En mayo de 2023 Alejandro Fernández ya había ofrecido un concierto histórico en la Monumental Plaza de Toros de la Ciudad de México cuando rindió homenaje a su papá, el mítico Vicente Fernández, quien se presentó en ese mismo recinto en 1984 en uno de los conciertos más memorables de su carrera. La hazaña de Alejandro del año pasado quedó guardado como uno de los grandes momentos musicales del año, luciendo un traje casi del mismo color que el de su papá.
Este 2024, este sábado, El Potrillo volvió a presentarse en el mismo recinto con un concierto que bien superó en emociones y vibraciones al show de hace un año, esta vez con su propio traje de charro (negro con bordes de oro), el carisma de una estrella grande de la música mexicana y un repertorio que fue capaz de llevar a poco más de 43 mil personas a una catarsis emocional.
En tiempos en los que la música mexicana tiene a los corridos tumbados como el gran referente, Alejandro Fernández se encumbró este fin de semana como un cantante que eleva la bandera de la música nacional desde las heridas cursis y románticas de la música ranchera o la fragilidad de los hombres ante el despecho y para lograrlo echó mano de las letras de grandes cantantes de la historia como Juan Gabriel, Joan Sebastian, José Alfredo Jiménez, su padre Vicente Fernández y, desde luego, su propio repertorio que está en la cima de una generación completa.
Con su escenario en el centro del escenario en forma de una cruz que le permitía mirar a su público a 360 grados, el cantante reservó la entrada para salir tras el lucimiento de la agrupación de músicos. El rechinar de la trompeta, las notas temblorosas del acordeón y las caricias de los violines sonaron antes de que Alejandro Fernández subiera al escenario para echar la primera memoria en honor de su padre y el maestro José Alfredo Jiménez con el tema “El rey”.
Por momentos los gritos de euforia se escuchaban más que los mismos instrumentos y como un domador al momento de entonar la primera estrofa las voces de las miles de personas se unificaron en un coro masivo a la pronunciación de “yo sé bien que estoy afuera, pero el día que yo me muera, sé que tendrás que llorar”. Piel chinita del momento emocionante que se contagiaba para todo presente desde la sonrisa del mismo cantante que tomó el escenario con seguridad para cantar a su público una larga serenata.
En medio de la ovación la danza entre el violín y las trompetas de la canción “Que seas muy feliz”, del disco homónimo lanzado en 1991, sonaron alegres para comenzar a trenzar el repertorio de los homenajes con el de “El Potrillo”. “Y yo soy así / Pido para ti / Que seas muy feliz, mucho muy feliz / pero muy feliz / pa’ que no regreses”, suena en el coro y miles de tragos de cerveza y licor se alzaron para brindar al ritmo de la tonada.
Tras ese tema sobre el orgullo de los hombres ante las rupturas amorosas, llegó la hora de alabar la figura femenina como ese alegre tema “Es la mujer” que pertenece a su disco Muy dentro de mi corazón (1996) y que a tonadita alegre puso mover el cuerpo al público, mientras el cantante se paseaba saludando a todos lados. Y como el mito amoros del amor dicta y los hombres sucumben a los encantos amorosos tocó el turno de honrar al mal de amores alzando el dedo al cielo y recordando por segunda vez a Chente con “Estos celos”.
“¿Cómo está mi gente? Estoy muy feliz de repetir está hazaña, de presentarme en esta icónica Plaza de Toros. Una de las más importantes del mundo, y que esté en México es un orgullo, y verla así abarrotada es un honor. Esta noche nos vamos a enamorar, a emocionar, a cantar y a llorar. ¡Arrancamos!”, dijo el cantante para dar las palabras oficiales de bienvenida a su público que ya estaba rendido a su voz.
Y es que a lo largo de la noche el cantante hizo estremecer a cada tema con el lucimiento de su voz como pocos cantantes pueden. Ya sea en un tema de una tesitura más baja como “Estuve”, que fue el primero de sus temas del nuevo milenio pues pertenece a Dos mundos (evolución + traición), del 2009, que fue uno de los que más temas aportaron; hasta el profundo drama amoroso que exige vibrar alto y fuerte con “Si tu supieras” y “No sé olvidar” (ambas de Me estoy enamorando, de 1997) que en sus largos cantos hizo apretar los ojos a mucho más de uno.
No apareció Cristina Aguilera como era de esperarse, pero las notas suaves que dan entrada a esa oda al deseo que es “Hoy tengo ganas de ti” provocó alaridos un coro que sonó hermoso en todo el recinto. Ese tema de su disco Confidencias y que décadas atrás marcó la carrera de Miguel Gallardo, se convirtió en uno de los grandes momentos de la noche este sábado.
El cantante se quedó un poco lejos del mariachi y siguió con el pop apelando a uno de sus éxitos más recientes como fue “Quiero que vuelvas”, de Rompiendo fronteras (2017), que dio un respiro a los que esperaban los más clásicos y que hizo seguir cantando a los fans más fieles, hasta que volvió el ritmo del mariachi para poner a bailar con “Que digan misa (no fue mi culpa)”, de Muy dentro de mi corazón (1996), un tema pícaro para coquetear como se hace en los pueblos.
Los aplausos no pararon cuando volvieron a subir los decibeles de los gritos cuando comenzó a cantar “No lo beses” (Dos mundos), con su ingeniosa letra en la que la venganza está en el recuerdo cuando se está con alguien más. Alejandro Fernández aprovechó el subidón de adrenalina para revivir uno de sus temas más añejos como fue “Cascos ligeros” del disco Piel de niña (1993), dedicada a los seguidores más longevos.
Luego llegó otro bombazo romántico para sacar las lágrimas atoradas con el par de temas sobre la confusión y el dolor de la distancia como “Qué voy a hacer con mi amor” y “Qué lástima”, ambas de su memorable disco A corazón abierto (2004), en las cuales la guitarra acústica tuvo tino en cada nota para emocionar junto a la voz del intérprete.
En medio del furor tocó turno de rendir honores a otro grande de la música mexicana como Juan Gabriel con un popurrí que incluyó temas como “Ya lo sé que tú te vas”, “La diferencia” y “Te sigo amando”, a los que les dio un estilo especial y que gustó tanto que los aplausos no se hicieron esperar.
De nuevo a su repertorio sonó “Me hace tanto bien” que bien sirvió para que las parejas se la cantaran mutuamente. Enseguida tocó turno de la búsqueda de consuelo: “Todos hemos pasado por momentos difíciles por alguna ruptura una pérdida un amor que se va, y si hay algo que cura el alma y nos ayuda a respirar, será un abrazo, aunque a veces ese abrazo sea el último”, dijo previamente a dar vida a “Abrázame”.
“Eso y más”, un tema clásico de Joan Sebastian también se hizo escuchar en la tanda de homenajes a los temas para enamorar, para después rememorar el tema “Sé que te duele” que originalmente tiene a dueto con Morat y que esta vez cantó con el coro de sus fanáticos con un par de bailarinas que aderezaron con un toque de sensualidad.
Y como su repertorio está cargado del amor y desamor también le sacó jugo a la aceptación de la derrota con “Te voy a perder”, de su disco Viento a favor (2007). Para la recta final de su concierto tocó turno de revivir temas más recientes de su disco Hecho en México (2020) que ya se han quedado en el cariño de la gente como “Te olvidé” que alentó a que bastaran unos tragos de tequila y luego el tema de banda “Decepciones” para el cual se hizo acompañar con el único invitado de la noche, Edén Muñoz, en una interpretación que ya reflejaba el tono de disfrutar el despecho con letras dolidas y con trago en mano.
Enseguida dio un toque divertido y encantador con “Canta corazón”, con su gente al borde de sus asientos pidiendo a gritos que el show no se terminara y así fue. “Felicidades” que canta junto a Grupo Firme también se hizo sonar y luego otra bomba sentimental con “Me dediqué a perderte”, que también ofreció un momento memorable.
En su recorrido por su discografía también pasó por Orígenes (2001) con “Tantita pena” y su in crescendo y toques flamencos que cautivan; se paseó por Muy dentro de mi corazón (1996) con otro emblema como es “Nube viajera” y el melodrama del mariachi en todo su esplendor; hasta llegar a otro esperado homenaje que se ha vuelto tradicional al recordar a José Alfredo Jiménez con sus profundos lamentos de cantina como “Ella”, “Si nos dejan” y “Serenata huasteca”.
El cierre momentáneo llegó de la mano de la divertida “Se me va la voz” que alienta a los aplausos y deja los ánimos encendidos con el público suplicando no acabe el show y así fue. Regresó con el tema más pedido de los últimos conciertos como “Caballero” y los gritos a todo pulmón de los hombres; “Difícil tu caso”, su más reciente sencillo; la popular “Mátalas” de su disco Niña, amada mía (2003) y, aunque no estaba en su setlist planeado, se animó a cantar ese icónico tema que le hizo Armando Manzanero llamado “No” que tenía al público al borde de la ronquera.
Más aún, el espectáculo exprimió las voces de los presentes con el homenaje a su papá. Levantando la mano al cielo dio vida a temas como “Las llaves de mi alma”, “Por tu maldito amor”, “Volver, volver”, “Acá entre nos”, “Mujeres divinas” y “Hermoso cariño”, con la euforia total de sus seguidores. Pero aún faltaba el final, con el que quizás sea el tema ranchero más importante de las últimas tres décadas: “Como quien pierde una estrella”. Escuchando de su público el reconocido canto que precede al coro el mismo Potrillo se emocionó al borde de la lágrima.
El público agradeció cada tema. La primera vez que pisó un escenario fue en San Antonio, Texas, a los cinco años en un homenaje que le rendían. Esa vez había ensayado para sorprender a su papá pero el pánico escénico le impidió cantar. Hoy tiene 52 años y demostró un manejo magistral del escenario. Sin duda un concierto para la historia.
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