La Berlinale optó por el impacto mediático en su apertura, con el estreno de She came to me, una comedia suave que llevó a la capital alemana a Anne Hathaway, Peter Dinklage y Marisa Tomei, para un festival centrado en lo político en la solidaridad hacia Ucrania.
“Muestro diversos aspectos de mi país, muy polarizado, pero a la vez con rostros múltiples”, explicó ante los medios la directora estadounidense Rebecca Miller, rodeada de los actores mencionados, más Evan Ellison y Joanna Kulig, además del compositor Bryce Dessner, factor esencial en un filme donde la ópera es parte del argumento.
Hathaway será la perfecta pareja de Dinklage, fanática del orden y con una “relación íntima secreta con Dios”, explicó Miller. Él es un compositor en crisis y con múltiples neurosis, hasta se topa con la capitana de una barcaza remolcadora -Tomei- enamorada del amor.
Las relaciones supuestamente sólidas del mundo adulto serán cambiantes, mientras que los dos adolescentes -Ellison y Harlow Jane- creen haber encontrado el amor eterno. Es un Romeo y Julieta en que la rivalidad se plasma en el fanatismo político, mientras que la religiosidad monjil es benefactora.
“Mi corazón late por el cine, no importa si es bajo el sello independiente o no”, afirmó Hathaway, acaparadora de los primeros flashes de este festival, seguida de cerca por Dinklage, aún bajo la estela del Juego de tronos.
Miller, identificada como directora de Sundance y de nuevo con una comedia romántica en la Berlinale -tras el Maggie's Plan que presentó en 2016-, estrenaba su película fuera de competición y con el cometido de aportar el brillo considerado inherente a todo festival.
Para la gala de la noche se había anunciado la intervención virtual del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, figura central del documental Superpower que estrenará el próximo sábado Sean Penn, también con carácter de exhibición.
El líder ucraniano ya ha dirigido sus mensajes en dos anteriores grandes festivales de cine europeo -el de Cannes y el de Venecia-. El de este jueves, sin embargo, tenía un carácter especial, a punto de cumplirse un año del inicio de la invasión rusa sobre Ucrania.
“Quiero expresar mi agradecimiento al festival por haber incluido a un héroe de nuestro tiempo”, afirmó Hathaway, en alusión a Zelenski. “Con ello nos dan a todos nosotros la posibilidad de expresar nuestro deseo casi universal de paz”, añadió la actriz estadounidense.
Con el equipo de Miller, la Berlinale se aseguró una alfombra roja con las dosis requerida de estrellato, a lo que se sumó la presencia como presidenta del jurado de la actriz estadounidense Kristen Stewart.
Al equipo de Stewart, integrado además por la directora española Carla Simón, por su colega rumano Radu Jude y por el chino Johnnie To, les corresponderá repartir los premios oficiales del festival entre las 19 películas incluidas en su sección oficial.
Simón regresa a la Berlinale tras haber ganado en 2022 el Oso de Oro con Alcarrás, mientras que Jude obtuvo el máximo premio el año anterior, con Bad Luck Banging or Loony Porn.
Entre las películas a concurso vuelve a haber una candidata española, 20.000 especies de abejas, de Estíbaliz Urresola, mientras que América Latina está representada por la mexicana Tótem, de Lila Avilés, y Portugal por Mal Viver, de Joao Canijo.
El cine anfitrión alemán presenta cinco títulos, entre ellos Music, de Angela Schanelec, Ingeborg Bachmann, de la veterana Margarethe von Trotta, y Roter Himmel, de Christian Petzold, un realizador asiduo a la Berlinale.
De Canadá acudirá Blackberry, dirigida e interpretada por el canadiense Matt Johnson, y Reino Unido concursará con Manodrome, dirigida por John Trengove y con Adrien Brody y Jesse Eisenberg.
Por parte francesa competirá Sur l'Adamant, un documental de Nicolas Philibert sobre el día a día de un centro psiquiátrico, así como Le grand Chariot, de Philippe Garrel. Completa el ciclo europeo la franco-italiana Disco Boy, un duro filme dirigido por Giacomo Abbruzzese.
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