Dos días de relativa tranquilidad climática, en los que incluso salió el sol por momentos, precedieron a uno de lluvia del norte, liviana, insistente, que parece no decidirse entre continuar o terminar.
Las cosas cambian. Como el reporte del tiempo, todo lo que es ahora dejará de serlo. Sin embargo, hay de transiciones a transiciones. Así también la vida.
El tema de pasar de la juventud a la adultez ha sido ampliamente explorado en el cine. Muchas de las películas más queridas y memorables tratan de este proceso. En ese sentido, cada año trae consigo nuevas propuestas para el género, que añaden –o intentan– variantes al mismo tema, sea que arriesguen formal o narrativamente.
Claro que el Festival Berlinale de este año no es la excepción. Todo lo contrario. En un extraño fenómeno sociológico que todavía debo demostrar y explicar, me surge la sensación de que este género aporta cada vez más obras a los apretados calendarios festivaleros. Síntoma quizá, como diría Freud, de un malestar en la cultura.
Huling Palabas de Filipinas es el debut en largometraje para su director, Ryan Machado. En esta, un chico que vive del dinero que le manda su mamá, encuentra en el cine –y en una serie de personajes extravagantes– tanto un escape como una trampa para las dos búsquedas que debe emprender: encontrar a su padre y lidiar con el paso del tiempo.
El recurso de usar el cine como motor del crecimiento y la madurez no es nuevo, de hecho, tiene muchos puntos en contacto con el cásico Cinema Paradiso (Tornatore, 1988), un exponente cuya trascendencia cultural lo convierte en referente obligado. En ambas películas, de fuerte carga biográfica, el cine convierte a los protagonistas tanto en marginados sociales como en “soñadores” que se mueven a través de un plano axiológico distinto.
Sin embargo, donde la película italiana usa a la máquina de sueños para que el protagonista mire hacia “afuera” y salga de su pueblo, en Huling Palabas provoca un viaje introspectivo. El joven interpretado por el novel actor Mark Shun, en su incesante búsqueda de viejos casetes VHS, da con dos personajes clave. El primero, una mujer transexual que le da el confort emocional que no encuentra en la casa de sus tíos, donde es maltratado. El segundo, un hombre que llega de un exilio autoimpuesto, en quien cree ver a su padre y luego a su amante.
Está allí ese humor absurdo que separa en forma importante al cine asiático del occidental y que puede resultar emocionalmente confusa para muchos espectadores. En todo caso, esta película es un aire fresco para un género que adolece ya de historias para contar y de quien sepa hacerlo.
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