Después de una ausencia considerable la banda Ángeles del Infierno regresó a México y lo hizo de la mejor forma posible, presentándose en el maravilloso escenario del Auditorio Nacional.
La agrupación formada en 1978, en Lasarte-Oria, provincia de Guipúzcoa, España, es una de las más importantes dentro del heavy metal, junto a sus coterráneos Barón Rojo y Obús, éstas bandas se originaron en Madrid. Es tan importante su trascendencia que en 1982 fue el grupo telonero de AC/DC y Motörhead, cuando se presentaron en Bilbao.
Si bien ya tenían años tocando juntos y un bagaje, así como un sonido muy característico que los identificaba; fue hasta 1984 cuando lanzaron su primer disco de larga duración titulado Pacto con el diablo; el cual causó revuelo, controversia y escándalo no sólo por los nombres de las canciones, sino por sus letras y sus connotaciones hacia lo maligno, a lo satánico.
Sin embargo se convirtió en un éxito de ventas y no sólo se quedó en un sector underground, posicionó al heavy metal, al rock duro a lo más alto. Tal es su legado e importancia que hoy en día es considerado como uno de los mejores álbumes, el cual fue una fuente de inspiración para más grupos y artistas tanto europeos como de latinoamérica.
Tras una serie de discos muy exitosos decidieron separarse en 1993, después del estreno de A cara o cruz, el quinto álbum de estudio del que se desprenden canciones como “Sexo en exceso” o “Jugando al amor”. Para el año 2003, una década había transcurrido y decidieron reunirse, grabaron un nuevo material con el que regresaron con todo.
Todos somos ángeles muestra una evolución en todos los sentidos, se muestra una madurez como se logra apreciar tanto en el sencillo homónimo al álbum, como a Cae la noche, sin olvidar esa muy peculiar y particular versión de “El Rey” compuesta por José Alfredo Jiménez a la que se le dotó de ese heavy metal puro y duro. Hoy 20, casi 21 años después siguen demostrando todo su talento sobre los escenarios.
Actualmente la banda está conformada por Juan, líder, fundador y vocalista, Robert, otro de los miembros originales en la guitarra líder, así como los elementos que se fueron uniendo y hoy son parte fundamental como lo es Foley en la guitarra rítmica, Alex en el bajo, Eddie en los teclados y Gerard en la batería.
Poco antes de las 8:30 pm, las puertas del recinto de Reforma se abrieron para recibir a rockeros y rockeras de todas las edades, quienes en cuanto se empezaron a escuchar los primeros acordes se emocionaron; una vez que la banda entró al escenario el público los
ovacionó, les brindó toda su calidez, saltando, bailando y cantando de manera desenfrenada los temas que ya se han vuelto clásicos como “Maldito sea tu nombre”, “El principio del fin”, “Todos somos ángeles”, entre muchos más.
La velada estuvo llena de grandes sorpresas, la primera de ellas fue cuando Alex Lora de El Tri, hizo un sensacional dueto junto a Juan Gallardo interpretando “Dando por detrás”, que fue bien recibido por el público.
Conforme la noche avanzaba se dio otro de los acontecimientos que tomaron por sorpresa al respetable, ya que todos estaban eufóricos y emocionados disfrutando de todas esas canciones que tienen que ver con lo blasfemo, la sátira, la ironía, lo satánico o políticamente incorrecto; basta recordar temas como “Pacto con el diablo”, “Diabolicca”, “666”, “Sangre” y “Sombras de la oscuridad”.
Cuando de pronto se hizo un silencio y poco a poco fueron entrando a escena unos mariachis quienes empezaron a tocar la clásica melodía “El Rey”, pero la cosa no se quedó ahí, superó a lo ya logrado en su disco del año 2003; debido a que se hizo una sensacional fusión entre los instrumentos como la guitarra, bajo, batería junto a las trompetas, violines, guitarrones y todo aquello que hace de las agrupaciones regionales mexicanas tan especial. Todo el público hizo vibrar hasta las lámparas al auditorio cantando a coro “Llorar y llorar” o “Pero sigo siendo el rey”. Se sintió como esas tertulias de cantina, con toda la singular alegría, así como la enjundia.
Ya hacia el final, cuando la banda se disponía a tocar el tema “Hijos de América”, unas bailarinas y unos danzantes prehispánicos hicieron su aparición, con toda su indumentaria los trajes típicos, los llamativos penachos, como si se tratara de un baile típico entre los caballeros aztecas; dándole mucho más sentido y sentimiento a los acordes, a las letras, volviendo a emocionar a todos los que se dieron cita en el coloso, se sintieron parte de todo lo que la melodía evoca, además de que los cascabeles que usaron los bailarines iban haciendo juego con la batería y demás percusiones.
Sin lugar a dudas fue una noche que vivirá por siempre en el recuerdo de los presentes.
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