era la película, y una vez ahí descubrimos el potencial que había detrás de esta historia, y quisimos hacerla un poco más grande la película, abarcar más”, dice Koch.
La historia de ficción fue la herramienta que les permitió “vehiculizar” todo lo que habían descubierto acerca de cómo era antes la cultura yidis, añade.
El filme cuenta la historia de Leandro, realizador de vídeos en bodas judías, que creció en el seno de la comunidad judía de Buenos Aires y que “siente una suerte de rechazo por su comunidad”, explica.
En una de estas bodas conoce a la clarinetista klezmer Paloma, y se inventa que está haciendo un documental sobre este tema sólo para poder pasar tiempo con ella.
Este documental le lleva hasta el triángulo fronterizo de Ucrania, Rumanía y Moldavia en busca de melodías klezmer y tras la pista de un patrimonio cultural en peligro de desaparición.
Durante el proceso de edición apareció la idea de escribir una historia “bien clásica” de cuento yidis para hacer de “contrapunto” con la trama de ficción y narrada a lo largo de toda la película por una mujer en yidis que funcionara como voz en off, explica Koch.
Según el cineasta, les pareció además un “gesto concreto” para “mantener algo vivo de esa cultura que está desapareciendo” y, agrega Schachmann, “para que tuviera presencia la sonoridad del idioma”.
Koch piensa que su película puede generar interés en el espectador sobre lo yidis y en “tratar de entender cómo puede ser que un pueblo decida abandonar su propia cultura”.
Lo que se entiende hoy en día por klezmer no es específicamente lo que muestra la película, pues cualquiera esperaría más bien “una sonoridad que tiene mucho más que ver con algo que pasó en el klezmer en los 70”, y no tanto con lo que era en sus orígenes como música folclórica de la cultura yidis, precisa Schachmann.
En su filme intentan precisamente reflejar lo que fue el klezmer antes de salir en Estados Unidos en los años 70 y antes de pasar de los casamientos al escenario y abren “esa puerta de entender el género como algo mucho más abarcativo de lo que uno piensa”, agrega.
Según la realizadora, tiene mucho que ver con el folclore y también con “hacer música de forma no endogámica”.
La música klezmer, “totalmente atada a la cultura judía, porque sale de ahí”, se sigue usando en ámbitos judíos, “pero también siempre se nutrió de otras culturas”, afirma.
En la música “no hay tanta identidad tan anclada, tan anquilosada, es más una cuestión abierta” y entonces “no todas las melodías eran específicamente judía”, asegura.
Para Koch, con una experiencia en una comunidad que sintió “muy endogámica”, la cultura judía antes de tener un Estado propio “era mucho más exogámica”.
“Había como una suerte de convivencia con los vecinos que nos llamó la atención lo diferente que es a lo que nosotros conocemos”, añade.
En su viaje a Europa del Este en busca de melodías klezmer, realmente buscaron a aquellos vecinos que al vivir puerta con puerta con los judíos antes de la II Guerra Mundial conocían esta música, por lo que la película retrata muchas personas tocando melodías judías que no vienen del judaísmo, subraya Schachmann.
Su película, nominada además al premio a la mejor ópera prima, está a competición dentro de la sección Encounters, concebida para apoyar a las nuevas voces del cine y dar mayor espacio a las diversas formas narrativas y documentales en el programa oficial.
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