Escenario

‘Alien: Romulus’: Una de las mejores cintas del xenomorfo

CORTE Y QUEDA. El cineasta uruguayo Fede Álvarez llega este fin de semana a las salas del mundo con el reto de reanimar la saga creada por Ridley Scott y sale airoso

Alien: el octavo pasajero
Fotograma de 'Alien: Romulus'. Fotograma de 'Alien: Romulus'. (CORTESIA)

La leyenda de Rómulo y Remo, hermanos gemelos que fueron criados por una loba y que tuvieron sus diferencias hasta que uno asesinó al otro, marcando la fundación de la ciudad de Roma con sangre, es retomada de forma simbólica por Fede Álvarez para contar una historia sobre una hermandad rota en medio de una estación espacial con Alien: Romulus, séptima cinta de este universo que comenzó hace 45 años de la mano de Ridley Scott junto al talento de Dan O'Bannon y Ronald Shusett como guionistas así como de ese diseño de arte tan peculiar por parte de H.R. Giger.

El director uruguayo, después del severo tropezón de Scott con Alien: Covenant (2017), crea una historia original que sucede en medio de la cinta original de 1979 y su secuela, dirigida por James Cameron, Aliens: El regreso (1986), enfocándose en este futuro desolador en el que la compañía Weyland-Yutani explota a la gente en diferentes planetas con la promesa de tener un mejor futuro.

Sin embargo, Rain Carradine (Cailee Spaeny) y su hermano sintético Andy (David Jonsson), deciden aceptar una misión peligrosa para recuperar una nave varada en el vacío del espacio y así conseguir lo necesario para por fin romper las cadenas que los atan.

Pero tanto ellos como sus jóvenes compañeros de misión descubrirán a la mala que en el espacio realmente nadie puede oir tus gritos, encontrándose con un cargamento inesperado que pondrá en peligro tanto sus vidas como sus deseos de una mejor vida, poniendo además en velo ese lazo entre Rain y su hermano en medio del caos que se desata alrededor de ellos.

No cabe duda que Fede Álvarez es un conocedor de la franquicia y lo demuestra con creces, primero al devolverlo al terror primario de la original, aquel que construía lentamente la atmósfera paranoica entre los tripulantes del Nostromo hasta detonar en el enfrentamiento con el denominado “organismo perfecto” de la saga: el xenomorfo.

Aquí, el uruguayo nos ofrece una mirada dura sobre las colonias humanas y el yugo al que son sometidas, algo que resuena en el presente de muchos países en el mundo donde la gente trabaja en exceso sin importar las consecuencias.

Esa mirada de la clase trabajadora es llamativa y nos hace recordar un factor determinante de la saga en el que, usualmente, vemos a trabajadores de sueldos mal pagados, ya sean soldados, mineros o incluso reos, que tienen que enfrentar la amenaza no sólo de un alienígena duro de roer, sino de aquellas corporaciones que los han condenado a estar en el fondo de la cadena alimenticia.

Y es que ese factor detonante acaba por meter a todos, incluyendo a los protagonistas de Alien: Romulus, en problemas. Es por esa razón que Navarro (Aileen Wu), su amiga (Isabella Merced), Tyler (Archie Renaux) y su hermano Bjorn (Spike Fearn), deciden emprender esa arriesgada aventura.

Otro aspecto interesante en esta nueva entrega es lo visual. La labor del cinematógrafo mexicano Galo Olivares, a quien no le dieron su respectivo crédito por su labor en Roma (Cuarón, 2018), es brillante.

A través del uso de paletas de colores ya distintivas de la saga como el blanco y el amarillo, le incluye además un color rojo que Fede ha usado anteriormente de forma en extrema sanguinolienta con Posesión infernal (2013). Aquí, Olivares lo usa en algunas secuencias para acentuar el sentido de amenaza del cual no tienen escapatoria.

Aunque también acompaña bien el sentido del vacío espacial y la soledad, Álvarez suma la gran edición de sonido y una partitura excelsa por parte de Benjamin Wallfisch, que es capaz de crear sonidos estridentes sumados a ritmos tensos a través de elementos sacados no sólo de las legendarias composiciones de sus colegas Jerry Goldsmith y James Horner, dándole un giro por momentos mucho más electrónico pero igual de tenso que acentúa no sólo la desesperada búsqueda de supervivencia de los protagonistas, sino también ese vacío solitario que solo el espacio puede brindar.

Otro gran acierto por parte del realizador uruguayo es el uso de efectos prácticos para crear una sensación de terror que Alien había perdido desde hace tiempo. Al volver a los efectos prácticos, el maquillaje y el uso de un traje para el xenomorfo, le da un toque de realismo que la franquicia había perdido. 

Álvarez vuelve a generar lo que mejor sabe hacer: atmósferas, alimentándose de cada factor antes mencionado para que esa sensación de miedo y amenaza corra poco a poco por la mente hasta su alocado final en el que se da el lujo de redimir incluso los aspectos más flojos de Prometeo (Scott, 2012) y Alien: La Resurrección (Jeunet, 1997) para darles sentido.

Ni qué decir del guión hecho entre Fede y su compinche de siempre, Rodrigo Sayagues, que no sólo da una justificación plausible a lo que viven Rain y compañía, sino que explora de manera eficiente la cuestión de los lazos fraternales llevándolos al límite ante la reflexión de qué es más importante, aquella humanidad que los une y sus sueños compartidos o la misión establecida por aquella corporación con la promesa de crear un nuevo imperio.

Incluso, ambos se dan el lujo de darle a los fans un fan service que, a diferencia de otros filmes, se integra bien a la narrativa sin girar todo alrededor de ello.

Las actuaciones no se quedan atrás, especialmente la de Cailee Spaeny que poco a poco va creando una carrera por demás interesante. La intérprete de Priscilla (Coppola, 2023) muestra tener suficiente colmillo para darle nueva vida a otra heroína, constante de la saga que encumbró a la Teniente Ripley como una de las mejores en la historia del cine.

Su Rain se muestra vulnerable pero también resiliente, mostrando el mismo carácter que Sigourney Weaver le dio a su personaje. Aquí, no solo es ella lidiando contra la cacería de los xenomorfos, sino con lo que sucede con sus amigos y su hermano, Andy.

David Jonsson no se queda atrás, pasando del inocente y hasta torpe androide sin mayor ambición que contarle chistes a su hermana, hasta compartir lugar con los otros robots icónicos de la saga, como Bishop y Ash.

Es su dilema el que comienza a potenciar el dilema de Rómulo y Remo en la historia, llevándolo hasta las últimas consecuencias. Asimismo, existen grandes referencias y sorpresas para los fans que son un gran añadido al relato, además de crear una gran química alrededor de este pequeño grupo que serán perseguidos por el icónico alienígena.

A diferencia de otras franquicias, la saga de Alien es de directores y cada uno le ha sabido añadir su toque especial.

Si bien Álvarez utiliza sin tapujos varios referentes a todos aquellos que han pasado por ella, también es capaz de darle su esencia en algunas escenas bastante gráficas en violencia, así como sabiendo sacar lo mejor de los detalles de producción alrededor asimilando de buena manera el duro reto que ni siquiera Ridley Scott pudo lograr: crear una historia dentro de un universo establecido y salir airoso.

Sin duda, Alien: Romulus es una de las mejores cintas del xenomorfo que nos recuerda cómo el respeto y buen conocimiento de una saga puede renacer para recordarnos una vez más que en el espacio, nadie puede oír nuestros gritos. Menos con un xenomorfo al lado.

Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México