Escenario

‘Cidade, campo’, una historia brasileña sobre migración, precariedad y amor entre mujeres

ENTREVISTA. El filme de la realizadora brasileña Juliana Rojas fue parte de la competencia oficial del el Festival de Cine de San Sebastián en la sección Horizontes Latinos

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Especial

La película Cidade/Campo, que la brasileña Juliana Rojas ha presentado en el Festival de Cine de San Sebastián, cuenta dos historias sobre la migración que para su directora son “muy personales”, ya que se adentran en sus propias experiencias familiares y como persona LGTBI, ha explicado a EFE.

La cinta, fue parte de la competencia en la sección Horizontes Latinos, tiene dos partes diferenciadas: la primera está dedicada a Joana, una trabajadora rural que migra a São Paulo después de que la rotura de una presa de residuos inunde su pueblo natal. En el segundo episodio, tras la muerte de su padre, del que estaba distanciada, Flavia se traslada a su granja con su esposa Mara.

Los padres de la directora migraron del campo a la ciudad, y su padre murió mientras ella estaba escribiendo el guión, por lo que la elaboración de la película ha sido una manera también de procesar su pérdida, remarcó.

Otra de las historias presentes es la ancestralidad guaraní de su padre, de la que ella apenas conoce nada, y que se muestra en la película a través de una atmósfera que se va tornando cada vez más mágica e irreal.

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Así, el personaje de Flavia (Mirella Façanha) tiene mucho de la Juliana Rojas, que confiesa que quería “ver un cuerpo gordo de una persona que también tiene su ascentralidad”, cuando se relaciona con su pareja Mara (Bruna Linzmeyer), también a través de escenas de sexo.

No obstante, el hecho de que la relación sea entre mujeres no es un tema central de la película. “También somos personas con otros conflictos y problemas”, remarcó la directora, que hace de esta segunda parte de la película una historia de pérdida y de busca.

La protagonista de la primera historia toma el camino opuesto y se traslada a la ciudad después de que el barro recubriera su casa y sus añorados animales, como pasó en el desastre de Brumadinho, en Minas Gerais, en 2019, donde murieron más de 200 personas.

La melancolía por el lugar de origen y la búsqueda de un nuevo espacio para una persona que lo ha perdido todo marca el devenir de esta parte del relato, en el que se refleja otra de las preocupaciones de Juliana Rojas: la precarización del trabajo a través de las aplicaciones de móvil.

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Joana empieza a trabajar en una empresa de limpieza en la que las trabajadoras son contratadas al instante a través de una aplicación y después son puntuadas por los clientes. “Estos sistemas dan la ilusión de que el trabajador tiene una autonomía y es su propio jefe, pero en verdad son trabajos que no traen ninguna estabilidad y en los que ningún patrón se hace responsable en caso de problemas”, reflexionó.

Mientras Joana descubre la ciudad a través de las diferentes casas que limpia, siempre dentro del universo íntimo de alguna persona, y trata de encontrar su espacio entre otras limpiadoras, van apareciendo elementos mágicos que conectan de algún modo con la historia que vendrá a continuación.

Quise construir una progresión de la presencia de lo sobrenatural. En la ciudad todo está más controlado y no hay mucho espacio para el sueño y para lo desconocido. Pero conforme pasa la historia de la ciudad hay elementos que son más fantasmagóricos y más oníricos, y que van ayudando a hacer la transición hacia el campo”, explicó la directora en una charla telemática desde Brasil.