En el 2009, el videojuego Borderlands, una mezcla entre space western y ciencia ficción, sería lanzado con mucho éxito por parte de Gearbox Softwarre y 2K, marcando el primer paso de una longeva que llega hasta el 2019 con su tercer título, además de la suma de varios spin offs cuya violencia, locura y sentido del humor capturaron la atención y el aplauso del público gamer.
Ahora, gracias a Eli Roth, este universo de locura es llevado a lacción real para tratar de capturar la caótica identidad del mismo. Sin embargo, el reto no demuestra ser del todo sencillo.
La historia de esta adaptación se centra en Lilith (Cate Blanchett), una cazarrecompensas con un pasado misterioso que es contactada por el ambicioso y malévolo magnate Atlas (Edgar Ramirez) para recuperar a su hija (Ariana Greenblatt) de las manos de un ex mercenario, Roland (Kevin Hart) miembro de la Lanza Carmesí porque puede ser la clave de algo mucho más grande.
Sin embargo, ante un panorama en que una alianza es lo único que queda para sobrevivir, Lilith y su fiel sirviente, el robot Claptrap (voz de Jack Black) tendrán que formar equipo con estos inesperados aliados, incluyendo al psicópata Krieg (Florian Munteanu) y la científica Tannis (Jamie Lee Curtis) sins aber que descubrirán un secreto que cambiará su mundo por completo.
Recientemente, los proyectos basados en videojuegos han conseguido algunos interesantes aciertos tanto en taquilla (Super Mario Bros: La Película) como en el mundo televisivo (Fallout), sabiendo sortear los retos que van desde la simpleza absoluta y la unidimensionalidad hasta la elaboración de arcos narrativos más interesantes.
Pero también ha dado sendos tropezones (Halo, Resident Evil) que han probado lo riesgoso de crear una historia alrededor de ciertos proyectos. Roth, acompañado de Craig Mazin en el guión, apostaron por conservar algunos elementos de anclaje importantes de la saga para darle vida a una visión propia de este universo con resultados bastante irregulares.
El diseño de los mundos en la cinta es bastante destacado, siendo bastante fiel a la representación digital de los mismos.
La recreación de Sanctuary City, por ejemplo, así como de los Planos desérticos y desolados del planeta Pandora, muestran una visión particularmente caótico que por momentos remite a lo visto en la distopía de Mad Max: Furia en el camino, de George Miller, con cierta ilusión un tanto cutre al más puro estilo del clásico de culto de la ciencia ficción, Barbarella (Vadi, 1968).
Algo que acompaña de buena forma a este aspecto visual también es el diseño de vestuario y maquillaje en la representación de prácticamente todos los personajes de esa alocada banda de perdedores ambiciosos.
La encarnación de Cate Blanchett y su Lilith, la manera en que está diseñado y animado Claptrap, las formas y vestimenta del loco Krieg o la vestimenta y frialdad de Tannis. Tal vez los cambios más marcados son con Tiny Tina y, sobre todo, con Roland el mercenario, puesto que a Kevin Hart le queda un poco pequeño el traje del mismo conforme al juego.
Pero a pesar de estos aspectos técnicos muy destacables, el problema principal del Borderlands de Eli Roth no radica en la calidad de su hechura, sino en la falta de alma que hay en su relato.
Y es que esta aventura espacial sobre un grupo de inadaptados inevitablemente se siente como una mezcla simple del Escuadrón Suicida de DC y los siempre discordantemente divertidos Guardianes de la Galaxia de Marvel, ambos de James Gunn, pero sin un arco interesante que justifique su unión o que cause la debida empatía con ellos.
Esa es la debilidad más fuerte de esta adaptación al no ser capaz de contagiar de locura y diversión a su ensamble actoral, convirtiéndose en una experiencia donde uno puede sentirse en el videojuego lleno de acción y golpes pero todo pasa de forma tan acelerada que, cuando cierta profecía detrás de toda esta aventura es revelada, ya es demasiado tarde.
Aunque Blanchett se aleja de la cara de fastidio de otras actrices en proyectos similares (como Dakota Johnson en Madame Web) y se nota divertida en su papel, su Lilith es limitada por la falta de desarrollo hasta que es ya muy necesario mostrar ese pasado que la marca.
La acción dentro de este western de ciencia ficción se come al final a su propia historia. Y no es que las secuencias no sean bien ejecutadas, pues eluden el exceso de uso del CGI habitual y cuando este aparece por momentos se ve falso.
Pero a pesar de ello, funcionan bien en el montaje, salvo por el ligero inconveniente de que no dan espacio para que sus personajes respiren, se conozca más de ellos y conecten no sólo entre sí sino también con la audiencia haciendo que su ensamble actoral no funcione del todo.
Ni qué decir del villano del filme. Roth desperdicia por completo la personalidad de Edgar Ramirez en un antagonista cuya sensación de amenaza es nula, aparece poco y resulta incluso incapaz de sentirse como un cliché explotado hasta el cansancio del malo cuya motivación es ser así porque sí.
Aquí, la historia lo pone como un ente al que le da cara al final y su obsesión es la misma que el grupo de perdedores tienen: encontrar ese gran tesoro con el poder de cambiar la vida de Pandora a quien lo encuentre. Totalmente olvidable.
Con todo y la diversión que Claptrap otorga y algunos buenos chispazos en ciertas líneas y misiones que son casi calcadas de retos de un videojuego, Borderlands es una aventura espacial visualmente atractiva en la que Eli Roth trata de sacudirse la imagen de cineasta de género para entregar algo divertido y loco, pero se olvida de ese factor importante que es el carisma, el encanto y la empatía que no es capaz de inyectarle de buena forma a este filme.
Evadiendo el humor mala leche para hacerlo más juvenil y la violencia extrema del videojuego en aras de un entretenimiento mucho más familiar, esta adaptación peca de sentirse sin el corazón necesario para conquistar al público.
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