En 1996, el estudio productor de videojuegos Capcom, estrenó una aventura de survival horror llamada Resident Evil, para de PlayStation. El éxito de esta producción del aplaudido diseñador Shinji Mikami, impulsó al género de maneras insospechadas, generando dos secuelas que provocaron que la franquicia de horror sobrenatural tuviera un impacto que traspasaría a las consolas y computadores.
En el año 2002, se creó la primera adaptación cinematográfica de la mano de Paul W. S. Anderson con Milla Jovovich y Michelle Rodríguez como protagonistas. Fue entonces que el nombre de Resident Evil comenzó a resonar en la cultura pop.
La saga cinematográfica —que se separaba casi por completo de las historias de los videojuegos, salvo por ciertos referentes—, así como las nuevas entregas y reediciones de estos juegos; siempre han dado mucho de qué hablar. En cines, el Capítulo Final estrenado en el 2016, parecía marcar un cerrojo para la franquicia en el séptimo arte.
Sin embargo, Screen Gems y Sony decidieron hacer un reboot que buscaba ser más apegado a la saga de videojuegos noventeros. Con un cast que deja de lado a Jovovich para poner a Kaya Scodelario al frente como la icónica Claire Redfield, junto al británico Johannes Roberts; a quien ya hemos visto familiarizado con el género, gracias a cintas como Terror a 47 Metros (2017) o Los Extraños: Cacería Nocturna (2018); llega la cinta esperada por los fans, Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City.
Mezclando las historias del primer y segundo videojuego, encontramos una adaptación estéticamente fiel al mismo, en donde por fin podemos ver un Raccoon City idéntico al que se veía en consolas. Tristemente, esta es la mayor virtud de la cinta, que olvida por completo la historia, deja pasar muchas oportunidades y no transmite ni el horror ni la amenaza necesarias para esta amada franquicia.
Desde el cast y desarrollo de los personajes hay problemas. Scodelario es completamente inexpresiva, haciendo de Claire una heroína fría con la cual no generas empatía ni interés alguno; tristemente, es de los personajes que más se rescatan.
Leon S. Kennedy (Avan Logia) y Chris Redfield (Robbie Amell) son completamente traicionados por la esencia del par de policías buenos para nada, torpes y hasta cobardes en un afán por querer humanizarlos.
También está el caso de Jill Valentine, interpretada por Hannah John-Kamen, que trata de mantenerse a la altura de su personaje, pero que levantará polémica por ser diferente en apariencia a la del juego, aunque eso realmente no influye a la poca historia que hay.
Y es que el guion desea tanto reproducir tal cual la sensación del juego que se torna en algo completamente vacío que se llena del fan service, con referencias de la saga, pero sin ningún arco, incapaz de recrear esos momentos de tensión, como en el juego.
Incluso, algunas partes de las cintas dirigidas por Anderson y protagonizadas por Jovovich —pese a la cantidad de incongruencias y cosas absurdas— logran entretener más al espectador, que esta entrega.
Hay veces que los efectos especiales tampoco ayudan. Con todo y ese aire a Serie B —género para el que su director Johannes Roberts, se inspiró en las cintas de Carpenter de los años 70 y 80—, tanto la creación de los infectados como la escena climática, carecen de credibilidad, incapaces de generar un sentido de miedo durante las casi dos horas de duración. Si bien los zombies se mueven y recuerdan al videojuego, jamás se consideran amenazantes ni pensantes.
Aunque tenemos la presencia de Wesker (Tom Hopper) y del Dr. Birkin (Neil McDonough) como los antagonistas, tampoco se sienten así. De nuevo, la necesidad de ser tan fieles a lo que sucede cuadro por cuadro en los videojuegos originales, le quita cualquier elemento de sorpresa o maldad creíble a ambos, siendo Birkin el peor parado entre su representación y el arco climático.
Algo que si hay que aplaudirle a esta nueva entrega es que se adecua de buena forma a la época en que se ubica, la década de los años 90. Para las mas viejas generaciones de fanáticos y el público en general, ver los celulares Nokia que parecían tabiques, las llaves, los mapas y todo lo que caracterizaba a esa época, habla bien de los diseñadores de arte y producción.
Así, el regreso a la emblemática ciudad de Raccoon City se vuelve algo lodoso, pesado y sin sustancia, que luce muy bonito pero que no ofrece realmente nada en una narrativa plana que recuerda a los displays del videojuego.
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