Escenario

‘Argentina, 1985’: La incansable lucha por la justicia

CORTE Y QUEDA. El filme de Santiago Mitre se erige como una poderosa oda al idealismo y la incansable búsqueda por la justicia, los cuales en tiempos actuales que a veces se tornan muy oscuros, resultan muy necesarios

El Ministerio del Tiempo
Foto: Foto: (Cortesía)

Tras siete años de dictadura militar, el 10 de diciembre de 1983 el gobierno de Argentina es entregado a Raúl Alfonsín, presidente electo constitucionalmente. Tres días después, Alfonsín firma el decreto 158 con el cual se da inicio al denominado Juicio a las Juntas Militares (o Juicio a las Juntas, como se le conoce coloquialmente), un proceso judicial en contra de aquellas autoridades militares (encabezadas por el dictador Jorge Rafael Videla) quienes tras un golpe de Estado, ocuparon el poder y desde allí, cometieron todo tipo de abusos y crímenes de lesa humanidad. Fue la primera vez en la historia de ese país (y del mundo) en que un tribunal civil fue el encargado de juzgar y sentenciar a mandos militares por sus injusticias y delitos.

Este hecho es el punto de partida de Argentina, 1985, el nuevo filme del cineasta Santiago Mitre (Pequeña flor, La Cordillera, La patota), el cual resultó ganador del Premio del Público en la pasada edición del Festival de San Sebastián; del premio FIPRESCI de la crítica internacional a la mejor película en el Festival Internacional de Cine de Venecia; y se perfila como una de las más sólidas candidatas al Oscar del próximo año en la categoría de Mejor Largometraje Internacional.

Con un argumento escrito por el propio Mitre y por Mariano Llinás, afamado guionista y cineasta reconocido principalmente por su obra de largo aliento La flor (una producción de más de 13 horas de duración); la trama tiene lugar en el año en el cual inicia formalmente el juicio contra Videla y sus allegados, y se centra en la figura de los dos abogados quienes encabezaron la fiscalía durante el proceso, Julio Strassera (Ricardo Darín) y Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani); los cuales debieron reunir pruebas (y que estas fueran contundentes) en un tiempo récord, armar el caso y presentar junto con las evidencias y testimonios recopilados, argumentos convincentes en contra de los acusados y éstos fuesen condenados por sus crímenes.

Como la cinta muestra puntualmente, en los hombros de Strassera y Moreno Ocampo recayó no solo una enorme responsabilidad, sino una encomienda que se antojaba imposible por varios factores: los acusados ocupaban cargos importantes y pertenecían al fuero militar, lo cual les confería un aura de intocables. Por otra parte, la policía y otras autoridades similares se mostraron reacias a colaborar con la investigación, entorpeciendo varios procesos de investigación de la dupla de abogados y su equipo de trabajo -conformado principalmente de jóvenes-. Y debieron luchar también con la resistencia de un sector de la población partidaria del régimen y sus acciones, quien no aprobaba el juicio, y consideraba que este no tenía razón de ser, y veían a los acusados como salvadores de la patria.

Pero además de la mirada desaprobatoria de dicho sector, la dupla de abogados también fue blanco de toda serie de amenazas prácticamente desde el primer día que tomaron el caso en sus manos. Llamadas anónimas, gente desconocida siguiéndolos y acechando a toda hora, y mensajes escritos con amenazas dirigidas a ellos o a sus familiares, entre otras formas de intimidación.

Con estos elementos, Mitre desarrolla un relato intenso, que se mueve constantemente entre los terrenos del thriller y los dramas de juzgados, en el cual retrata el proceso de forma puntual y ágil, mostrando tanto los obstáculos y los reveses sufridos por la investigación, como también esos pequeños triunfos que conducirán al proceso si bien no a un final completamente satisfactorio, si a uno totalmente esperanzador.

El cineasta presenta la trama con la seriedad y el dramatismo que el asunto exige, pero evita caer en lo acartonado o en el exceso panfletario. Lo primero lo consigue al mostrarnos personajes complejos y multidimensionales, a los cuales (como cualquier humano) en unos momentos les asaltan las dudas o el escepticismo, en otros caen presas del enojo, del miedo o de un idealismo desbordado, y en otras se defienden con inteligencia o sarcasmo. En una palabra, construyen personajes alejados del estereotipo y el ideal heroico, sustituyéndolos por personas comunes a quienes les toca enfrentarse a una situación extraordinaria y deben resolverla lo mejor que puedan.

En el caso de lo segundo, y para evitar que su relato se torne demasiado denso y solemne, Santiago y Mariano le dotan de inesperadas pinceladas de humor, las cuales no están para nada fuera de lugar y atenúan un poco los tonos sombríos de la narración, contrastándolos adecuadamente, y al mismo tiempo aligeran un poco la tensión del mismo, pero sin banalizar lo que se cuenta.

Argentina, 1985 se erige como una poderosa oda al idealismo y la incansable búsqueda por la justicia, los cuales en tiempos actuales (que a veces se tornan muy oscuros), resultan muy necesarios. Al tiempo que funciona a modo de importante recordatorio de hechos los cuales, en ningún lugar y bajo ninguna circunstancia, deben repetirse de nuevo.

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