Uno de los primeros vehículos que me acercaron (y alimentaron) a mi temprana cinefilia, fue sin duda el terror. La sensación de ser atemorizado por algo que se veía u ocurría en la pantalla plateada paradójicamente, como un poderoso imán, ello me atrajo hacia esas historias, a sus no pocas veces extraños personajes, a sus muchas veces pesadillescos universos… y gradualmente a los autores detrás de ellos, quienes serían guías para adentrarme a explorar y conocer más del muy vasto firmamento cinematográfico.
En ese sentido, hay una buena lista de largometrajes que fueron determinantes para mí en esos años formativos. Y de entre ellos, para esta ocasión quisiera referirme a uno en especial, el cual es toda una joya producida mucho antes de mi tiempo, y que llegó a mí gracias a esas mágicas tardes y noches brindadas por la televisión abierta entre los años setenta y ochenta, a través de las cuales nos abría varias ventanas hacia películas clásicas de todo tipo. Filmado en blanco y negro dirigido por el mismo autor quien, un año antes, le dio al cine una de las representaciones más icónicas de la figura vampírica. Me refiero al estadounidense Tod Browning y el filme en cuestión es Fenómenos (Freaks, EU, 1932). Una obra sin duda, adelantada a su tiempo.
La trama de la cinta transcurre al interior de un circo ambulante, y gira en torno a una serie de personajes con diversas malformaciones físicas: enanismo, microcefalia, ausencia de miembros como brazos, piernas, o ambos, o quienes padecen de enfermedades raras, etcétera. Y son exhibidos allí como atracciones circenses con nombres rimbombantes (“el hombre oruga” o “la mujer barbuda”, por ejemplo) para causar el asombro, el terror y la repulsión de los asistentes. Cabe señalar que dichos personajes no fueron creados con CGI -los cuales no existían-, ni con efectos prácticos, ni con prostéticos, y se tratan de personas con deformaciones reales.
Al ser rechazados por la mayoría de las personas normales, dichos personajes han formado una sólida comunidad donde se apoyan y se protegen entre sí. Sobre todo de las amenazas del mundo exterior, y de la gente común que se mofa de ellos, o les teme, o ambos. Y así viven una existencia apacible y cotidiana al interior de su pequeña sociedad, procurando llevar una vida común, como la de cualquier ser humano. Dentro de esa cotidianidad, el enamoramiento ocupa un lugar importante, y de hecho, ello es el catalizador de la trama.
El relato está basado en un cuento breve intitulado Spurs, editado por el escritor especializado en misterio y terror Tod Robbins en 1923. Como dato curioso, la idea de adaptar dicho cuento corto a la pantalla le fue sugerida a Browning por su amigo Harry Earles, un enano alemán integrante de un cuarteto llamado The Doll Family, el cual se presentaba en circos y otros espectáculos similares, y que también incursionaron en el cine.
Cuando el proyecto comienza a producirse, Earles se convertirá en protagonista del mismo al interpretar a Hans, integrante de la ya mencionada compañía circense quien se enamora de la hermosa trapecista Cleopatra (la actriz de origen ruso Olga Baklánova), la cual toma dicho enamoramiento como una mera broma, al tiempo que sostiene relaciones con Hércules (Henry Victor), el “hombre fuerte” de dicha compañía. Accidentalmente, la artista del trapecio descubre que su pretendiente de talla baja ha heredado una fortuna, y movida por el mero interés económico, toma el asunto más en serio y comienza a seducir al personaje, haciendo que este abandone a su prometida Frieda (Daisy Earles, hermana de Harry y también integrante de The Doll Family) y termine casándose con ella. Esto será el inicio de una dramática debacle la cual desembocará en una espeluznante tragedia.
Hay muchos temas que Fenómenos toca en su trama, así como diversas alegorías (hay quienes aseguran que su conflicto enarbola una metáfora sobre la lucha de clases, por ejemplo). Pero a mi parecer, la alegoría más clara tiene que ver con el miedo a la otredad, a aquello que pueda ser percibido como diferente según lo dictado por ciertos cánones sociales y culturales. En este caso, la otredad es claramente representada por seres físicamente diferentes a lo que se considera como “normal”. Sin embargo, como el mismo Browning nos muestra en la trama, excepto por la cuestión física, son personajes iguales a nosotros. En ese sentido destaca mucho la mirada del realizador quien nos muestra a sus protagonistas centrales con una mezcla de sensibilidad, respeto y empatía.
En contraste y salvo algunas excepciones, los seres humanos “normales” casi siempre son mostrados como mundanos, malvados, prejuiciosos, y deformados en lo moral y lo espiritual. Especialmente Cleopatra y Hércules los cuales son seres físicamente perfectos o que rayan en la perfección, pero quienes (anticipándose muchos años al postulado presente en casi toda la obra de Guillermo del Toro), enarbolan una deformidad más monstruosa y potencialmente peligrosa: la que se lleva en el interior, en el alma, y la cual conduce al individuo a cometer los actos más abominables.
Y es en esa premisa donde reside aquello que horroriza, porque de hecho, en su planteamiento y desarrollo, el filme está muy alejado de las fórmulas y lugares comunes del género, y transcurre más bien como un drama que (incluso) incluye tintes cómicos. Pero en el ambiente de ese microcosmos, flota algo siniestro, que se manifiesta en los actos viles de los seres normales, quienes actúan con cierta impunidad hasta que llega el giro final que le da un sentido macabro a la frase acuñada por los fenómenos: "uno de nosotros", y en donde aquellos quienes osaron meterse con ellos, recibirán un castigo a la medida, forzando a su fealdad interior a salir a la superficie. Y ese desenlace dará origen a la que -a mi parecer- es una de las secuencias más escalofriantes que pueda recordar.
Tristemente, en su momento la obra fue un fracaso taquillero, obteniendo reacciones negativas del público y la crítica durante su proyección, dando como resultado primero, que por exigencia de los productores el metraje original fuese recortado y reducido a 64 minutos, para posteriormente ser prohibida su exhibición en algunos países y retirarse de la cartelera lo más pronto posible, y finalmente la carrera de Tod Browning sufrió por ello un descalabro importante.
Tuvieron que pasar 30 años para que Fenómenos comenzase a ser revalorizada, gracias principalmente, a su exhibición en el Festival de Cine de Venecia. Y actualmente, se le considera un filme clásico y de culto. En 1994, la película fue considerada por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos como una obra “cultural, histórica y estéticamente significativa” y seleccionada para su preservación en el National Film Registry. Así fue como el tiempo terminó por hacerle justicia a Browning, y a sus postulados que -podría decirse- se anticiparon a nuestros tiempos.
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