Tras un exitoso paso por diversos festivales de cine, llega a salas de cine mexicanas el documental El Eco, dirigido por Tatiana Huezo, el cual retrata la vida en la comunidad homónima, situada en el Municipio de Chignahuapan (Puebla) donde habitan unas 15 familias y donde el clima y lo que le rodea es lo que marca a sus habitantes.
Con motivo del estreno y su nominación a los Premios Ariel que se harán este sábado en Guadalajara, en Crónica Escenario tuvimos la oportunidad de charlar con su cinefotógrafo, el prestigiado Ernesto Pardo, los invitamos a leer sus comentarios.
El Eco ya está en cartelera por fin en salas de cine. ¿Cómo te sientes?
Pues me da mucha alegría que la película encuentre a su público natural que somos la gente que vivimos en México y me da mucha emoción. Ya hemos tenido algunas proyecciones y hemos visto como la película toca, como la película remite a muchos de los espectadores a la niñez, pero también a la familia, a los padres, a los abuelos que en algún momento llegaron a las ciudades del campo. Entonces creo que me da mucha, mucha, mucha alegría que la película por fin pueda estar al alcance de todos aquí en México.
¿Cómo es el proceso de trabajar con Tatiana, sobre todo en nuestros ambientes naturales, que captan no solamente el ambiente, sino las sensaciones del lugar?
Con Tatiana hace muchos años que trabajamos en películas parecidas, casi todas sus películas ocurren en el medio rural, entonces tenemos una fascinación, nosotros también vivimos en medio del campo, entonces tenemos una fascinación por estar fuera de las ciudades y esta película llevó muchísimo tiempo de investigación y que eso de alguna forma abrió las puertas para que la gente de El Eco, los protagonistas de la película, los niños y los padres, nos pudieran abrir las puertas de sus casas para filmar esta película.
¿Cuáles fueron los retos que encontraste en esta ocasión para filmar en un lugar como El Eco?
Creo que uno de los retos más complejos fue que, en este caso, la película no tenía un guión previo. Normalmente Tatiana trabaja con guiones muy trabajados y a partir de eso uno va desarrollando la película documental. En este caso, lo único que era una estructura que podíamos seguir era el clima: las fuertes lluvias, el frío, la siembra, la cosecha y el calor, la sequía.
Entonces estos diferentes climas fueron los que nos ayudaron a estructurar la película y con esta estructura nuestro objetivo era poder seguir a estos niños y verlos crecer a partir de pequeñas acciones, el trabajo en el campo, el trabajo con los animales, yendo a la escuela también, en su relación con sus padres y con sus abuelos.
Y bueno, el reto fue un poco no saber si había una película poderosa hasta sentarse a editarla. Teníamos algunas intuiciones de que había material poderoso, pero nos daba un poco de miedo que no hubiera una película poderosa con estas pequeñas historias, chiquitas, de lo cotidiano.
Algo que me llama mucho la atención del programa y que me fascina, de hecho, es el grado de intimidad que logran con los habitantes del lugar, ¿cómo fue para ti, por ejemplo, el proceso de bañar a la abuela sabiendo el respeto que debe de haber y de lo complicado que puede ser llegar a ese grado?
Es una película que comenzamos hace siete años, entonces ellos nos conocen desde hace mucho tiempo y cuando llegamos a filmar, pues ya había una relación con la gente de la comunidad, que nos permitía poder pedir determinadas cosas que de otra forma hubieran sido muy difíciles.
Si tú llegas mañana y vas a una comunidad y preguntas si puedes filmar a los niños corriendo en el campo, te dirán que no, pero en este caso era tanto el tiempo que llevábamos con ellos, la relación tan cercana que teníamos con todos ellos, que filmar a la abuela mientras se bañaba, mientras la ayuda a bañarse su nieta, pues creo que se pudo hacer justamente por el trabajo previo y por la relación fuerte que teníamos.
Ellos sabían que íbamos a firmar de una manera digna de una manera digna, de una manera bella y nunca íbamos a exponerlas de una manera que ellas se sintieran mal. Ese conocimiento, esa confianza fue una confianza construida por mucho tiempo.
En el pasado documental de Tatiana había un momento en el cual llegaba el momento fortuito del rayo que caía cuando esta chica iba caminando. Aquí en El Eco, ¿cuál consideras tú que fue el momento fortuito, más afortunado que tuvieron para filmar?
Hubo muchos, también el momento del rayo fue un momento fortuito, pero creo que el documental necesita una mezcla de suerte, de mucha previsión, de mucho trabajo, de investigación y todo eso hace que las cosas puedan salir, puedan brillar.
En este caso, nosotros sabíamos que, en esa zona, desde ese lado de las montañas, de El Eco, cuando comenzaban las lluvias, siempre veías que venían las lluvias y siempre se ponían las nubes negras. Y cuando se ponían las nubes negras, empezaban los rayos. Entonces sabíamos que eso pasaba siempre que llovía. Entonces estábamos, en este caso, estamos filmando otra secuencia.
Estábamos todos preparados para que cuando se pusiera el cielo negro y empezamos a escuchar los rayos nos fuéramos al lugar, pusiéramos el encuadre que queríamos, era un encuadre que Tatiana había visto hacía siete años, ahí quería la cámara, pusimos la cámara le pusimos a Toño, el niño pequeño, su camiseta de Batman y nos fuimos a esperar a que un rayo cayera, y cayó después de 5 o 10 minutos, cayeron varios rayos, filmamos varias veces hasta que quedó esta toma tan increíble, tan hermosa, también de mucho trabajo previo, mucho trabajo de observación, por eso es tan hermoso el cine documental.
Eres un cinefotógrafo al que le gustan los documentales sociales, siempre te hemos visto trabajando este tipo de causas. Después de tantos años de trabajar estos temas, ¿cómo logras salir de estos ambientes para poder salir adelante y no quedarte encerrado en las tragedias que implica lo que graban?
En este caso de El Eco, es una película que nace desde otra necesidad de Tatiana de contar historias menos duras, menos violentas. Sus películas anteriores siempre hablan sobre temas muy dolorosos para las personas que vivieron esas historias y, por lo tanto, son películas muy poderosas, pero muy dolorosas de hacer.
En el caso de El Eco, es una película que nace de la necesidad de seguir mirando a México desde un lugar más luminoso, y el objetivo de Tatiana era poder acercarse a niños en el campo y verlos cómo crecen, ver qué ocurre cuando van creciendo en el campo, cuáles son sus formas de entender el mundo, de relacionarse con los animales, con la tierra. Entonces, en este caso, “El Eco” es una película luminosa, es una película como esperanzadora.
Eso no significa que sea una película romántica, que romantice la vida en el campo, porque la vida en el campo es dura. También hay problemas de pobreza, hay pocas oportunidades, los padres se tienen que ir lejos a trabajar, a construir los edificios de las grandes ciudades, porque no se dio la cosecha, porque llovió poco, porque llovió mucho, porque se heló el maíz.
No es retrato romántico del campo pero es un retrato esperanzador, está lleno de la energía de los niños, de la sorpresa de los niños, y eso hace que esta película, en lugar de dejarme con un dolor del que me tenga que recuperar, me dejó con un abrazo muy grande al corazón, y cada vez que la veo eso me pasa y me da mucha alegría haber ayudado a construir una película como esta, que abrace el corazón. Y ojalá que la gente que lo vea pueda sentir estas sensaciones, esa es la intención.
Viendo el lugar de El Eco, es un lugar muy verde, lleno de vida, ¿qué tanto te permites tú jugar con estas imágenes para también tratar de jugar en la historia con ellas?
La película va de los interiores, de estas casas, de estas escuelas que están en sitios muy alejados de la ciudad, que parecen sitios muy remotos. La primera vez que llegamos a El Eco, la sensación que teníamos era que era un pueblo que estaba en medio de la nada.
Desde el lugar donde estábamos, aunque está a 3.300 metros de altura, está una especie de hondonada, entonces no se no se logra ver el horizonte y esa sensación de no ver un horizonte lejano nos construía y nos daba una sensación de que este era un lugar único, un lugar donde las cosas tenían sus propias relaciones y que el mundo de fuera no existía y así fue un poco como lo rodamos.
Entonces esta película, el otro día la estuve viendo, hicimos una proyección en Querétaro y vi que es una película que va de lo muy cercano, de los niños, de su forma que tienen de ver el mundo, de sus ojos, de su forma de juego, a los planos muy abiertos de la naturaleza. Entonces es una película que habla de estos interiores oscuros pero llenos de la energía de los niños y estos espacios naturales tan amplios donde ellos pueden vivir y pueden sentir el mundo.
En esta ocasión, trabajando con niños, ¿qué tanto te permites que ellos se acerquen también a ver lo que estás haciendo y entiendan quizás algo que no es algo habitual para ellos? ¿Tú qué tanto te permites acercarlos para que se enamoren del proceso?
Eso es una parte fundamental casi en cualquier película documental, que la persona que está siendo filmada, la comunidad que está siendo filmada, entienda lo que estás haciendo. Y es muy difícil entender lo que hacemos, lo que hacemos es bastante extraño, no entienden cómo podemos estar tantas horas en su cotidianidad, a ellos les parece algo muy extraño y todo eso se aclara hablando y llegando a acuerdos, y parte de esos acuerdos es filmar, filmar una secuencia y después sentarnos y verla y que la vea la familia, que se vean cómo están siendo representados, y ellos empiezan a entender un poco qué es lo que necesitamos, qué es lo que Tatiana necesita.
Había momentos donde ya los niños me decían, “oye, ¿en qué plano estoy? ¿Estoy cerradito o estoy más abierto? Para ver si me muevo, si me puedo mover”. Hablaban casi que ya como actores profesionales después de tanto tiempo de estar con ellos. Y eso lo empezaron a captar rápidamente, justamente por esa estrategia que tiene que ver con el juego de de filmar y enseñarles que estamos haciendo y que ellos se vean y vean que están siendo representados de una manera divertida, linda, compleja a veces, pero que ellos se puedan ver y entender el proceso.
También ellos me hacen la claqueta en muchos momentos, apagaban y encendían los micrófonos de corbata que tenían o cambiaban las pilas, se convirtieron al final en parte de nuestro crew porque pasamos mucho tiempo juntos.
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