Escenario

‘Hipnosis’, un espectáculo conspiranoico sobre la percepción de la realidad

CORTE Y QUEDA. El regreso al cine de Robert Rodríguez tiene buenos momentos en escenas de acción y una pretensión fuera de su tiempo

Ben Affleck en una escena de la película "Batman"
Fotograma de 'Hipnosis: Arma invisible'. Fotograma de 'Hipnosis: Arma invisible'. (CORTESIA)

Robert Rodríguez está de vuelta en la pantalla grande. Después de su éxito dentro del universo de Star Wars al lado de Dave Filoni y Jon Favreau, asó como su adaptación interesante pero medianamente exitosa del anime Alita: Ángel de combate (2019), el director y guionista latino retoma una idea que tenía guardada desde el año 2002 por fin da vida a Hipnosis: Arma invisible, un thriller de ciencia ficción y acción excluido de falsas pretensiones que por momentos ofrece buen entretenimiento a pesar de sentirse bastante fuera de tiempo.

La trama se centra en el detective Danny Rourke (Ben Affleck), que está decidido a encontrar a su hija desaparecida. Pero en medio de su búsqueda y sus dilemas de culpa por haberla perdido, se ve inmerso en un laberinto sin salida cuando el asalto a un banco se convierte en algo más. Mostrando un misterio que lo llevará a desafiar su propia realidad, Rourke comenzará a cuestionarse sobre todo y todos los que le rodean. Con la ayuda de Diana Cruz (Alice Braga) una vidente superdotada, esta aventura por tratar de saber la verdad lo llevará a encarar revelaciones sorpresivas que lo cambiarán todo.

Nadie niega que, si hay algo que sabe hacer Rodriguez, es crear buenas secuencias de acción. Esa es una de las principales fortalezas de Hipnosis, pues en medio de esta persecución donde el gato se convierte en el ratón y viceversa, son esas pequeñas secuencias las que demuestran el fuerte de este director. A pesar de tomar claras referencias estéticas como el más reciente cine de Christopher Nolan (El Origen, Tenet), queda claro que la manufactura no es el problema aquí.

Y es que uno de los lados flacos de Rodriguez es la parte de la historia. No se puede negar que la idea de los “hipnóticos” resulta por demás interesante al plantear una cuestión del poder mental asociado a los sonidos, la entonación de una frase y todo lo que tenga que ver con la percepción construida de nuestra realidad modificada a placer por personas que pueden manipular esos aspectos gracias a sus dotes, algo muy similar a lo sucedido en cintas de la década de los 80 como Scanners (Cronenberg, 1981) o Firestarter (Lester, 1984).

Sin embargo, Rodríguez apuesta por la espectacularidad sobre el contenido. La fotografía hecha entre el mismo director y Pablo Berron denota cierta visión que parece acoplarse a ese tipo de cintas serie b de mediano presupuesto, creando la atmósfera suficiente para la persecución y el thriller, coqueteando por ahí con algunos elementos del cine noir. La música, que corre a cargo de Rebel Rodríguez, tiene ese mismo pesar y, aunque funciona para el relato, también se siente como una serie policial de esos tiempos, remarcando así ese aire anacrónico.

Aunque la historia, coescrita por Rodriguez y Max Borenstein, sigue presentando ciertas flaquezas como ser muy derivativa y realmente no tener un desarrollo interesante en los protagonistas de la misma. Las convenciones de cada uno de ellos juegan en contra, pues a pesar de que se trata de mantener al espectador con giros de tuerca ‘inesperados’, no es suficiente para que el relato destaque más allá de su propuesta visual. Esto se suma a que la coherencia también se va desdibujando para obedecer a la locura de un tercer acto donde todo vale, hasta un muy absurdo desenlace.

Otro punto que no ayuda al filme es su protagonista, Ben Affleck. En su afán por hacer de este duro, misterioso y seco detective es incapaz de transmitir la personalidad necesaria a Rourke. Todo parece sucederle, por más inverosímil que sea, hasta el punto de darle un toque dónde Rodríguez cae en su habitual exageración. Este problema de arquetipos también existe en Alice Braga y William Fichtner, quien se siente como una versión diluida de aquel maquiavélico Michael Ironside en la antes citada Scanners.

Así, Hipnosis resulta un filme con un aire retro que bien pudo ser un éxito de taquilla en los ochentas y noventas pero que ahora meramente resulta un ejercicio de poco presupuesto por momentos divertido y otros olvidable, donde gracias a una edición y trucos de cámara bien ejecutados por el señor Rodríguez, se sacrifica el suspenso necesario de su historia por un espectáculo donde los giros de tuerca detrás de un conspiranoico relato se convierten en un gran chiste que opaca la cuestión de las diversas realidades que construimos y el poder que la mente tiene para hacernos creer o no en ello.

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