El cine francés se desangra por el continuo goteo de denuncias por abusos sexuales y acoso a las mujeres, herencia de una forma desfasada y patriarcal de justificar a los artistas, en una llegada tardía al país del movimiento MeToo.
La nueva oleada de denuncias esta semana en la que varias actrices han acusado a dos conocidos directores (Benoit Jacquot y Jacques Doillon) de violación, abusos sexuales o acoso laboral, en algunos casos cuando ellas eran menores de edad, ha sacudido el mundo del cine.
La aceleración del ritmo de denuncias sigue a la cadena de los últimos años, entre las que destacan las 14 mujeres que han acusado al famoso actor Gérard Depardieu.
El fenómeno es “el MeToo a la francesa, que no había tenido lugar”, explica a EFE, Fabienne Sylvestre, directora y cofundadora de Le Lab Femmes de Cinéma, una asociación que promueve la igualdad en el mundo del cine francés.
“Las mentalidades están cambiando” y ahora estamos en la fase “de dar nombres, de denunciar prácticas”, añade.
El diario Liberation recordaba el viernes cómo la agente Isabelle de la Patellière denunciaba ya en 1986 que muchos directores le pedían chicas menores de edad, incluso de 14 o 15 años, para películas en las que eran casi siempre objeto de deseo por parte de hombres maduros. Algo que el propio Jacquot denominó más adelante como búsqueda de “carne fresca”.
Sylvestre recuerda que directores y actores se cebaron en “presas que estaban a su alcance, las más jóvenes, las más débiles”. “El cine es un universo de dominación (...), hay mucha precariedad, mucho ego y mucho poder”.
Y el cine francés aún más, en su opinión a un nivel “sistémico”, por una mentalidad “heredera del 68, muy libertaria”, en la que artistas e intelectuales vivían en un contexto muy permisivo bajo el barniz de su prestigio y del rechazo al puritanismo de Estados Unidos.
Aquí entran los casos del escritor Gabriel Matzneff y su apología del sexo con menores (apoyado en su momento por destacados intelectuales y artistas), o de los cineastas Roman Polanski y Woody Allen, que ruedan con regularidad en Francia al no poder hacerlo en Estados Unidos por sus respectivos casos de pederastia.
Aún así, Sylvestre reconoce que las cosas están cambiando en los últimos años, gracias al cambio de mentalidad impulsado por las mujeres.
Ahora, antes del inicio de un rodaje ya formación específica sobre abusos sexuales y sexistas -obligatoria en las producciones que reciben ayudas públicas- y durante su transcurso hay coordinadores de intimidad para supervisar escenas eróticas.
Por ello, a Sylvestre le resultó “escandaloso” el firme apoyo que dio el presidente Emmanuel Macron a Depardieu, en una entrevista televisada en diciembre, en la que dijo que el actor “hace orgullosa a Francia” por su arte, pero sin una palabra hacia sus presuntas víctimas.
“Fue algo estúpido y dañino. Muy chocante por parte de un presidente que había hecho de la lucha contra la violencia sobre las mujeres una de las prioridades de su mandato”, argumenta.
Las denuncias de abusos han llegado también a otros medios, y figuras como Patrick Poivre d'Arvor, presentador del noticiero televisivo más visto del país durante 21 años, o Sébastian Cauet, estrella de la radio de entretenimiento, afrontan cada uno denuncias de varias mujeres por abusos sexuales o violación.
La última denuncia contra Cauet se presentó este pasado jueves, por una supuesta agresión sexual y violación que habrían tenido lugar en los años 90, según medios locales.
Y esta semana se supo también que el actor Nicolas Bedos será juzgado en septiembre por dos casos de agresión sexual y otro de acoso sexual, aunque no vinculados con rodajes.
El próximo día 23 será la gala de entrega de los premios César, la gran noche del cine francés, y la organización mantendrá la política iniciada el año pasado de no permitir participar a figuras del cine que tengan abiertas causas judiciales por hechos de violencia.
La decisión siguió a polémicas como la que generaron las doce nominaciones a J'accuse, de Roman Polanski, en 2020; y que este año eran susceptibles de repetirse con el actor Samuel Theis, de Anatomía de una caída, denunciado por violación durante un rodaje.
Sylvestre valora que esa política “está bien”, pero la contrapone a la aparición sorpresa en la gala del año pasado del actor estadounidense Brad Pitt, acusado en su país de violencia en el ámbito familiar, para entregar un César honorífico.
Y también insiste en que esto no es un fenómeno francés, y que en los demás países europeos tiene que producirse también su particular MeToo, que surgió en Estados Unidos en 2017 con las acusaciones contra el todopoderoso productor Harvey Weinstein.
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