Escenario

‘Con amor y furia’: Un drama romántico con mente y corazón

CORTE Y QUEDA. En la cartelera mexicana se encuentra el nuevo filme de Claire Denis con dos gigantes de la actuación como Juliette Binoche y Vincent Lindon, acompañados de un destacado Grégoire Colin

abrazo en el mar
Fotograma del filme que se vio por primera vez en México en el festival de Morelia. Fotograma del filme que se vio por primera vez en México en el festival de Morelia. (CORTESIA)

Claire Denis ha expresado que, para ella, hacer cine es realizar un viaje hacia lo imposible. Explotando siempre la subjetividad de las imágenes, su interés por la variedad de la vida humana se permea de estos detalles. Su cine normalmente enfrenta al espectador ante las dificultades o retos que sus personajes enfrentan, incluso consigo mismos. Para la realizadora francesa, el cine es algo muy humano que inevitablemente debería formar parte de nuestras vidas.

Su más reciente filme, Con amor y furia, denota mucho de esa esencia que la ha convertido en una de las directoras más reconocidas internacionalmente. Adaptando la novela de la célebre escritora Christine Angot, que ayudó a Denis a escribir el guión, el filme explora la relación entre Sara (Juliette Binoche) y Jean (Vincent Lindon), misma que parece ser perfecta, alegre y añorante. Pero el regreso de un viejo conocido a sus vidas, Francois (Grégoire Colin) pondrá en jaque lo construido por ellos, creando un triángulo inesperado entre los personajes.

Este drama romántico plantea duros dilemas que involucran la mente y el corazón a la par. Pero la verdadera alma del filme radica en la dinámica que los tres histriones desarrollan, pasando de la bella seducción a los misteriosos silencios, provocando que la perfecta relación de Sara y Jean vaya resquebrajándose hasta detonar mientras exploramos sus inseguridades, su pasado y algunas heridas abiertas que nunca han podido enfrentar. 

Binoche y Lindon demuestran por qué son unas de las más grandes figuras del cine francés a través de sus papeles. Ella, una locutora exitosa de radio que se desvive por su pareja; él un ex deportista que pasó tiempo en la cárcel, que tiene un hijo con otra pareja que lo abandonó y cuya relación no es tan cercana. De alguna manera, su falta de responsabilidad afectiva los conecta pero es hasta la llegada del tercero en cuestión, el ex amante y amigo de ambos, donde las personalidades tan perfectas se rompen ante las decisiones que poco a poco van tomando, marcando el curso de este triángulo dramático.

Sara se muestra errática desde el momento en que la ilusión de la pareja perfecta se cae con un solo vistazo a ese viejo amante. De ahí, las decisiones que va tomando en el camino son una de las caras de la implosión inevitable que acecha su vida con Jean. Por su parte, él también enfrenta el dilema del enamoramiento que siente por su mujer pero que claramente se está viendo desviando hacia otro. Eso, sumado a la cuestión de un padre que no acepta su rol del todo lo hacen ver vulnerable e inseguro.

Algo que Denis y Angot muestran sin temor es una mirada sin prejuicios que provoca al espectador a tomar parte del conflicto. Algunos coinciden con Sara, otros no toleran a Jean y su pasividad. Los juicios son emitidos ante las decisiones de estos personajes que muestran ambas caras de la moneda, siendo humanos frágiles e inseguros, falsos pero felices a pesar de los vacíos emocionales que tienen y que parecen llevarlos hacia un mar de conflicto donde el amor se convierte en una furia incapaz de contenerse. 

Esta nueva colaboración entre la directora y la escritora después de Una bella luz interior (2017) muestra cómo los personajes encaran estos agujeros e inseguridades, demostrando paulatinamente que lo que mal comienza, mal termina. Es curioso que el personaje de Colin, Francois, sea el más despegado o el menos desarrollado, pero a la vez el más Franco (o cínico) del trío, pues su egoísmo y falta de apego es palpable a través de la justificación de un amor fatuo tirándole a capricho.

Duras cuestiones acerca de la felicidad en pareja se levantan a través de esta relación en la que se niega abiertamente una responsabilidad afectiva, donde el amor encuentra una justificación ante el miedo de estar solos, de haber dejado ir aquella pasión desmedida. Esto lo transmiten de manera creíble pero dolorosa tanto Lindon como Binoche en la eventual caída de las máscaras, donde el drama, la indignación y el vacío hacen mella de aquella pareja sonriente mientras el pasado con el presente se funde para mostrarnos, muy al estilo de Denis, que los conflictos humanos no son bellos.

La realizadora ha expresado que sus filmes suelen nacer de la ternura y el amor de los seres humanos más allá de que puedan ser brutales. Con amor y furia capta esa esencia de su visión cinematográfica sin tapujos, poniendo en jaque la concepción de las relaciones perfectas, del enamoramiento mismo, enfrentando los peores temores que en ellas pueden residir: la inseguridad, la soledad y la ligereza del amor mismo, que puede inclinarse para ambos filos de un cuchillo, algo a lo que hace referencia la canción de la película compuesta por Tindersticks cuyo nombre, acertadamente, es “Both sides of the blade”.

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