“Yo no he hecho cine para agradar a nadie o para recibir reconocimiento, lo he hecho porque me gustaba”, expresó el cineasta Carlos Saura hace unos días en una entrevista a propósito del Goya de Honor que lo homenajearía este sábado en los Premios Goya. El icónico realizador no alcanzó a recibir los aplausos de la Academia de su país pues falleció este viernes en su casa en la sierra madrileña por una insuficiencia respiratoria.
“Yo vivo fuera de Madrid. Vivo en la sierra, tengo una casita en la cual vivo desde hace 40 años, con un jardín amplio. Y me he refugiado allí. Yo la verdad es que no he sentido la pandemia, porque he estado completamente aislado, con el aire de la sierra. Me he aislado, me he encerrado trabajando, porque yo dibujo, hago fotografías, escribo y oigo música porque soy incapaz de tocar algún instrumento”, mencionó en tono divertido en una charla con Crónica Escenario, en una de sus últimas visitas a México, en el marco del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG).
En aquella entrevista el cineasta nos compartió que una de sus grandes frustraciones era hablar de su propio cine, a él lo que le gustaba era rodar: “Yo daría cualquier cosa por no hacer nunca una entrevista ni ir nunca a ningún festival una vez que acabo una película. Me gustaría tener un productor que me dijera: ‘mira, vas a hacer una película al año y, una vez que la hagas, desapareces para ir preparando la siguiente’”, dijo.
Saura está considerado como el último gran realizador del cine clásico español. Recién cumplidos el pasado 4 de enero sus 91 años, ha dejado un legado importante en el séptimo arte aún y cuando en un inicio no lo tenía claro: “Cuando en 1959 rodé Los golfos, pensé que iba a ser mi primera y última película a causa de las dificultades sensoriales y económicas con las que me encontré”, dijo en otra entrevista.
Aquel filme, fue el primero de una larga filmografía, que cosechó premios en los festivales de Cannes, Berlín y San Sebastián, que llamó la atención de Hollywood y que sirvió para modernizar el cine español.
En su haber como cineasta exploró múltiples facetas del ser humano comenzando con dramas familiares como Los golfos (1960), su debut como cineasta, como lo recordó la revista especializada francesa Cahiers du Cinéma: “Carlos Saura ha muerto a los 91 años. Si Cría cuervos nos marcó, nos acordamos de su demasiado desconocido debút, Los golfos (1960)”, destacó en su cuenta de Twitter esta emblemática publicación, creada en 1951 y donde colaboraron nombres fundamentales de la Nouvelle Vague como Jean-Luc Godard o François Truffaut.
NACIDO EN EL ARTE, EL MUCHACHO DE LA CÁMARA
Nacido en 1932 en Huesca (norte de España), Saura es autor de cintas míticas del cine español como La caza (1966), La prima Angélica (1974), Cría cuervos (1976) y Ay, Carmela (1990). Trayectoria por la cual iba a ser distinguido este sábado con el Goya de Honor en la gala de entrega de estos galardones, por “haber dado forma a la historia del cine español moderno” y por “su extensa y personalísima aportación a la historia del cine español desde finales de los 50 hasta hoy.
Su madre, quien era pianista, le inculcó el gusto por la música, mientras que su hermano mayor, Antonio, se dedicó a la pintura. Fue en su infancia en la que se desarrolló su afición al cine: “Mi mamá era pianista de música clásica. Mi pasión por la música popular va por otro lado. He hecho como 14 musicales, y la mayoría es sobre lo popular. En mis gustos hay de todo. Hay cosas que son muy vitalistas, otras que son muy tristes, está Chavela Vargas que te hacen llorar, o los fados también…
“Hay música para todo. Lo que es bonito del musical es poder jugar con ritmos diferentes (…) Lo hermoso de la música es cantar y bailar, pero los jóvenes de hoy en día ya no aprecian esta música, de algún modo evitan el folclor”, expresó el realizador en la charla con Crónica Escenario.
Cuando era adolescente practicó la fotografía y a partir de 1950 realizó sus primeros reportajes con una cámara de 16 milímetros. Se trasladó a Madrid con la intención de seguir con la carrera de Ingeniería Industrial. A pesar de ello, su vocación por la fotografía, el cine y el periodismo lo hicieron abandonar más tarde los estudios industriales y matricularse en el Instituto de Investigaciones y Estudios Cinematográficos.
“Había visto muchas películas de pequeño, pero nunca pensé en hacer cine. Para mi gran sorpresa aprobé con una nota buenísima, todo porque sabía de fotografía. Allí, en esa escuela, hallé mi destino (...) Poco a poco me fui desarrollando como fotógrafo, fui al festival de Granada -España- como fotógrafo oficial y ahí empecé a moverme en el mundillo, pero nunca me hubiera imaginado dirigir más de cincuenta películas, haber dirigido ópera, teatro, haber hecho exposiciones de fotos, haber publicado novelas”, añadió.
“Mi primera película fue Los golfos, en 1959, y era casi un documental sobre unos chicos que llegan a Madrid. Y era casi un documental porque yo me sentía más en el terreno documental que en el de ficción. Yo quería meterme en la ficción; al principio no sabía cómo, escribir me daba terror”, recordó el cineasta en entrevista con un medio español.
UN CINEASTA QUE VALORÓ “LAS PEQUEÑAS SUPERFICIES”
Con Los golfos, en la que intentó crear una especie de neorrealismo español, el cineasta consolidó sus méritos de director que iniciaron con sus cortometrajes Flamenco (1955), El pequeño río Manzanares (1956), La tarde del domingo (1957) y el documental Cuenca (1958):
“Intentaría un cine brutal, primitivo en sus personajes, un cine para rodar en la Serranía de Cuenca, en Castilla, en los Monegros, en los pueblos de Guadalajara. Seguramente sería un cine no conformista, directo, sencillo de forma y muy real. Real en la valoración de las pequeñas superficies: la piel, el tejido, la tierra, las gotas de sudor... El amor hacia todo lo que forma el microcosmos que rodea al hombre”, escribió en su libro Un problema de caligrafía, respecto a su documental Cuenca que lo llevó a ganar una Mención especial del Festival Internacional de Cine de San Sebastián y una Medalla de Plata en el Festival de Bilbao de 1959.
A partir de la década de los 60, en su primera etapa como director intentó posicionarse en favor de los marginados y llegó a crear un cine lírico y de estilo documental al mismo tiempo con filmes como Llanto por un bandido (1963), Stress-es tres-tres (1968), La madriguera (1969), El jardín de las delicias (1970), Ana y los lobos (1973), Cría cuervos (1976), Elisa, vida mía (1976), Los ojos vendados (1978) y Mamá cumple cien años (1979).
“Al principio trabajé mucho con colaboradores como Rafael Azcona. Hasta Cría cuervos (1975), que fue la primera película que hice solo. No quería apoyarme en nadie, quería ir sin muletas; tuve mucha suerte, fue una película muy exitosa y eso me permitió hacer otras. Entonces me interesaban cosas como, por ejemplo, cómo era la sociedad española; qué pasaba con la religión, con el sexo, con la política, con los militares... De alguna manera, estaba más preocupado por cambiar este país”, expresó Saura.
Fue en esa década cuando llegaron distinciones importantes como el par de Osos de Plata del Festival Internacional de Cine de Berlín a Mejor Director por sus cintas La caza (1965) y Peppermint frappé (1967).
LA SEGUNDA ÉPOCA DORADA
A partir de 1980, cuando Carlos Saura recibe una mención más a Mejor Director en la Berlinale por su filme Deprisa, deprisa, el realizador le da un giro a su cinematografía para enfocarla a la temporalidad y la memoria e incursiona en otros géneros musicales en filmes como Bodas de sangre (1981), en la que colabora con el bailarín Antonio Gades, y adapta la ópera de Bizet, Carmen, que lo llevó a ser premiado en Cannes y a ser seleccionada para el Oscar.
Después dirigió un filme sobre la búsqueda de El Dorado, filmado en Costa Rica durante 1987, que se convirtió en el más caro de la historia del cine español hasta ese momento y años más tarde le rinde un homenaje a Luis Buñuel, uno de sus mentores, en el filme Buñuel y la Mesa del Rey Salomón (2001) invita al espectador a una aventura con personajes históricos entre los que también se incluyen Federico García Lorca y Salvador Dalí.
“Creo que ese mundo del cine me lo descubrió Luis Buñuel. La gente piensa en Buñuel como en un surrealista, pero hablando con él enseguida te dabas cuenta de que era en realidad el puente entre un pasado del ideario español y la modernidad. Me enseñó el juego del intercambio de personalidades, que está en Cervantes”, opina Saura.
En el nuevo milenio, Saura también estrenó las películas Salomé (2002), El séptimo día (2004), Iberia (2005) y Flamenco, Flamenco (2010). Entre otros galardones, Saura ha obtenido el Fotograma de Plata 2010 Especial Homenaje, el Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Medalla Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid. En total tiene 37 largometrajes, incluyendo su próxima entrega 33 días.
“De todas las cosas que hago, la única que me da momentos de paranoia es el cine, durante los meses de rodaje sobre todo. Porque los meses de la escritura del guion es como si estuvieras escribiendo una novela: la diferencia es que tienes que escribir imágenes, aunque no siempre, porque también escribes estados de ánimo. En el cine todo confluye: en el periodo de rodaje no sé dónde vivo, y cuando acaba no me acuerdo de cómo lo he vivido”, explicó Saura.
En su vida sentimental no podemos olvidar que fue parte fundamental en la carrera de Geraldine Chaplin, (hija del mítico Charles), con quien convivió por más de una década y de cuya relación nació en 1974 Shane un respetable doctor en psicología; posteriormente en 1978 comenzó su relación con Mercedes Pérez (1960), con la que contrae matrimonio en 1982 y con la que tiene tres hijos, Manuel (1981), Adrián (1984) y Diego (1987). En 2006 se casó con la actriz Eulalia Ramón, con la que tiene una hija llamada Anna.
CON AMOR A MÉXICO
El español, director de filmes como Deprisa, deprisa (1981), con la que ganó el Oso de Oro de la Berlinale; La prima Angélica (1974), que se llevó el Premio del Jurado de Cannes; de Carmen (1983), que se llevó el BAFTA a la Mejor Película de Habla no Inglesa, tenía una obsesión cotidiana. A donde iba cargaba una cámara fotográfica y una libreta en la que tomaba notas y dibujaba. Fotografiaba todo lo que veía, o lo pintaba, o pintaba sobre sus propias fotografías, como hizo para algún libro y varias exposiciones.
Así mismo el laureado cineasta trasladó varias de sus pasiones al séptimo arte, como es el caso de los musicales lo cual lo condujo a filmes como Bodas de sangre (1981) o El rey de todo el mundo (2021), musicales donde navegó del flamenco a la música mexicana, aunque también transitó por la jota, el tango, los fados o el folclore argentino.
“Y tú que te creías el rey de todo el mundo”, cantó a Crónica Escenario el día de la presentación de su último filme de ficción. Tarareó ese tema que se llama “Fallaste, corazón”, de la autoría de Cuco Sánchez, y que desde los años 50 comenzó a hacer popular Pedro Infante en la película La vida no vale nada (1955), “de joven me gustaba mucho esa canción. Ahora la canta todo el mundo, no sólo Pedro Infante. He visto ya una lista de más de 40 personas que han cantado esta canción”, comentó.
El rey de todo el mundo fue el título del filme que marcó su regreso al cine mexicano después de más de 35 años, cuando en 1982 rodó su primera película latinoamericana: Antonieta, la historia de una mujer durante la Revolución Mexicana. Ahí descubrió su gusto por los corridos mexicanos y de ahí nace un poco la idea de este filme:
“En Argentina hice dos musicales, aquí hice Antonieta, he hecho Fados en Portugal, en España he hablado sobre todo del tema del flamenco y estoy muy interesado por la música popular. Los corridos mexicanos, porque son preciosos, nos cuentan una historia. Yo pienso que desgraciadamente eso se ha perdido, ésa era una buena forma de narrar una historia. También me gustan los boleros”, destacó.
“Cuando yo vine a México a rodar mi primera película, no estaba tan informado sobre lo que ocurría en el cine mexicano. Yo estuve mucho tiempo en México, y conocí San Luis Potosí y su historia, luego hice otros viajes aquí, antes y después. De hecho, yo vine aquí con la idea de hacer El Dorado, que terminé haciendo en Costa Rica”, dijo.
Y es que a México lo conoce además de por su música, por su cine: “El cine mexicano de cuando conocí a Jorge Negrete era muy potente, destacaba mucho El Indio Fernández pero también muchos otros directores. Se veían sus películas en todas partes de Europa y en España fueron ídolos. Pedro Armendáriz era un actor maravilloso, era un tipo guapo y con mucho talento. No sólo era un cine donde había un folclor de las canciones populares, sino que tenía una vigencia en el mundo entero”, destacó.
Aunque el cine que encontró recientemente en el país fue muy diferente: “No conozco tanto el cine mexicano actual. Me da un poco de pena la idea de marcharse a Estados Unidos para hacer cine, pero es inevitable para algunos directores. Yo veo al cine mexicano un poco híbrido, pero la época es así. Estoy seguro de que aquí hay jóvenes con talento”, comentó.
Hacia la parte final de aquella charla explicó que hay algo que une más a España y México y es su crisis cultural: “Creo que el problema de nuestros países es que nadie se preocupa mucho de la cultura. Hay excepciones, pero pocas. En España pasa exactamente lo mismo que en México. La cultura es una cosa que dan por hecho que ésta funciona por sí sola, no la protegen y entonces empiezan a pasar peores cosas”, destacó.
“Lo que se conoce fuera de España, aparte del Real Madrid y el Barcelona, que son equipos de fútbol estupendos, y de que es un país muy amable; aparte de eso se conoce al país por Lorca, Dalí, Picasso, Buñuel, Cervantes y yo que sé, lo que da proyección al mundo es la cultura. Lo que queda con el tiempo son sus figuras, porque los lugares desaparecen, ya casi nadie se acuerda de cómo era España hace muchos años, se va olvidando todo pero la cultura queda y cuenta, y eso creo que también pasa en México”, dijo.
DESPEDIDA Y PENDIENTES
Según contaron fuentes cercanas a la familia de Saura, cuya salud había empeorado en los últimos ocho días desde la caída sufrida en septiembre pasado, el cineasta se pudo despedir de su familia y amigos, además de haber dejado “todo organizado”, porque quería morir en casa.
Pese a su estado de salud, Saura estrenó hace sólo unos días su última obra, el documental Las paredes hablan, donde reflexiona sobre el origen de la pulsión artística.
Con motivo de este estreno, en declaraciones a EFE, el cineasta afirmó que lo primero que vio en su vida fueron las películas de Walt Disney, y explicó, en referencia a su último trabajo, que “el arte y la creación del arte son parte de la esencia del ser humano, por mucho que pasen los años, por mucho que cambien las épocas o las modas”.
Así, el cine español se despide de un cineasta que no hizo cine “para agradar a nadie o para recibir reconocimiento”, sino porque le “gustaba”, porque a través de su obra pudo contar las historias que se le “ocurrían” y “jugar con la música”.
“El juego de la memoria: las imágenes. Es lo que me ha interesado en mis películas, casi nunca se narran las cosas directamente, sino indirectamente, y no siempre por la censura, sino porque a mí me parece que es el recurso narrativo que puedo utilizar, porque es más enriquecedor, e incluso más interesante”, así definió la esencia de su obra el cineasta español.
En su escritorio se quedan proyectos pendientes como una miniserie sobre el poeta Federico García Lorca. Sobre este proyecto aseveró que buscaría alejarse del formato tradicional de las series televisivas. “La gran sorpresa es que yo estoy en contra de la mecánica de las series. Hay una mecánica: tiene que pasar esto, luego tiene que meter un nuevo personaje en el segundo capítulo o tercero, para prolongar las cosas… yo estoy un poco en contra de eso”.
El autor aseguró que una extensa investigación fue parte medular de este proyecto, y a través de la cual pudo conocer a profundidad a su personaje. “Yo tengo una persona (a veces soy yo) indagando en mis películas”, narra Saura. “En este caso, como sería García Lorca, era necesario obtener su historia y trayectoria actualizada. Hay un material inventariado sobre la estancia de Lorca en Argentina, o en Estados Unidos. Hay mucho material que se puede utilizar. Entonces, he buscado una persona que lleve a cabo esa búsqueda, lo que siempre me parece un proceso estupendo. Siempre me ha parecido una oportunidad de ir aprendiendo a lo largo de la escritura de los seis capítulos. E hicimos un trabajo bastante bueno”, reconoció.
“Tengo la suerte y la fortuna de haber hecho todas mis películas como las quería hacer. Algunas mejores, otras peores, algunas han tenido éxito en el mundo entero, otras no. Es como la vida misma. Pero soy consciente de que he hecho lo que quería hacer. He tenido la suerte de hacer lo que quería hacer. Se han quedado algunos proyectos fuera, es verdad, y como siempre pasa. Espero un día poder retomar algunos de ellos”, concluyó de forma afable.
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