Siempre voy a aplaudir las propuestas narrativas dentro del cine mexicano que se arriesguen y busquen abrir nuevos caminos y territorios para lo que se produce en el país, y es que estamos tan acostumbrados a ver comedia romántica o películas de intento de terror como las que buscan conquistar al público que paga su boleto llenando salas comerciales, como el ver películas tan pedantes y pretenciosas, en muchos casos, para llevar a la gente a los circuitos alternativos. Dentro de ese panorama que se estrene una cinta como El día que todo cambió es, por el simple hecho de existir, admirable.
Han pasado siete años desde la noche en que un violento asalto culminó con la muerte de la esposa de Mario, quien ha dedicado los últimos años a buscar a los asaltantes para cobrar venganza. Cuando un encuentro fortuito lo acerca a los perpetradores, su espiral de violencia alcanza niveles catastróficos, todo mientras él mismo deberá confrontarse consigo mismo para entender hasta dónde quiere llegar.
La cinta es dirigida por Javier Colinas, quien en los últimos años se había dedicado a la comedia, recuperando aquí la veta que había buscado explorar en Detrás del poder (2014), al igual escrita por Luis Arrieta, pero con mejores resultados, ya que ahora, más dueño de su oficio, logra hacer una película que tensa, que cuestiona, que entretiene, que no es un pastiche de ideas sino un concepto que evoluciona dentro de la misma pantalla.
La cinta es protagonizada (y escrita) por Luis Arrieta, quien nos sorprende con el personaje, no sólo hace que la gente se identifique con él y lo entienda, sino que es creíble en todo momento, ya sean los momentos de reflexión, las secuencias de acción, sus secuencias de dolor.
A su lado destaca Gabriela Cartol, el alma de la cinta, una persona bondadosa, llena de amor, de vida, de ganas de salir adelante, el director aprovecha no sólo la gran capacidad actoral que ella tiene, sino su carisma, su brillo, haciéndole un personaje adorable y que, por lo mismo, hace que el mismo espectador dude de que la misión se ha propuesto el personaje principal sea correcta.
Los villanos de la historia recaen en Diego Martínez Villa y Luis Alberti, este último con la secuencia final de la cinta brinda una de las actuaciones más impresionantes de los últimos años, poco tiempo aprovechado con una maestría total.
La cinta no es perfecta, quizá por ser un género que no se hace de forma habitual en México hay momentos que pecan de inocencia, como la secuencia donde aparece una niña vestida de payasita en medio de la noche, o cuando vemos el cariño de una pareja y su hija en una improvisada casa de campaña en la calle, pero son cosas que no afectan la cinta, sobre ello destacan pequeños detalles, como las calles vacías de noche, fruto de la pandemia de covid, las incesantes sirenas de policía que en realidad nunca están en el sitio se necesitan, los apuntes de corrupción policiaca, la indiferencia sobre la vida misma.
El día que todo cambió muestra dos veces el título en pantalla, creando un círculo perfecto ante lo que sucede en pantalla, un día que cambia todo para uno o para otros, que marca la vida de las personas, momentos donde un actuar decide el futuro de todos los involucrados. Y es ahí donde el guión de Arrieta alcanza el punto desea, donde tras llevarnos a los infiernos se atreve a condenarnos a uno más grande, a ser testigos de la culpa consumiendo, de la vieja confiable de que el ojo por ojo deja a todos tuertos o ciegos a la larga.
La película es un tipo de cine distinto al que regularmente llega a pantallas, es un trabajo al que vale la pena darle una oportunidad, muestra que hay varias historias que se pueden relatar más allá de las fórmulas de siempre.
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