El cine de terror coreano, mejor conocido como k-horror, ha entregado propuestas interesantes en los últimos años. Siguiéndole los pasos a los japoneses y tailandeses, existen cintas emblemáticas como Estación Zombie: Tren a Busan (Yeon Sang-ho, 2016) o el gran suspenso de Dos hermanas (Kim Jee-woon, 2003) así como la persecución vengativa de I saw the devil (Jee-won, 2010), aunque también han existido tropiezos rotundos en sus intentos por crear sustos inesperados.
A medio camino entre esas intenciones se encuentra Guimoon: la puerta al infierno (2021) del director Sim Deok-Geun, donde el terror se ubica alrededor de un misterioso centro comunitario en plena remodelación donde se encuentra un cadáver oculto entre sus paredes. Ante esta revelación, el recuerdo de un asesinato en masa ocurrido muchos años atrás sale a flote, lo que provocó que un investigador de lo paranormal (Kim Kang-woo) se involucrara en el caso, descubriendo una puerta que lo llevará a otros mundos.
Una de las virtudes de este filme recae en la fotografía de Yoon Jong-ho, que es capaz de sacarle jugo a la noche y las sombras de este lugar, creando justamente esa atmósfera necesaria para la fórmula del lugar embrujado donde nada es lo que parece. Esa sensación transmitida entre la claustrofobia de corredores y habitaciones también cambia conforme al uso del color, donde de repente juega con azules y blancos fríos, las sombras en los rincones donde el abismo negro se cierne peligroso así como el coqueteo con colores rojos de amenaza en puntos clave del relato.
El diseño sonoro, sin embargo, muestra pros y contras para Guimoon. Si bien en algunos momentos juega un factor importante para lo que oculta este edificio muy al estilo de la guturalidad manejada en The grudge de Shimizu, por momentos es usada también en exageración con tal de provocar el más simplón jump scare en la audiencia, dejando de lado la intención oculta de los mismos para convertirse en el típico recurso de un susto fácil que tampoco funciona del todo.
Esa parte no sólo es culpa de la edición de sonido, sino también de un guión que se complica solo ante la presencia de dos líneas argumentales que no funcionan del todo. La historia de esta puerta misteriosa y el lugar se va desdibujando poco a poco después de un inicio prometedor que se enfoca en la parte de este detective sobrenatural, hijo de una chamana que no pudo exorcizar a los supuestos espíritus malignos encerrados en el lugar. Es este relato y las consecuencias de su incursión en busca de lograr lo que su madre no logró que da ciertas vueltas de tuerca interesantes.
Pero cuando la historia mete a unos típicos adolescentes queriendo hacer un video de este lugar maldito sin pensar las consecuencias, es cuando todo se va perdiendo en un montón de viajes temporales confusos donde el lugar y las diversas dimensiones convergen en uno solo, alejándose del suspenso y misterio planteado inicialmente para ofrecer una conclusión bastante floja donde el miedo impuesto en el juego del espacio donde Guimoon se ubica se pierde por completo.
Asimismo, el nulo arco de desarrollo de los involucrados en este relato no ayuda a mantener la tensión inicial, perdiendo esa sensación de lugar embrujado clásica. A pesar de ello, la labor de Kim Kang-woo es bastante destacada mostrando una verdadera angustia o frustración por no encontrar la salida de este lugar ni por poder terminar ese trabajo de vencer esas entidades que provocan esa vida sobrenatural dolorosa que reside en el edificio, mostrando que, inevitablemente, hay misterios mucho más grandes y espíritus más violentos que los que uno cree.
Claro que Guimoon, cuya definición sería ‘puerta fantasma’, bebe también de ese elemento de terror clásico en Asia, aquel donde existen lugares abandonados que guardan la ira o el rencor de las personas que han perdido la vida en él. Aquí aderezado con la metáfora entre el paso de la vida y la muerte, la producción decidió utilizar un verdadero sitio abandonado en Pocheon que, nuevamente, destaca en cuanto al ambiente al darle esa apariencia tétrica natural a la locación.
Así, Guimoon: la puerta al infierno resulta un relato de suspenso que comienza con mucha fuerza pero que se convierte en un confuso relato genérico que bebe de muchas convenciones. Aunque ofrece la experiencia terrorífica de una sola noche, sus ideas disparejas y una historia demasiado enredada hacen que la cinta se quede en puras buenas intenciones, colocándose como una cinta de espectros del montón que no logra cruzar el umbral hacia el buen k-horror.
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