Correr para Vivir es una de las cintas mexicanas que más expectativas han creado entre el público nacional, esto debido a su historia que combina, por un lado, la lucha por cumplir un sueño deportivo que lleve a su protagonista lejos de la comunidad rarámuri en la que vive, combinado con un despiadado relato de cómo el narcotráfico copta a las personas que viven en la zona, sin que puedan alejarse de sus garras cayendo en sus manos sin escape posible.
En Crónica Escenario tuvimos la oportunidad de charlar con su director, Gerardo Dorantes, quien presenta así su ópera prima.
Gerardo, una película que se adentra en un mundo que hemos visto muchas veces, pero con un tono mucho más respetuoso que el ocasional. ¿Cómo fue para ti tener esta asesoría de Ana Paula Pintado para trabajar el guión y hacerlo mucho más realista y más humano que otras ocasiones?
Es muy fácil cuando se tratan de estos temas de comunidades indígenas, de pueblos originarios, caer o en el político correcto o en la idealización, el trabajo con Ana Paula, y por lo cual nos conectamos muy bien, es porque ella conoce a los rarámuris, vivió con ellos, se echó todo su doctorado ahí, luego ha estado en contacto toda la vida, ya tiene familia, ya se consideran primos, etcétera, entonces, ella tenía un conocimiento muy profundo de ellos, lo cual era muy importante para nosotros, para que nuestra historia estuviera provista de realidad y de elementos verídicos, veraces, desde un aproximamiento muy respetuoso, pero también muy realista.
Nosotros hablando con Ana Paula decíamos que hay una tendencia, que me parece que los antropólogos le llaman indigenista, que es ver a estas comunidades como objetos de estudio o como atracción turística o como piezas de un museo y, verlos así, inmaculados, sin sufrimientos, sin necesidades, y hablando su lengua, y labrando su campo, haciendo sus rituales y sus ceremonias.
La realidad es que hay una parte de eso que sí es así, pero hay otra parte que no, sobre todo los que están ya más cercanos a las urbes, que es gente que ya no necesariamente se viste con su vestuario tradicional, ya no usa sus huaraches tradicionales, ya no quieren usarlos, quieren usar tenis y gorras con impresos de hojas de marihuana, porque hay un sincretismo cultural muy fuerte, tanto con el catolicismo como en la narcocultura.
También tienen necesidades y tienen ambiciones y, también, tienen celos, tienen envidia, tienen problemas, también, sienten coraje pues son seres humanos, sobre todo los adolescentes que viven en un 2024 y que no pueden escapar a la globalidad, ni a la modernidad, entonces muchas veces se enfrentan a situaciones en las que no están preparados, no tienen las mismas defensas culturales que tenemos nosotros, por ejemplo, los occidentales o los citadinos y se vuelven víctimas muy fácil de la cultura moderna a la que no necesariamente están acostumbrados pero están enfrentados.
Verlos y entendernos de esa manera, como tú dijiste, con el máximo respeto, pero también con objetividad, y con sagacidad, y atreverse a decir pues si son así. Yo estoy seguro que alguien va a salir a decir, “es que los tarahumaras no son así” y pues yo le voy a decir
“bueno, pues los que yo vi, sí son así”.
Hablar de los tarahumaras es como hablar de los mexicanos, “los mexicanos son así” pues ¿cómo? ¿Como los regios? ¿Como los chilangos? ¿Como los chiapanecos? ¿Como los mayas? ¿Cómo las mujeres, como los hombres, como los niños, como los adolescentes? ¿De qué mexicanos estás hablando? Hablar de los rarámuris es muy amplio: los de la Sierra Alta, los de la Sierra Baja, los que viven en la ciudad de Chihuahua, estos traen otras problemáticas y otros rollos. La aproximación siempre fue muy cuidadosa, muy respetuosa, pero también tratar de que fuera muy genuino y apegado a la realidad de hoy en día.
Algo que me llama mucho la atención de la película es que logras crear un retrato muy realista de esta ausencia de autoridades en los pueblos, algo que se vive al día a día, que lo vemos en las noticias, y que realmente a los directores les da miedo mostrarlo, pero en tu película lo vemos muy claro, están solos contra el mundo y están tratando de preservarse, ¿cómo fue llegar a esta aproximación en la película?
Ay, hermano, si te contara yo. Pues mira, primero entendiendo eso, que ahí hay un ecosistema que funciona de cierta manera, pa’ bien o pa’ mal, pero funciona. Todo el mundo sabe que zonas son las que están y las que no están, quién está dónde, quién pelea por qué, de quién es esta zona, etcétera, etcétera, y pues nadie parece hacer nada.
Como que hay un orden ahí dentro del caos, no quiero politizar el tema ni mucho menos, los gobiernos hacen lo que pueden o lo que quieren, ve tú a saber, y efectivamente estos son los que están ahí en tierra de nadie.
Están en su tierra y sin embargo están a la merced de todo esto, y ahí sí también es el famoso “plato o plomo” o “el copera o cuello” porque pues no hay nadie que los proteja ni que los defienda ni que nada, pero al mismo tiempo, pues también les dan y mira, fíjate, lo digo sin juicio, por eso la película no pretende hacer un juicio moral ni de lo que es correcto o no es correcto, el crimen organizado y el narcotráfico también juega un papel en proveerles de trabajo, de recursos.
En algunos lugares tienen el pueblo impecable, tienen electricidad, también juega un papel que es el que deberían estar jugando el gobierno y no lo hace, entonces es muy difícil juzgar, es un problema muy complejo, yo en lo personal no me atrevo a meterme, por lo menos de manera pública, en esos asuntos.
Si hay una propuesta en la película, si hay una posición por supuesto, pero trata de ser sin juicio, es más bien plantearla como nosotros investigamos, como nosotros pensamos y como nosotros de alguna manera vimos que funciona y que cada quien saque sus conclusiones.
Me gustaría que nos platicaras un poco cómo fue la elección de la música y de las canciones que tienes en la película.
Muy interesante porque el soundtrack es igual de sui generis que la película misma. Si en la película funciona una serie de géneros que normalmente no convergen en el cine nacional, léase el thriller de acción con toques de película deportiva aspiracional, un drama obviamente pero en un contexto social y con una representación cultural de pueblos originarios, es una mezcla muy locochona.
Y entonces el soundtrack terminó siendo así también, como que la misma película te va pidiendo su selección musical. En este caso, Emiliano Motta, un gran compositor, muy atinado, muy sensible y muy poco dogmático, él también, igual que yo, se atreve a salirse un poquito de la convención y probar cosas que no te esperarías pero que, sí funcionan, funcionan.
El soundtrack, por ejemplo, hay una parte del score que es orquesta, filarmónica, clásica, que acompaña a los personajes, que acompaña a los sentimientos pero que muchas veces de esa música clásica se vuelve música contemporánea, abstracta y que, de repente, saca un poquito de contexto, es como contrapuntual, es como disonante y entonces te genera las sensaciones que la misma escena está buscando generar.
Pero también, por ejemplo, hay unas partes deportivas en la película que obedecen un poco a la convención del género, los entrenamientos, las competencias, la superación, y eso pues pedía un rock, entonces dijimos, pues vamos a meterle rock ¿por qué no? “Es que suena como Rocky”, pues que suene como Rocky, qué chingados, y si emociona y si prende y si te lleva a sentir la emoción que lleva el personaje, porque conquistó su meta, pues dale sin miedo.
Por otro lado, también, como hay una gran parte de la película en la que los corredores están corriendo, ahora sí que valga la redundancia, corren para entrenar, corren para celebrar, corren para mover droga y corren para huir, entonces todo el tiempo están corriendo.
Y, hay un género natural, un poco como para este ritmo, pues era la música electrónica, entonces hay un género dentro del House que se llama Organic House, que es un beat electrónico, repetitivo, progresivo, como ya sabemos, pero que incorpora elementos más folclóricos o étnicos de diferentes lugares, hay mucho con sonidos árabes, por ejemplo, con flautas árabes, con guitarras árabes. Luego también está el de Europa del Este que incorpora acordeones, que incorpora vientos, que incorpora el dudúk, que es un instrumento de viento.
Entonces Emiliano tuvo la brillante idea de decir “bueno, ¿y por qué no usamos esa base electrónica de House pero incorporamos elementos rarámuris” y me pareció que era brillante y entonces metimos guitarras, rarámuris, violines rarámuris, este otro instrumento que es un palo que muerdes y que tiene un alambre y que hace luces como con un acorde, son así como un guau, guau, guau, como una especie de guau, pero muy metálico, muy cochino digamos, pero que le da un sonido muy particular.
Entonces, pues creamos un Organic House Rarámuri. Entonces Emiliano me decía, “mira, creo que no solo estamos innovando a nivel cinematográfico, sino a nivel musical, porque este género nunca se había experimentado” que al final acompañan muy bien a la historia y le dan mucha riqueza a la película.
Trabajas con lentes muy amplios para filmar, para retratar la naturaleza, los paisajes, todo. ¿Qué tan complicado es trabajarlo en situaciones con las que se viven en la Sierra Mexicana?
Efectivamente, nosotros queríamos retratar la sierra en su máxima expresión, en su majestuosidad, en su monumentalidad, nos hubiera gustado una cámara de cine de 35mm, con unos lentes anamórficos súper amplios, súper luminosos, pero nuestra realidad era otra, el que íbamos a tener que estar caminando por las sierras, subiendo, bajando barrancos y caminos sinuosos y escarpados a cuarenta y tantos grados en el desierto, entonces teníamos que lograr imprimir eso y retratarlo pero con un equipo un poquito más moldeable.
Entonces, nos fuimos por una cámara digital más pequeña, una Red Gemini que también, tiene un rango gigantesco, y una óptica también amplía, un formato 2:85 para que se viera la amplitud y la monumentalidad de que cuando nuestros personajes fueran corriendo se vieran diminutos comparados con todo el mundo que tienen alrededor.
La Sierra Tarahumara juega un papel, es un personaje más de la película, entonces queríamos que fuera como muy luminoso, retratar la tierra en su justa, divinidad, pero también mostrar esa otra parte de la sierra que es muy rough, que es dura, y que por eso los rarámuris la han usado un poquito como su casa y para históricamente alejarse un poco de los peligros externos a los que han sido expuestos.
¿Cómo fue trabajar con Vladimir Rivera y con Manuel Cruz?
Son maravillosos, son unos chavos que tienen bastante experiencia, sin embargo, también siguen siendo caras frescas, almas frescas. Tienen un rango dramático amplísimo, te pueden llevar a todos los aspectos de las sensaciones humanas, desde la decepción más profunda, la tristeza profunda, hasta la algarabía, hasta la excitación, la emoción total, entonces, pues es una delicia trabajar con actores así tan abiertos, tan flexibles, tan frescos, tan ávidos de descubrir cosas nuevas.
Mi estilo de dirección es involucrarme mucho con el actor, jugar mucho con él, ver desde dónde él entiende las cosas, dejarlo ser, dejar que las cosas sucedan, y yo simplemente dedicarme a darles pequeñas guías y pequeñas claves para llegar a donde tiene que llegar la escena, pero fuera de eso, es una experimentación total, todo el tiempo, por eso me parece que el desarrollo electoral es una de las grandes virtudes de la película, y se nota esa fineza, esa sofisticación, y esa profundidad en la aproximación a los sentimientos, y sobre todo, esa realidad, todo lo que ves, te lo crees, y te lo crees porque estaba sucediendo.
La cámara simplemente captó lo que sucedía dentro de estos personajes y al final creo que se logró un muy buen trabajo.
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